
Juan Cristóbal Romero: ¿Qué es la pobreza severa?
El director ejecutivo del Hogar de Cristo es uno de los 10 miembros de la comisión de expertos para actualizar la CASEN, herramienta con la que Chile mide la pobreza.
En 2024 se informó que la pobreza era de 6.7%, menos que en Canadá, Estados Unidos y Uruguay. Ahora, con el instrumento mejorado, los pobres serían 22.3%. Aquí, Romero explica la divergencia.
Hace un mes y pocos días, se dieron a conocer las recomendaciones de la comisión de expertos para mejorar la encuesta CASEN, que es la herramienta que Chile tiene para medir la pobreza. La gran conclusión fue que, con las nuevas exigencias, la insólita cifra de 6.7% de población en pobreza se eleva a 22.3%. Esto significa que casi uno de cada 5 habitantes del país vive en situación de pobreza y vulnerabilidad.
Juan Cristóbal Romero (51), director ejecutivo del Hogar de Cristo, es uno de los diez miembros de esa comisión que mejoró el instrumento de medición y que, al hacerlo, empeoró dramáticamente la foto de la situación de pobreza nacional.
–Cuando el año pasado se anunció la cifra de 6.7% de pobreza hubo desconcierto entre quienes trabajan la realidad de la pobreza. Sonaba poco creíble. ¿Cómo recibiste tú esa cifra?
–Estaba bien perplejo, a decir verdad. Yo y todo el equipo del Hogar de Cristo nos pusimos a interpretar y analizar los datos y detectamos un factor distorsionador bien clave, que todos los que trabajan este tema identificaron. Se trata del “alquiler imputado”, que es lo primero que estas recomendaciones abordan.
–¿Podrías explicarlo en simple?
–No es tan simple, pero lo intentaré. Mira, en la canasta alimentaria y no alimentaria que utiliza la CASEN se incorpora un gasto que es el arriendo. Pero resulta que a las familias propietarias que no pagan arriendo, ese gasto se les atribuye de manera artificial como si fuera un ingreso. Se estima un valor equis de acuerdo a cuánto pagarían si arrendaran. Es un dato impreciso, que se presume y que estaba inflando excesivamente los ingresos de esas familias. Hemos estimado que por el sólo efecto de ese alquiler imputado, 30 mil familias salieron de la pobreza por escritorio. Eso es lo que ahora proponemos corregir. Porque sólo por ese efecto para la misma medición de 2022, hay 30 mil familias en pobreza que no se estaban considerando como pobres.
–¿Por qué hacer algo tan descabellado como el alquiler imputado?
–Era un método legítimo hace una década. Pero, ante la actual crisis inmobiliaria, en que se han disparado los arriendos, pasa a ser muy relevante ese ingreso y muy distorsionador ese cálculo. Por lo tanto, hay que despejarlo. Se propone tener dos líneas, que es lo que están haciendo países como Estados Unidos y Uruguay. Que haya una línea para familias que son propietarias y otra para familias que arriendan. Eso es mucho más fidedigno con la realidad.
Comparaciones reveladoras
La cifra de 6.7% resulta llamativa por lo baja. Con la crisis de vivienda, el incremento evidente de las personas en situación de calle, las cifras de desempleo, era claro que la temperatura no se condecía con la fiebre del enfermo. Y quizás los que aparecían más “prósperos” –aumento del monto de la PGU mediante; desde febrero alcanza a 224 mil pesos– eran los adultos mayores. “Resultaba bien impactante que hubiera sólo un 3% de adultos mayores en pobreza por ingresos, cuando uno conoce lo amplia y dolorosa que es la pobreza de las personas mayores. El alquiler imputado en este grupo fue francamente distorsionador”, dice el director ejecutivo del Hogar de Cristo.
–Diez años parecen ser mucho tiempo para revisar la herramienta de medición. ¿Qué piensas de ese plazo?
–Sí, esa es otra conclusión a la que llegamos en la comisión. Sería recomendable que cada cinco años se creara una subcomisión intermedia para que el trabajo de revisión no fuera tan distante y largo. A nosotros nos tomó 17 meses de trabajo. Más que hablar de modificaciones globales, habría que ir haciendo actualizaciones sucesivas.
Hace notar que este salto del optimista índice de 6.7% de pobreza al mucho más duro pero real 22.3% –que en la región de Tarapacá alcanza un 34.2%, en Ariva y Parinacota, un 27%, y en Antofagasta, un 26.9%–, no es un fenómeno inédito. “La primera comisión de expertos, en 2012, hizo recomendaciones que se aplicaron el 2013. Entonces, con las actualizaciones a la herramientas propuestas, las cifras de pobreza pasaron de un 7.8% a un 14.4%. Esto por lo mismo que ahora: la medición propuesta es más exigente y adecuada a los tiempos”.
–¿Cómo se explica la obsolescencia que adquiere la CASEN?
–Diez años son mucho tiempo. Se esperaba que una década mantuviera la vigencia del instrumento, pero es evidente que en ese plazo pierde la capacidad de capturar las dinámicas de pobreza. Este último periodo estuvo marcado por contextos sociales que aceleraron cambios. Tuvimos estallido social, pandemia por COVID, una crisis de vivienda a propósito de la migración, el masivo fenómeno migratorio en sí mismo, una crisis económica que nos tuvo con una inflación de un 14.1% en el peor momento… Son muchos elementos que sirvieron para revelar facetas de la pobreza que estaban enmascaradas. Así, se desacopló el instrumento de medición con la realidad. El 6.7% de pobreza por ingresos de 2024 es absurdo como número. Canadá para el mismo año estimó que su pobreza era del 10.2%, Estados Unidos un 11% y Uruguay un 17%, un país que uno podría comparar perfectamente con Chile en términos de desarrollo.
Conectividad digital: nuevo parámetro
La CASEN nació en 1985. Desde entonces se aplica regularmente y ha tenido sucesivas modificaciones. Una de las más sustantivas es cuando en 2012 se incorporó la medición de la pobreza multidimensional. Hasta ese momento sólo se medía la que tenía que ver con los ingresos.
–¿Podrías explicar por qué fue tan importante ese cambio?
–Esa fue una innovación importantísima. Hasta entonces sólo se medía la pobreza por ingresos, que consiste en identificar si una familia cuenta con los ingresos suficientes para cubrir sus necesidades más básicas. La pobreza multidimensional, en cambio, descubre si hay carencias en dimensiones claves para el desarrollo de la vida, como educación, salud, vivienda, empleo y finalmente redes y cohesión social. Es mucho más sutil y rica en resultados. Son medidas distintas, pero complementarias.
–¿Qué es “la pobreza severa”, concepto que ahora proponen incorporar a la CASEN?
–No todas las familias, no todos los hogares que están en pobreza por ingreso, están en pobreza multidimensional. La intersección entre ambas pobrezas es la pobreza severa. Son los más pobres entre los pobres. Hoy el 10.6% de las familias en Chile son pobres en ambos tipo de pobreza. Es una población a la que le va a ser muy difícil salir de esa situación, porque, aparte de no contar con ingresos suficientes para lo básico, tiene otras carencias que limitan la inclusión, el acceso, la calidad de vida. Ese es el grupo que coincide con la población que hace años hemos definido como foco del Hogar de Cristo.
–¿Por qué importa determinarla?
–Porque es importante que las políticas se enfoquen en esas personas y, para ello, es necesario identificarlas. Lo que hemos visto como Hogar de Cristo es que las medidas generales, universales para reducir la pobreza, no llegan necesariamente a estos grupos. Son poblaciones que requieren medidas mucho más focalizadas. El Estado debiera tener dos líneas de políticas sociales: una con medidas más generales y otra enfocada a esta población. Este es un dilema del que siempre se ha hablado.
Además del concepto de pobreza severa, el Comité de Expertos propone sumar condiciones de calidad a las dimensiones de la pobreza multidimensional.
Juan Cristóbal Romero lo explica así:
–Se plantea pasar de tres a cuatro indicadores por dimensión del bienestar. Esto para agregar calidad a la medición. Hoy no sólo importa que los niños y jóvenes asistan a la escuela; importa cuál es el resultado en las pruebas SIMCE de esa escuela a la que asisten. Lo mismo aplica en materia de salud. Por ejemplo, la persona que tiene una dependencia funcional y no recibe apoyo, agrega carencia a la familia a la que pertenece. La discapacidad física o mental en sí misma no es una condición de pobreza, pero sí lo es en contextos donde no hay apoyo. En relación al empleo, el cuidado de un hijo, un padre o cualquier familiar que impide a una mujer trabajar, es otro indicador de carencia que hasta ahora no se consideraba.
En cuanto a redes, la conectividad digital “es un mínimo necesario. Una familia que no tiene acceso a internet básicamente está aislada. Tiene negada desde la posibilidad de acceder a los bonos del Estado hasta poder trabajar remotamente o educar a un niño. Es un indicador emergente que nosotros vemos y pesamos en nuestras recomendaciones, dada su creciente importancia”.
Cuotas reajustables en UF
Pregunta inevitable: ¿Es la pobreza un tema presente en los debates presidenciales, es un tema importante?
–No es una bandera en la campaña de nadie, ni un tema que genere adhesión popular y, por tanto, hasta el momento no aparece. Espero que figure en los programas de gobierno que se están elaborando. Ojalá estas recomendaciones que hacemos a la CASEN ayuden a iluminar esos programas.
El miércoles pasado el Hogar de Cristo presentó el documento “Hacia un Chile sin pobreza: 20 propuestas de política pública”. Lo hizo en el Museo de Alberto Hurtado y asistieron seis aspirantes a La Moneda. Tres fueron las políticas públicas en las que se profundizó a través de sendos testimonios. La primera es un dispositivo que prepare para la vida independiente a jóvenes que son “egresados” de las residencias de protección al cumplir 18 años; soluciones habitacionales para el 20% más pobre de la población es la segunda; y acompañamiento domiciliario, integral y de calidad para personas mayores en pobreza, la tercera.
–¿Cuáles de las veinte son para ti prioritarias?
–Las líneas en que recomendaría avanzar tienen que ver con algo que ya está encaminado: la política de cuidado. Hoy una de las trampas de la pobreza es cuando un adulto en edad de trabajar no puede hacerlo porque tiene a alguien que cuidar. Eso limita los ingresos. Los disminuye a la mitad en el caso de una pareja. La política de cuidado es muy importante, porque apunta a la dimensión del trabajo, pero también a la calidad de vida de las personas que están siendo cuidadas. Integrar adecuadamente a las personas con discapacidad mental o física, fortalecer el cuidado de los niños con una mejor política de educación parvularia, por ejemplo, son parte de lo mismo.
Agrega que “el sistema nacional de cuidado se ha ido atrasando. Espero que se continúe, con una mirada amplia. Entendiéndola como algo mucho más grande que el apoyo a las cuidadoras; se trata de una red de servicio, que apunta a descomprimir a una familia que debe cuidar a un niño, a un persona mayor, a una persona con discapacidad”.
–¿Te preocupa el futuro demográfico de Chile, con un alto porcentaje de personas mayores y bajísimas tasas de natalidad?
–Me preocupa mucho. Más aún si el país no crece a más de un 3% mínimo, porque va a ser muy difícil sostener las políticas sociales que hoy día estamos implementando. Como la PGU, por ejemplo.
–No me terminaste de responder de las 20 propuestas de política pública del Hogar de Cristo, ¿cuáles son las que tú priorizas?
–El sistema de apoyo domiciliario a las personas mayores, que está ligado al sistema de cuidados. Una política en serio no consiste simplemente en traspasar un dinero a la cuidadora, lo que es importante, sí. Pero lo de verdad clave es generar un sistema de cuidados que incluya desde la educación preescolar hasta los cuidados domiciliarios para personas mayores.
“Lo segundo es que contemos con un presupuesto especial para la educación de reingreso que permita re escolarizar a niños y jóvenes que están fuera del sistema educativo. Llevamos muchos años sin un financiamiento especial para ese tipo de modalidad educativa, que ya está reconocida por el Consejo de Educación, pero en la que el Congreso no ha podido ponerse de acuerdo para aprobarla. Hoy lo que aporta el Estado para esta tarea es muy poco. El Hogar de Cristo hace un esfuerzo enorme para mantener esas escuelas de reingreso vivas, pero se requiere una subvención especial para la tarea. Actualmente, ese aporte es de 80 mil pesos, cuando debería ser mínimo 150 mil pesos mensuales por estudiante, que es lo que se les da a las escuelas regulares. Esto, en circunstancias que educar a un niño, niña, joven desescolarizado es mucho más difícil y costoso. Son 250 mil los niños y jóvenes que están excluidos hoy de la educación. Y el Estado no tiene una respuesta educacional adecuada a sus necesidades”.
Lo tercero que menciona es una solución habitacional para los más vulnerables. “Hace 5 años yo no pensaba que existía una manera efectiva de reinsertar a las personas que vivían en calle a la sociedad. Con Vivienda Primero hemos comprobado que personas sobre 50 años con larga experiencia de vida en calle, hoy están plenamente integradas a la comunidad a través de una vivienda. Antes se pensaba que la vivienda era el gran premio para la persona de calle que hubiera cumplido una serie de metas, muchas de ellas imposibles si no se cuenta con un espacio físico seguro. El envase protector para que una persona florezca es la vivienda. No es un premio, es un derecho que salva e incluye. Además, usa instrumentos disponibles, no agrega nuevos. En este caso, el subsidio al arriendo que está disponible y subutilizado”.
–Haz proselitismo, sé que están en plena colecta digital, ¿por qué?
–Sí, estamos culminando una colecta digital. Financiar los programas sociales del Hogar de Cristo es un desafío enorme. Atendemos a casi 40 mil personas anualmente y los costos de la vida han subido, así es que enfrentamos las mismas apreturas económicas que están viviendo muchas familias en Chile, pero multiplicadas por 40 mil. Nos financiamos en gran medida por las donaciones de personas, de 360 mil personas que aportan. Un problema es que una fracción muy pequeña de esas donaciones son reajustables en UF. Perdona lo pedestre que suena, pero necesitamos que esas cuotas se reajusten a la par que el costo de la vida. Ese es un primer llamado a los socios.
Lo segundo, dice, es un llamado general: “Súmense todos a esta obra, que es de Chile. El Hogar de Cristo atiende a los más vulnerables del país. Lo hace desde Arica a Magallanes, en programas que van desde educación inicial con 35 jardines infantiles y salascuna, escuelas de reingreso, hospederías, sistemas de apoyo domiciliario a personas mayores, con discapacidad, atención a personas en situación de calle. También insertamos laboralmente a quienes nunca han trabajado. Esta enorme tarea necesita de todos”.