Opinión
Todos somos fachos pobres
¿De dónde proviene la idea de “facho pobre”, es decir, la incapacidad de una persona de comprender su realidad social y en consecuencia a actuar en contra de sus propios intereses?
En estos días se ha vuelto a instalar la discusión sobre el concepto “facho pobre” a propósito de la alta votación del Presidente electo, José Antonio Kast. Según Kenneth Bunker, académico y director del Laboratorio de Democracia y Gobierno de la Universidad San Sebastián, el término “facho pobre” corresponde a una forma despectiva de mirar al votante, una especie de justificación de la izquierda que insiste en que los votantes actúan en contra de sus propios intereses. De manera similar, Claudio Alvarado, director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), ve en el término “facho pobre” una severa falta de autocrítica de una porción de las izquierdas.
¿De dónde proviene la idea de “facho pobre”, es decir, la incapacidad de una persona de comprender su realidad social y en consecuencia actuar en contra de sus propios intereses? Al respecto, es posible trazar el origen de este concepto en la obra de Hegel, Marx y la Escuela de Frankfurt.
En su libro La fenomenología del espíritu, Hegel esboza el viaje de la conciencia humana en la búsqueda de la verdad. Procede desde la certeza sensorial (lo objetivo), la autoconciencia (lo subjetivo), la autoconciencia compartida (lo intersubjetivo), para luego ampliarse a la vida ética, cultural, religiosa y así llegar finalmente al conocimiento absoluto.
Mediante un argumento trascendental, Hegel sostiene que es posible acceder a la verdad en la medida que se tomen en cuenta todas las determinantes que condicionan la existencia de un fenómeno y su conocimiento. Es la totalidad de lo sensorial, lo subjetivo, lo intersubjetivo, lo cultural y lo social en su progreso en el tiempo y su interacción condicionante lo que permite alcanzar la verdad.
Por lo tanto, si a Hegel le hubieran mencionado que el pueblo chileno no es capaz de hacer sentido de la realidad, lo más probable es que habría estado de acuerdo. Pero en términos hegelianos, ¿quién se encuentra habilitado para comprender la realidad? Solo la conciencia absoluta o Geist, como lo planteaba Hegel.
En oposición al idealismo de Hegel, que enfatiza la mente y la conciencia como forma de alcanzar la verdad, Marx desarrolla su materialismo histórico que prioriza las condiciones materiales como forma de comprender y hacer sentido de la realidad. Marx postula que son las formas de producir las condiciones materiales y las relaciones sociales que se generan a partir de estas (amo-esclavo; señor-siervo; empleador-empleado) las que condicionan las esferas legales, culturales y en general las ideas de cada sociedad. En otras palabras, la conciencia y las ideas están condicionadas por las formas de producir y los lazos sociales que se originan a partir de estas.
En su libro La ideología germana, Marx formula el concepto de ideología, donde postula que las ideas dominantes de cada época son en realidad las ideas de la clase dominante, aquella que tiene el dominio y el control sobre los medios de producción. Este concepto de ideología supone que la clase dominante no solo controla la producción material sino también la producción mental.
Por ejemplo, en las sociedades esclavistas, la idea de que alguien puede ser dueño de otro ser humano constituye una idea hegemónica y de sentido común. En el libro Política, Aristóteles justifica la esclavitud en base a la noción de que aquellas personas nacidas sin capacidad mental ni racionalidad deben ser dominadas y gobernadas por quienes sí disponen de un intelecto superior. En estas sociedades, las nociones de jerarquía, superior/inferior y esclavitud natural constituyen ideas hegemónicas que justifican y legitiman una sociedad esclavista.
De igual manera, en las sociedades de mercado como la chilena, las ideas de productividad, eficiencia, crecimiento económico, empleo asalariado, inversión y en general aquellas que fortalecen la díada empleador-empleado se yerguen como el sentido común. Por lo tanto, si Marx hubiera sabido que los trabajadores(as) chilenos(as) votaron mayoritariamente por un candidato que defiende las ideas de la clase dominante, no le habría parecido algo anómalo en lo absoluto.
A partir del trabajo de Marx, los teóricos de la Escuela de Frankfurt produjeron una de las crítica más potentes de la cultura de masas en su capacidad de integrar a los(as) trabajadores(as) a los intereses de las élites, lo que nos permite profundizar en la genealogía del concepto “facho pobre”. Ante la pregunta ¿qué es lo que ha impedido las revoluciones sociales y el fin del sistema de mercado?, la respuesta de la Escuela de Frankfurt fue: la cultura de masas en su capacidad de conservar el statu quo mediante la adherencia voluntaria por parte de los trabajadores(as) a las ideologías de la clase dominante.
En el texto La industria cultural: ilustración como engaño de masas, Horkheimer y Adorno postulan que la producción mercantilista de la cultura ha integrado a las masas mediante la difusión de ideologías como el consumismo, la uniformidad, la entretención, el individualismo y el amor romántico, entre otras. Al estar adaptada a las necesidades del mercado, la cultura de masas disemina estereotipos, clichés y contenidos banales que inhiben el pensamiento crítico y la capacidad de hacer sentido de la realidad. Es la orientación mercantilista de la cultura de masas (léase hoy likes, clics, page views, algoritmos) lo que mantiene a la conciencia distraída y capturada sin la posibilidad de entender ni menos cuestionar la realidad social.
Las personas son exhortadas a adherir de buen agrado al mundo tal como se les presenta. Por lo tanto, ni a Adorno ni a Horkheimer les hubiera parecido extraño que los chilenos hubieran votado mayoritariamente por el candidato de la restauración y la preservación del statu quo.
En conclusión, si aceptamos la genealogía filosófica y sociológica del concepto “facho pobre”, no nos queda más que admitir que la comprensión de la realidad social está mediada por un sinnúmero de factores condicionantes y que, por lo tanto, en mayor o menor medida, todos somos “fachos pobres”.
Primero, no contamos con las herramientas conceptuales adecuadas para hacer sentido exitosamente de la realidad social y reconocer con claridad nuestros propios intereses, optando frecuentemente por cursos de acción que avanzan los intereses de la élite económica a expensas de los propios. Y segundo, nos encontramos bastante integrados e identificados con la cultura de mercado y su lógica mercantilista, adhiriendo voluntariamente a valores como el consumismo, la entretención, el individualismo y la competencia, que en su conjunto reproducen y legitiman los intereses de la clase dominante.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.