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Good Bye, Lenin!
Para ser libre, una sociedad debe autogobernarse y deliberar en conjunto acerca de cuál sería el bien común que busca y defiende la voluntad general. Para ello es necesaria una virtud patriótica que permita privilegiar el bien común por sobre el bien separado de cada individuo.
La prensa informa que el secretario general del PPD, José Toro Kemp, ha planteado la posibilidad de que partidos del Socialismo Democrático y la Democracia Cristiana se unan por medio de una fusión para ser un “referente de centroizquierda”. Quedan excluidos de esta federación tanto el Partido Comunista como el Frente Amplio. Habría que decir, por tanto, Good Bye, Lenin! y también Good Bye, Mouffe!
Como diría Pirandello, va a haber cinco partidos en búsqueda de autor.
Me permito sugerir que ese autor sea Charles Taylor. En 1986, en plena dictadura, este filósofo de Montreal visitó Chile invitado por el CERC. Leyó aquí un trabajo que titula “Algunas condiciones para una democracia viable”, donde elaboraba una crítica de las teorías economicistas de la democracia, que la conciben como un mero instrumento para formar gobiernos. Esta es la idea que adopta Jaime Guzmán y que incorpora en la Constitución de 1980. Taylor opone la democracia republicana a esas teorías economicistas.
La idea de una democracia republicana se ubica a gran distancia del falso republicanismo del Partido Republicano en Chile. Lo que aquí tenemos es, en verdad, un autoritarismo libertario inspirado en Víctor Orban, Jair Bolsonaro y Donald Trump.
Para entender la diferencia entre estos republicanismos, el verdadero y el falso, expongo muy resumidamente lo central del argumento de Taylor, tal como lo expone en el trabajo que presenta en Chile. Destaco dos puntos. Taylor, primero, define lo que debe entenderse por una democracia republicana. Luego, advierte los problemas que enfrenta esa concepción republicana democrática cuando se asocia a la idea rousseauniana de la voluntad general.
El primer punto es que el republicanismo sostiene que toda sociedad exige ciertos sacrificios y cierta disciplina de sus miembros. Para ser libre, una sociedad debe autogobernarse y deliberar en conjunto acerca de cuál sería el bien común que busca y defiende la voluntad general. Para ello es necesaria una virtud patriótica que permita privilegiar el bien común por sobre el bien separado de cada individuo. Ello implica desarrollar un fuerte sentido de identificación y solidaridad entre los miembros de una comunidad política.
En esto reside la esencia de la tesis republicana defendida por Taylor. Los ciudadanos “deben pagar impuestos, obedecer las leyes y defender a la nación frente a amenazas internas y externas” y hacerlo libremente. En los regímenes despóticos estos sacrificios se imponen coercitivamente; en “una república libre estos sacrificios son voluntarios”.
El segundo punto es que, anclado firmemente en la tradición republicana y la galería de sus representantes, que se extiende desde Michael Sandel (alumno de Taylor en Oxford), Arendt, Dewey y Maritain hasta llegar a De Tocqueville, Jefferson, Rousseau, Milton, Cicerón y Aristóteles, Taylor mantiene una cierta distancia respecto de Rousseau, por su tendencia a sobreestimar el papel que juega la voluntad general.
Según el trabajo que Taylor presentó en Chile, el heredero más importante de Rousseau “es, en ese sentido, el marxismo y su variante leninista. En lo más hondo del marxismo se encuentra el supuesto de que los conflictos antagónicos surgen de la sociedad de clases que, una vez superada, permitirá la generación de una armonía fundamental de propósitos”.
A ello agrega que “hay así una voluntad general del proletariado que lo impulsa a la revolución en contra de la sociedad capitalista y a la construcción de una nueva sociedad que, en último termino, será anarquista. El leninismo hereda esta concepción y le agrega la fatídica idea del papel del partido de vanguardia. Los partidos y gobiernos leninistas hablan siempre en nombre de la clase obrera, como si esta entidad tuviera un solo propósito que ellos pueden interpretar y llevar a cabo”.
No me es posible en esta columna, necesariamente breve, exponer toda la riqueza y profundidad del argumento de Taylor. Los lectores interesados podrán profundizar estos temas leyendo su extensa obra traducida al castellano, y el trabajo que presentó en Chile.
He publicado “Algunas condiciones para una democracia viable” en una edición bilingüe, con un comentario mío y de mi alumno de doctorado en Waterloo, Ricardo Tranjan. El título del libro de Taylor es Democracia Republicana/Republican Democracy, LOM ediciones, 2012, y está a la venta en Chile.
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