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Jara vs. Kast:  Eterno resplandor de una mente sin recuerdos Opinión Archivo

Jara vs. Kast: Eterno resplandor de una mente sin recuerdos

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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En este país pareciera que la amnesia se apoderó de nuestras mentes, olvidando que hace cuatro años la ciudadanía le dio la oportunidad a un grupo de jóvenes que nunca habían estado en el poder, pero que encontraban todo mal lo que había hecho Piñera, de quien fueron sus opositores acérrimos.


Por supuesto, la dupla que se enfrentará en segunda vuelta no constituye ninguna novedad. La tendencia estuvo clara durante meses, pese a que en las últimas semanas -incluida la bizarra etapa de “veda”- algunos pronosticaban un triple empate entre los tres candidatos de origen alemán.

Ya vendrá la hora de poner en el banquillo a las encuestadoras, porque la verdad es que varias estuvieron muy lejos de los resultados. Como ejemplo, solo Pulso Ciudadano-Activa proyectó el tercer lugar de Parisi, quien terminó constituyéndose en la vedette de esta elección, desplazando a un Kaiser que hasta hace unos días parecía ocupar ese espacio.

Una primera hipótesis al respecto es que el relato radical que asumió el diputado en el último tramo –que incluyó la reivindicación de la dictadura y los presos de Punta Peuco, sumado a la sentencia que ellos no transarían un centímetro de sus ideas- no hizo más que ahuyentar a personas que valoraban su mano dura, pero que prefirieron migrar a un Parisi tanto o más populista, pero menos extremo.

Y aunque Jeannette Jara obtuvo el proyectado primer lugar, la verdad es que estuvo lejos de lo que se consideraba “el piso” de los 30 puntos que el propio Boric ha mantenido estos tres años y medio, muy distante del 38.13% que obtuvo el Apruebo en septiembre de 2022. El 26.71% de Jara la deja en un escenario muy difícil para enfrentar el balotaje, principalmente porque no tiene de dónde sacar la diferencia, considerando que los candidatos de derecha suman más del 55% de los votos.

Kast, por supuesto, la tiene más fácil. Puede recoger los votos de Evelyn -que lo fue a saludar, aunque sin sonreír, dejando atrás la campaña “asquerosa” que denunció en dos oportunidades, de parte del comando del republicano, la última hace menos de una semana- y por supuesto de Kaiser, su socio de fórmula parlamentaria. El libertario debería traspasarle completamente su votación (14.1%), no así Matthei, cuyo saludo de anoche provocó un primer quiebre en la alicaída coalición de centro derecha: los Demócratas y Amarillos se restaron de la foto.  De seguro, los Evopoli tampoco tendrán un rol activo en la campaña de JAK, sin contar un importante voto de personas que sufragaban históricamente por la exconcertación y que cruzaron la línea para evitar que la dupla Ka-Ka se impusiera en primera vuelta.

Pero más allá de cuantos votos pueda endosar Evelyn a Kast, la primera gran conclusión de esta especie de primaria que tuvo la derecha es que Chile Vamos quedó duramente herido en esta vuelta. Esto es independiente de cuantos parlamentarios logró finalmente -porque pueden migrar después, como lo han hecho varios-, pues la derrota de la denominada centro derecha fue dura, muy dura. Definitivamente, la derecha de los acuerdos le entregó la cancha por completo a la derecha extrema, esa que rechaza todas las iniciativas que vengan de otros sectores, incluyendo el hecho de que tanto los republicanos como libertarios se restaron del acuerdo de pensiones que demoró 10 años en alcanzarse.

La derecha así reconfigura completamente sus fuerzas internas, dejando en la más absoluta minoría ideológica a RN, la UDI y Evopoli. En segunda vuelta deberán asumir la radicalidad en lo cultural y político, incluyendo convivir con el desentierro de un fantasma que les costó casi cuatro décadas superar: los horrores de la dictadura, que tanto Kast como Kaiser reivindicaron en estos meses.

Pero no son los únicos a los que esta elección les desarmó el tablero. La ex Nueva Mayoría tiene el desafío gigante de reconstruir la gobernabilidad y la convivencia en una coalición que se convirtió en una alianza pragmática, pero que tuvo que dejar de lado la discusión de fondo, la ideológica. Hoy la visión de país que tiene el Frente Amplio o la Democracia Cristiana no sólo no conversan, sino que incluso son antagónicas en algunos aspectos.

Donde se expresará mejor el nuevo tablero político de Chile, que se empezará a configurar desde la segunda vuelta en adelante será en el Congreso. En ambas cámaras las derechas tendrán mayoría, por tanto -y más aún si gana Kast el balotaje- podrían sucumbir a la misma tentación que tuvo la izquierda más dura -con la Lista del Pueblo incluida en el primer plebiscito- e intentar refundar de nuevo el país.

Kaiser y Kast ya habían adelantado que buscarán cambiar la ley de 40 horas, salirse de los organismos internacionales, eliminar la primera contribución -igual que en la segunda convención-, entre otras cosas. Desde el 11 de marzo, el partido mayoritario en la cámara de diputados será el Republicano (32), seguido del Frente Amplio (18). Además, regresará el PDG con 13 diputados, disputándole la hegemonía a los partidos tradicionales, esos que Jackson bautizó como los de “30 años”.

Gane Jara o Kast, el país vivirá cuatro años de máxima polarización, con nuevas coaliciones y nuevos partidos que harán desaparecer u obligarán a reinventarse a la vieja guardia de los últimos 40 años. A la agonía de la DC seguirá luego la UDI o RN, que de seguro seguirán perdiendo a sus militantes, los que migrarán a la derecha extrema, tal como ocurrió durante esta campaña.

De seguro, también, la exconcertación se reordenará y buscará alianzas con el PDG, pues no le quedará otra. Parisi, por su parte, sabe que tendrá el sartén por el mango para dirimir proyectos claves, poniendo a sus pies a “fachos y comunachos”. Los Demócratas y Amarillos tendrán que buscar nuevo domicilio político -de ganar Kast, sus socios se integrarán al gobierno-, por lo que se abrirán opciones para restablecer la búsqueda del centro perdido, ese espacio que hoy los chilenos dicen valorar y anhelar, pese a que votan por los extremos.

Veremos también, en caso de ganar Kast la elección final, cuánto tiempo le concede el chileno -que bauticé como el detractor crónico, ese que espera soluciones inmediatas a sus problemas- al nuevo gobierno para solucionar la delincuencia, la migración ilegal o el narcotráfico, luego que en la campaña prometieron que “terminarían” con estos flagelos por obra de magia, porque sí es un hecho que, en los últimos tres gobiernos, el chileno no le concedió más la llamada “luna de miel” a los gobernantes y dejó de apoyarlos al mes siguiente de que asumieron en La Moneda.

Claro. En este país pareciera que la amnesia se apoderó de nuestras mentes, olvidando que hace cuatro años la ciudadanía le dio la oportunidad a un grupo de jóvenes que nunca habían estado en el poder, pero que encontraban todo mal lo que había hecho Piñera, de quien fueron sus opositores acérrimos. Como será la amnesia que hace cuatro años, Kast obtuvo 24.97% (ayer 23.9%) y enfrentó a al representante del otro extremo, Gabriel Boric (25.83%). Casi calcado, como un Deja Vú o como el título de esa obra de arte del cine llamada Eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

Y por supuesto, una reflexión final sobre los tres candidatos que entre ellos apenas lograron el 3.05% de los votos. Exceptuando a Harold, que recién se integra a estas lides, esta es la hora de hacer un cambio al sistema político, de manera que quien postule a la presidencia al menos tenga una base mínima de respaldo, porque una elección presidencial no es un show televisivo para que un grupo de personas se presenten una y otra vez para tener pantalla, para que hablen de ellos, para pensar que podrían llegar a La Moneda o para que recolecten ingresos cada cuatro años vía los votos obtenidos.

Espero que Artés y ME-O asuman, dignamente, que su hora se acabó hace rato. Siempre es más digno retirarse a tiempo, a que la ciudadanía te jubile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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