Opinión
¿Existe un “voto oculto” que puede llevar a Evelyn a segunda vuelta?
Este año por primera vez tendremos elección presidencial con voto obligatorio. En 2021 sufragó el 47,3% de los electores en primera vuelta y un 55% en el balotaje. Por tanto, existe una gran incógnita acerca de cómo votará ese casi 50% que ni siquiera se molestaba de concurrir a las urnas.
No cabe duda de que el sprint final de la campaña se ha convertido en una verdadera primaria de la derecha. Jeannette Jara –asegurada en segunda vuelta con un piso de 30%, el mismo que ha tenido Boric de evaluación estos años–, por su parte, parece estar corriendo por una pista distinta, alejada de las controversias y mirando a la distancia la dura batalla que libran Kast, Matthei, Kaiser y Parisi. Y aunque este último ha enarbolado ese poco creativo y cliché eslogan de “ni facho ni comunacho”, sus ideas, sus propuestas y público objetivo son claramente de derecha. Cuatro contendores para un solo cupo, en una carrera que podría resolverse estrechamente, algo inimaginable hace dos meses.
Lo cierto es que, si tomamos un promedio de las encuestas semanales –Cadem perdió la exclusividad, ahora compite con Criteria y Pulso Ciudadano–, todas muestran una tendencia clara: en las últimas diez semanas, José Antonio Kast ha perdido siete puntos, los que ha capturado Johannes Kaiser –ha subido de 5 puntos hasta llegar a los 12–, es decir, un calce matemático. Y aunque Evelyn tuvo un alza importante en el momento que logró, por fin, estabilizar su relato y dejó atrás los errores y contradicciones que tuvieron a su candidatura por los suelos entre los meses de junio y julio, no ha logrado aumentar su base de apoyo. Al menos en las encuestas.
En el caso de Parisi, su presencia en Chile –en 2021 hizo una campaña virtual desde Estados Unidos– no le ha reportado mayor ganancia. Tiene los mismos puntos que hace cuatro años, sin embargo, la pugna con Kaiser –la describimos como pelea de barrio hace unas semanas– podría significarle algún resultado en esta última etapa.
Y si es efectivo el traspaso de apoyo de Kast a Kaiser, ¿significa eso que Chile se volvió un país con preferencia por la extrema derecha? La respuesta fácil es sí. Sin embargo, se necesita un análisis profundo para entender a un país que en los últimos años vivió el estallido social, un plebiscito con mayoría de extrema izquierda y otro de extrema derecha y que se balanceó con Bachelet y Piñera entre dos polos políticos y culturales durante dieciséis años.
Si revisamos la elección de 2021, el resultado final, el triunfo de Gabriel Boric con una votación histórica (55.87%), nos podría llevar a engaño. De hecho, en la primera vuelta, la sumatoria de Boric (25.8%), Yasna Provoste (11.61%), ME-O (7.61%) y Artés alcanzó a 46.49% vs. los 53.8% de la suma de la derecha (JAK, Sichel y Parisi). Es decir, esa frase de Michelle Bachelet de “Chile cambió” –por el triunfo de la izquierda– es algo bastante relativo.
De fondo, no es que Chile se derechizó al extremo, sino que Chile se polarizó. Atrás quedaron los largos años de estabilidad política y económica de la centroizquierda y el primer Gobierno de Piñera, de la búsqueda de acuerdos, de consensos y paz social. El quiebre de esa etapa lo conquistó el Frente Amplio de la mano de un discurso transformador y generacional.
De ahí vino el intento de refundar el país, primero por la izquierda más dura y luego por la derecha extrema en los plebiscitos. Ahora, detrás de esta derechización brutal –la dupla Ka-Ka suma cerca del 35%– al estilo Milei o Trump, pareciera estar el sueño transformador-conservador y del orden de quienes no han sido nunca gobierno y a los que, por tanto, la gente, una vez más, quisiera depositar un cheque en blanco, como antes lo hizo con Boric y La Lista del Pueblo. Una esquizofrenia que solo se entiende por el miedo que provocan la delincuencia y los migrantes ilegales.
De más está decir que estos problemas no se van a solucionar mágicamente como los eslóganes de ambos candidatos. “Si alguien roba un Super 8, cárcel” (Kaiser) o “no más vándalos” (Kast), lo que recuerda a las frases de Piñera: “Se les acabó la fiesta a los delincuentes” o “ los narcos tienen los días contados”.
Ahora bien, este año por primera vez tendremos elección presidencial con voto obligatorio. En 2021 sufragó el 47,3% de los electores en primera vuelta y un 55% en el balotaje. Por tanto, existe una gran incógnita acerca de cómo votará ese casi 50% de los electores que ni siquiera se molestaba de concurrir a las urnas para decidir los destinos del país (en la última elección municipal con voto voluntario se llegó al 38%…).
Hay algunas hipótesis que creen que es un voto conservador –que incluye a 800 mil migrantes–, sin embargo, tenemos un número grande de jóvenes que se incorporarán a votar por primera vez. Pero es un misterio. De hecho, las encuestas reflejan más bien el voto voluntario, ya que quienes responden suelen ser personas que manifiestan mayor interés por la política y lo que pasa en el país.
Hasta hoy, todo indica que la segunda plaza al balotaje será disputada estrechamente por los cuatro candidatos de derecha, los que, sumados, superarían el 60% de los electores. Un dato que agudiza más la percepción de esquizofrenia total del país en los últimos años.
En ese contexto, aparece la hipótesis de que Evelyn Matthei podría tener un “voto oculto” que pudiera emerger el día de la votación y que correspondería a un sector de la población más de centro, que valora los acuerdos y huye de los extremos, en que se incluiría a una masa silenciosa de personas que históricamente votaron por la ex Concertación y Nueva Mayoría, que están dispuestas a cruzar por primera vez la vereda, motivadas por el pragmatismo de evitar un triunfo de la extrema derecha.
En los círculos políticos de lo que se denomina el Socialismo Democrático, en las últimas semanas han aumentado las conversaciones en que reconocen que –aunque jamás lo confiesen públicamente– votarán en primera vuelta por Evelyn. El crecimiento de Kaiser y su relato brutalmente descarnado –como eliminar el Convenio 169, la Ley de 40 horas y la Ley Karin, o el aplicar ley marcial en algunos barrios– han aumentado el temor en ese grupo, que sabe que Jara está asegurada en el balotaje o que mantiene dudas por su militancia comunista, pese a que el PS, la DC, el PPD y Partido Radical están en la coalición.
Justo la semana pasada circuló una carta firmada por más de cien figuras, lideradas por varios que ya cruzaron la línea –como Rincón y Walker–, los que parecen haber motivado a otros históricos exconcertacionistas a apoyar a la exalcaldesa. Allí refuerzan un discurso identitario –“ser de izquierda no es sinónimo de cerrarse al diálogo, sino de buscar, con los medios que las circunstancias exigen, un país más justo, seguro y digno”– y dejan en claro que es una situación coyuntural –“no significa renunciar a nuestros principios, sino tender puentes y apostar por un liderazgo capaz de generar los amplios acuerdos que Chile necesita”–.
En cierta forma, la misiva reivindica la época de los consensos y acuerdos políticos que significó crecimiento, paz social y le dio estabilidad política al país, eso que Jackson en algún momento criticó como la política “de los 30 años”. Evelyn no solo valoró el hecho, sino que remató con la frase “lo nuestro no es de centro ni de izquierda”, reforzando el relato respecto a que los extremos –la dupla Ka-Ka– pueden ser malos para el país.
Así las cosas, el 16 de noviembre podría haber un golpe a la cátedra –y las encuestas–, con la paradoja de que está vez sea el mundo exconcertacionista el que le dé la opción a la exalcaldesa de disputar la segunda vuelta. Como diría Nicanor Parra: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”. Vaya esquizofrenia de este país.
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