PAÍS
“60% de rechazo hacia la ultraderecha”: el desafío de gobernabilidad en un eventual Gobierno de Kast
Según una investigación liderada por el académico de la UC Cristóbal Rovira, dos tercios de la población no están dispuestos a apoyar a la ultraderecha. El contrasentido es que gran parte de los votantes termina apoyando al “mal menor” y castigando a los incumbentes en escenarios de segunda vuelta.
Un nuevo estudio liderado por el académico del Instituto de Ciencia Política UC, Cristóbal Rovira, revela que la ultraderecha en América Latina enfrenta un límite electoral significativo. Según la investigación, aproximadamente dos tercios de la población –cercanos al 60% de los ciudadanos– en Argentina, Brasil y Chile, no están dispuestos a apoyar la ultraderecha.
Los datos comparativos dan cuenta de que, tanto en América Latina como en Europa, la ultraderecha enfrenta altos niveles de desaprobación. Aunque sus líderes consiguen movilizar a un grupo del electorado de manera efectiva, también generan un marcado rechazo en amplios sectores de la sociedad.
Pero ¿cómo es posible que líderes con tan altos niveles de rechazo logren llegar al poder? De acuerdo con lo señalado por el doctor en Ciencia Política, parte importante de la respuesta radica en los diseños institucionales existentes. Por ejemplo, en elecciones presidenciales con segunda vuelta, gran parte de los votantes termina apoyando al “mal menor” y castigando a los incumbentes si no han gobernado bien.
En el caso de Chile –si las proyecciones de las encuestas se cumplen–, el eventual triunfo del candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, implicaría desafíos importantes en materia de gobernabilidad.
“Otra de las ideas fuerzas del estudio, y por qué lanzarlo justo en este momento, es que una lectura errónea sería que después de la segunda vuelta electoral (imaginando que Kast gane con un 55%) se afirmara que la sociedad chilena se volvió de ultraderecha. Más bien lo que va a pasar es que el grueso de la ciudadanía, frente a dos opciones que no le gustan –que no es ni Jara ni Kast–, va a decir: termino votando por el mal menor. Y como hoy día la cuestión de seguridad es central para muchos ciudadanos, los votos se inclinarían hacia el republicano. No por su agenda de género, no por los parlamentarios que trae, no por las políticas económicas que ofrece, sino porque eventualmente va a solucionar el tema de seguridad ciudadana”, dijo Rovira.
Caracterización de quienes no apoyan a la ultraderecha
La investigación reveló qué aspectos poseen en común y en qué se diferencian los que conforman este grupo de electores. La muestra incluyó más de 5 mil casos tomados en estos tres países, recogiendo variables sociodemográficas, como edad, género, nivel educativo, nivel socioeconómico, zona de residencia y religión, además de posiciones en temas como aborto, uso de armas de fuego, pena de muerte y migración.
En esa línea, el académico mencionó que “el universo de personas que no está dispuesto a apoyar a la ultraderecha no es una coalición política organizada. Se trata de un mundo diverso que se expresa de diferente manera según las líneas de conflicto predominantes a nivel nacional. Por ejemplo, educación en Argentina, territorio en Brasil y temas morales en Chile”.
Para nuestro país, el estudio tomó una muestra de 1.488 casos, los cuales pudieron ser organizados en cuatro grupos de electores: 41% progresistas radicales, 33% mujeres populares a favor de la redistribución, 11% votantes de centro pluralista y, finalmente, un 15% de conservadores moderados.
“Lo que está pasando con las ultraderechas es que polarizan al electorado. Partiendo de ese supuesto que la evidencia empírica revela, es que a nosotros nos parece relevante tratar de estudiar a todo ese mundo de personas que se posicionan contra la ultraderecha, porque justamente, como son muchas personas, es lógico pensar que hay diversidad interna”, indicó Rovira en conversación con El Mostrador.
Respecto a la relevancia política de la investigación, agregó que detrás de esa heterogeneidad existen personas tanto progresistas como conservadoras, y no solamente situadas ideológicamente en la izquierda. “Lo que nosotros tratamos de enfatizar es que obviamente hay personas que están a la izquierda, pero también hay muchos otros tipos de personas que pueden estar en contra de la ultraderecha, sin que necesariamente sean o se definan a sí mismas como sumamente progresistas”, aclaró.
En relación con las líneas en común de los tres países estudiados, hay una similitud en las opiniones sobre la tenencia libre de armas. “Lo que encontramos es que la mayoría de la población está en contra de que se facilite el acceso a las armas por parte de los privados, y esto es particularmente fuerte en las personas que están en contra de la ultraderecha”, añadió el investigador.
Asimismo otro elemento en común es el apoyo a la democracia, donde quienes se posicionan contra la ultraderecha en Brasil, Argentina y Chile, respaldan el sistema democrático como régimen “siempre preferible”.
El caso de Chile y la tensión del punitivismo
En el caso particular de Chile también destaca la heterogeneidad, es decir, distintos grupos que tienen preferencias y culturas políticas diferenciadas.
“Uno de los grupos que más nos llamaba la atención es el que llamamos mujeres populares a favor de la redistribución, donde lo que encontramos es un segmento de mujeres de nivel socioeconómico más bien bajo, que están distribuidas a lo largo del territorio, que tienden a ser bastante progresistas en temáticas culturales, por ejemplo, el aborto”, afirmó Rovira.
Y agregó: “En general también están a favor de la redistribución o de un Estado más fuerte, sobre todo en temas de servicios sociales. Pero simultáneamente demandan mano dura, están muy a favor de políticas punitivistas, lo que claramente tiene que ver con sus experiencias de vida al ser de un estrato más popular y, por lo mismo, el tema de la delincuencia afecta mucho más”.
En esa línea, de acuerdo a la investigación, una de las cosas que tensiona al mundo que se opone a la ultraderecha en Chile son las temáticas “de mano dura”, donde existen algunos grupos que tienden a ser más progresistas en la política para combatir la delincuencia, pero existen otros que tienden a ser más punitivistas.
En cuanto a estos ejes, la medición da cuenta de que mientras a nivel nacional el 57% de la población está a favor de restablecer la pena de muerte, tres de los cuatro grupos superan o se acercan a esa media.
“Los Conservadores Moderados son quienes muestran el mayor respaldo (59%) a restablecer la pena de muerte, seguidos por el Centro Pluralista (grupo 3) con un 58% y los Populares Redistributivos (grupo 1) con un 52%. Solo el grupo 2 (Progresistas Radicales) se diferencia con claridad, con un 42% de apoyo y un 44% de rechazo”, señala el estudio.
Respecto a la migración, otro tema central en el debate público, la medición es clara al señalar que el sentimiento antinmigración “está también presente entre quienes rechazan la ultraderecha, ya que se encuentra presente en grupos tanto progresistas como conservadores”.
Desafíos de gobernabilidad ante un eventual Gobierno de José Antonio Kast
“Imaginémonos por un segundo que Chile tuviese un sistema parlamentario como en Europa, yo creo que sería mucho más difícil que nuestro nuevo primer ministro sea José Antonio Kast, porque tendría que armar una coalición parlamentaria que nomine un primer ministro y, bajo ese escenario, lo más probable es que Evelyn Matthei sería la primera ministra, porque lograría coalicionar”, explicó el investigador de la UC.
En el caso chileno, Rovira afirmó que en una segunda vuelta electoral “la gente termina votando por el mal menor”, por lo que la eventualidad de que Kast triunfe en el balotaje no significa que el país sea de ultraderecha.
En esa línea, el académico advirtió que el militante republicano tendrá un desafío “muy serio” en materia de gobernabilidad, donde las tasas de aprobación dependerán de la efectividad de sus políticas de seguridad ciudadana. “No creo que ninguna de esas estrategias en el corto plazo pueda rendir mucho. (…) Y lo que hemos visto, con todos los últimos presidentes, es que las lunas de miel son cada vez más cortas”.
“José Antonio Kast ha sido muy hábil en esta elección de no tematizar su otra agenda, habla fundamentalmente de seguridad ciudadana. Pero si nosotros tomamos el resto de sus propuestas programáticas, no están alineadas con lo que quiere el grueso de la ciudadanía y que se asemeja mucho más a las preferencias de ese 60% que están contra la ultraderecha. Salvo en temas de migración y seguridad ciudadana, donde el grueso de la población apoya más bien lo que Kast propone. Pero si presiona su agenda más conservadora, en contra del rol del Estado en la economía, de cuestiones de género, etc., eso va a generar un distanciamiento muy grande con las actuales posiciones de la ciudadanía”, sentenció Rovira.