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¿Un nuevo ciclo político? Opinión

¿Un nuevo ciclo político?

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Marisol Águila
Por : Marisol Águila @aguilatop Periodista. Magíster(c) en Ciencia Política y Magister(c) en Gobierno y Gerencia Pública.
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Se equivocan quienes creen que la sociedad chilena se derechizó por completo: lo hizo particularmente en relación a la seguridad y al fenómeno migratorio, pero no en el resto de las dimensiones sociales y culturales, donde persiste paralelamente un importante proceso de secularización…


No es posible responder tajantemente a la pregunta de si hay un cambio de ciclo político en Chile tras el triunfo arrollador de José Antonio Kast con 58% y dos millones más de votos sobre su contendora Jeanette Jara, que lo convirtieron en el primer Presidente que votó por el Sí en el Plebiscito de 1988 y con pasado pinochetista en llegar al poder tras la vuelta a la democracia. 

Efectivamente, parece ser que el clivaje democracia/dictadura que explicó la fractura política, cultural e ideológica que marcó los últimos 35 años en Chile ya no es capaz de interpretar las preferencias de un electorado cada vez más volátil, que toma decisiones más emocionales que racionales, especialmente entre los cuatro millones de “votantes obligados”, que se habían restado de votar con voto voluntario. 

La idea del cambio de ciclo encuentra mayor sustento cuando la democracia como régimen político continúa debilitándose a nivel global; alarmantemente más de la mitad de los chilenos cree que un gobierno autoritario combatiría mejor la delincuencia; y más del 46% de la población estaría dispuesta a sacrificar libertades individuales en función de la seguridad. 

La dicotomía entre el Apruebo y el Rechazo instalada a partir del 4 de septiembre de 2022 con el primer proceso constituyente y refrendada en el segundo en 2023 (en ambos casos rechazando propuestas constitucionales de inspiraciones ideológicas opuestas), instalaba la  tensión Élites versus Pueblo y la lógica del péndulo que cambia la votación de un extremo a otro. Comenzaba la era del oposicionismo: a partir de entonces la ciudadanía se opondría a quien esté en el poder, independiente de su signo político. Riesgo que el propio gobierno de Kast deberá enfrentar, en el marco de lunas de miel cada vez más cortas y menos paciencia ciudadana por resultados concretos y rápidos. 

A la luz de la segunda vuelta en que resultó ganador José Antonio Kast, el eje izquierda/derecha,  progresismo/neoliberalismo, el del Sí y el No o el clivaje democracia versus autoritarismo se vería superado por la tensión entre Refundación (los partidarios de la revuelta popular) y Restauración (quienes buscan el orden y la seguridad), instalada desde el rechazo a los proyectos constitucionales. 

La exitosa instalación de la falsa idea de que “Chile se está cayendo a pedazos” (que en realidad tiene la inflación controlada e inversión extranjera en niveles récord), el miedo frente a la inseguridad y un pragmatismo extremo explican, en parte, el viraje coyuntural a la derecha, en el marco de una tendencia global. 

Sin embargo, de ahí a leer simplemente que Chile se derechizó en este nuevo ciclo político, sería una interpretación simplista que no se hace cargo de la complejidad de un modelo político que en realidad es multicausal y tiene múltiples entradas. 

Históricamente en Chile, el electorado de centro ha definido la Presidencia de la República. En esta pasada, aparentemente el centro se vio vaciado a partir de dos extremos de la oferta electoral representada por republicanos y comunistas (aunque estos últimos estuvieron lejos de proponer un programa refundacional o extremista). No obstante, en segunda vuelta ambos candidatos se moderaron en busca de ampliar su base de apoyo. 

Se equivocan quienes creen que la sociedad chilena se derechizó por completo: lo hizo particularmente en relación a la seguridad y al fenómeno migratorio, pero no en el resto de las dimensiones sociales y culturales, donde persiste paralelamente un importante proceso de secularización y de profundización de libertades individuales. En definitiva, coexisten  fenómenos de naturaleza diferente. Es justamente por ello que Kast aparentemente renunció a pelear la batalla cultural, aunque probablemente los sectores más reaccionarios que lo apoyan presionarán por instalar su agenda de restauración conservadora. 

Kast intentará aparecer más moderado (como ocurrió en su largo y plano discurso de triunfo), pero se le aparecerán reivindicaciones más radicales por derecha. La celebración paralela donde flamearon banderas de Augusto Pinochet, incluso de José Toribio Merino y del genocida Miguel Krasnoff es un gráfico ejemplo de ello. 

A no confundirse: la mayoría del 58% conseguido por Kast son votos prestados desde el oposicionismo a la otra alternativa, dado que en primera vuelta sólo logró 24% como su núcleo duro. Recordemos que el gran error de los conductores de ambos procesos constitucionales fue creer que tenían pasada libre para imponer su agenda a cabalidad. Entonces y ahora en esta segunda vuelta, se trata de una mayoría circunstancial, coyuntural, no necesariamente social, ni menos ideológica. A tener en cuenta para no tentarse con creer que Chile se derechizó. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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