Gastronomía
Cómo las casas y galletas de jengibre se convirtieron en una dulce tradición navideña
Mientras poco a poco todo comienza a impregnarse de adornos y colores alusivos a la Navidad, también la gastronomía aporta con los suyo con las tradicionales galletas y casa de jengibre, el pan de pascua y el pavo, entre otros.
Cada diciembre, cuando el aroma a canela, clavo y miel comienza a invadir las cocinas, las casas y galletas de jengibre reaparecen como uno de los rituales más entrañables de la temporada. Esta tradición, hoy global y presente tanto en hogares como en vitrinas gastronómicas, tiene un origen que mezcla historia medieval, cuentos infantiles y la idea de comunidad que impregna la Navidad.
Un origen que viaja desde la Edad Media
Las primeras recetas de pan de jengibre nacieron en Europa durante la Edad Medio, cuando las especias eran productos exóticos y valiosos, reservados para celebraciones religiosas o festines invernales. El jengibre, proveniente de China y difundido por rutas comerciales hacia Europa, aportaba un sabor cálido y especiado a las masas, además de ser considerado un ingrediente medicinal que ayudaba a la digestión en épocas de banquetes.
Este pan especiado —conocido como Lebkuchen en Alemania— se volvió tan popular que surgieron gremios especializados en su elaboración. Los artesanos producían figuras y decoraciones comestibles exclusivamente en periodos festivos, reforzando el vínculo del jengibre con la Navidad.
Aunque el pan de jengibre ya estaba arraigado en la cultura europea, la casa de jengibre como la conocemos hoy surgió en el siglo XVI en Alemania y se volvió mundialmente famosa gracias a los hermanos Grimm. En Hansel y Gretel, los niños encuentran una casita hecha de dulces y pan de jengibre, una imagen que encantó a los panaderos de la época. Pronto, estas construcciones comestibles comenzaron a aparecer en mercados navideños, decoradas con glaseado blanco, dulces de colores y un aire de fantasía.
En paralelo, fue en la corte de la reina Isabel I de Inglaterra donde nacieron las primeras gingerbread people, las galletas con forma humana que se han convertido en un clásico universal.

Un ritual familiar que sigue vigente
Hoy, montar una casa de jengibre es un rito familiar tanto como un ejercicio de creatividad. Cocinas y comedores se transforman en talleres improvisados donde niños y adultos ensamblan paredes y techos con glaseado espeso, decoran con golosinas y dan vida a pequeñas escenas navideñas. La tradición ha inspirado además concursos, exhibiciones y verdaderas obras maestras creadas por pasteleros profesionales alrededor del mundo.
Las galletas de jengibre, por su parte, se han convertido en símbolos de la temporada, con formas de estrellas, árboles, muñecos y casas que evocan un imaginario de invierno, calidez y nostalgia.
En el ámbito gastronómico, la tradición ha inspirado desde concursos y exhibiciones hasta verdaderas obras de arte comestible creadas por pasteleros profesionales. En mercados y tiendas especializadas, es posible encontrar versiones desde las más simples hasta auténticas réplicas arquitectónicas en miniatura.
Estas pequeñas construcciones comestibles —hechas con masa especiada, glaseados blancos y golosinas de colores— se convirtieron rápidamente en un fenómeno cultural y culinario que luego se expandió a Estados Unidos y, desde ahí, al resto del mundo. De hecho varias marcas incorporan productos inspirados en este clásico navideño. Una de ellas es IKEA, que presentó en Chile su colección navideña 2025 basada en la estética nórdica de simplicidad, funcionalidad y calidez.
La gran protagonista es Vintersaga, la línea de sabores de temporada, que este año vuelve a incluir la tradicional casita de galleta de jengibre para armar en familia, disponible por $5.990. Una propuesta que conecta directamente con la tradición histórica y con el espíritu lúdico de la Navidad.
No es lo único. La línea Vinterfint ofrece papeles y bolsas para envolver, adornos, manteles, velas y elementos decorativos con una estética que mezcla lo natural y lo clásico. Strala, centrada en iluminación, incluye lámparas y pantallas pensadas para crear ambientes cálidos e íntimos, fundamentales para las celebraciones en familia.

“Creemos que la mesa es el corazón de toda celebración navideña”, señala Denise Bohn, Activities & Event Specialist de IKEA Chile. “La clave de una mesa festiva es jugar con texturas, patrones y colores inesperados, y crear una atmósfera cálida con guirnaldas de luces, velas y centros de mesa, siempre manteniendo la funcionalidad para compartir con quienes más queremos”.