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América Latina: balance y perspectiva
Finalmente, como suele ocurrir, la lucha de clases se suspenderá a partir del 11 de junio, porque se iniciará la XXIII edición del campeonato mundial de fútbol, y su final será el 19 de julio.
Este 2025 fue un año que concluyó con una exacerbación de tendencias ya observadas en los años anteriores: la crisis migratoria, el enfrentamiento entre Washington DC (WDC) y Caracas, la persistencia del delito transnacional y la prolongación de la crisis haitiana, en el marco de una economía que en la mayoría de los países no logra superar un crecimiento mediocre y además, mal distribuido.
Asimismo, la competencia por la hegemonía global, que originariamente se instaló de preferencia en el hemisferio norte, en este año se expresó a plenitud en nuestra región. Un hito en ello es la Estrategia de Seguridad Nacional recientemente promulgada por la administración Trump, que en síntesis refuerza la doctrina Monroe, buscando erradicar del hemisferio occidental la influencia de China, Rusia e Irán. Por cierto, los capítulos más noticiosos de este documento replantean la seguridad europea, donde el dilema de la vigencia de la OTAN vuelve a la palestra, todo lo cual repercute en el curso de la guerra ucraniana.
En el continente americano los afanes hegemónicos de la Casa Blanca no solo colisionan con los países de América Latina (AL) y el Caribe, también afectan a Canadá y Groenlandia-Dinamarca. De paso, pone un fuerte acento crítico en la presencia china en materia de inversiones en infraestructura y tecnología, o sea, puertos, cables de fibra óptica, conexiones oceánicas, entre otros. Qué decir de la cooperación militar.
Al respecto, las principales inversiones de material estratégico, tanto de China como de Irán, se concentran en Venezuela, mientras que Cuba y Nicaragua mantienen una línea logística rusa. Agreguemos que Venezuela adquirió baterías antiaéreas que están plenamente utilizables, mientras que Irán es probable que haya traspasado tecnología de drones a sus aliados en la región.
La Casa Blanca no solo se ha limitado a cuestionar la presencia china e iraní, además ha sido pródiga en manifestar sus preferencias en algunos procesos electorales, lo hizo en las últimas elecciones en Argentina y Honduras, no así en las chilenas. Algunos países de la región, especialmente los ligados a gobiernos de derecha o extrema derecha, intentan reeditar capítulos pasados: es el caso de las “relaciones carnales” que Menem buscó con los EEUU para superar la derrota de Malvinas y sus consecuencias, o los intentos por revivir un “Grupo de Lima”, con el cual algunos países trataron de complementar la maniobra de reconocer a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, lo que no pasó de un fuerte activismo internacional junto con cero control territorial.
Los aprestos bélicos en el Caribe demuestran lo cambiante de la política de WDC, pues el alistamiento primero se justificó como indispensable para detener el narcotráfico, pero luego se explicitó que se trataba de provocar un cambio de régimen político, para concluir con un airado reclamo del propio presidente Trump exigiendo que le “devuelvan el petróleo”. El balance no es bueno, pues el narcotráfico prosigue, ya que lo fuerte se hace por tierra o por la costa del Pacífico. Maduro sigue en el poder y al reclamar EEUU “su petróleo” amplió la incertidumbre: ¿que vendrá mañana? ¿Qué le devuelvan el cobre? ¿el litio? ¿el coltán?
Lo concreto es que desde septiembre hemos vivido una escalada progresiva que, en la práctica, ha establecido un virtual bloqueo aéreo y naval a Venezuela, contraviniendo el derecho internacional. Cuesta imaginar qué otra sanción pueda imponer a Caracas WDC, pero es probable que de mantenerse este bloqueo se arruine más aún la maltrecha economía venezolana, aunque no es claro que ello implique una caída del régimen.
Por otro lado, una intervención con tropas acarrea el riesgo de involucrarse en un incierto conflicto donde morirían muchos jóvenes americanos, que es algo que la sociedad estadounidense rechaza mayoritariamente. Además, Trump, que gusta de presentarse como un pacifista que soluciona las guerras que inició Biden, rompería esa aura sin tener claro el destino.
Lo que sí podemos vislumbrar es que un conflicto mayor en Venezuela estimularía una segunda ola de migrantes, que probablemente desestabilizaría a varios países de la cercanía.
No todo es guerra
La crisis del Caribe es lo que hoy más se conoce de AL en el mundo. Pero nuestra realidad tiene más facetas.
La grave crisis de seguridad provocada por diversas mafias transnacionales que asuelan a la mayoría de la región es otro dato difícil de nuestro presente.
Tratándose de una amenaza común, ello debiera dar pie para una cooperación multilateral, pero desgraciadamente no ha sucedido así, lo que no niega que existan algunos casos exitosos de cooperación bilateral en la materia.
Una faceta problemática del presente continental es la inmigración. Tradicionalmente esta fue de sur a norte, partiendo por mexicanos, centroamericanos, caribeños e incluso sudamericanos que preferían vivir de ilegales en el norte, a ser ciudadanos plenos de derechos en el sur. Este proceso histórico de migración sur-norte tuvo un salto con la crisis venezolana y los millones que abandonaron ese país, pues la novedad fue que no todos se dirigieron al norte, sino que muchos se desplazaron en olas sucesivas hacia el sur, hacia el interior de Sudamérica. ¿Cuántos son los migrantes legales e ilegales que se han desplazado en la última década? Cuidado: Venezuela aporta quizás el contingente mayor, pero en el también participan miles de colombianos, cubanos, dominicanos, centroamericanos, peruanos, haitianos, entre otros.
La migración no tuvo ni tiene un tratamiento multilateral y hoy es un problema de múltiples aristas. No podemos señalar que va a suceder con ella el 2026, salvo que seguirá siendo uno de los mayores problemas sociales del continente.
Hasta aquí estimado lector, la realidad es desafiante. Pero también hay buenas experiencias, y permítame felicitar al pueblo y al Estado uruguayo, que han sabido fortalecer su institucionalidad, preservar su democracia en el marco del pluralismo y la tolerancia, a la vez que han creado una cultura democrática compartida por una amplia mayoría de su espectro político.
El futuro cercano
El año que se inicia tendremos elecciones parlamentarias y presidenciales en Costa Rica, Colombia, Perú, Haití y Brasil, más elecciones subnacionales en Bolivia en marzo próximo, que amenazan con ser un referéndum para el novel gobierno del presidente Rodrigo Paz. Por consultas ciudadanas, como se ve, no nos quedamos atrás en América Latina. Otra cosa es que con ellas se afiance la gobernabilidad en los países involucrados.
No menores serán los movimientos sociales, de difícil prospectiva. Pero esperables si algunos gobiernos enfrentan los déficits fiscales. También influirá el norte que le den a sus respectivas economías.
No todo este 2026 será producto de causas locales o regionales, porque las turbulentas aguas de la geopolítica y el mercado mundial provocaran más de algún tsunami que llegue a nuestras costas. Las olas del comercio mundial ya están agitadas y afectan en especial a los países mas abiertos, Chile entre ellos.
Finalmente, como suele ocurrir, la lucha de clases se suspenderá a partir del 11 de junio, porque se iniciará la XXIII edición del campeonato mundial de fútbol, y su final será el 19 de julio.
La novedad es que esta vez será organizado por tres países: Canadá, EEUU y México, aunque la mayoría de los más de 40 estadios seleccionados por la FIFA están en EEUU y solo tres quedan en Canadá, lo mismo que en México, también con tres estadios. Será interesante ver cómo se las van a arreglar las autoridades migratorias para la avalancha de hinchas que querrán alentar a sus selecciones, y que para ello probablemente se muevan al interior de Norteamérica.
El futbol es un tema un poco vedado hoy en Chile, pero no somos el centro del mundo y debemos asumir que la mayoría -al menos de nuestros hermanos latinos- estarán en otra durante esas cinco semanas: Tomar nota y no organizar reuniones multilaterales, eventos, similares y conexos.
Así, 2026 se ve repleto de buques de guerra en el Caribe, hartas elecciones, miles de inmigrantes y la Copa. Será intenso, pero nunca aburrido.
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