
El fracaso de las nuevas redes sociales
En los últimos 10 años han nacido y muerto una docena de redes sociales. La promesa suele repetirse: espacios “distintos”, más “auténticos”, menos “saturados” que los típicos. Pero en la práctica, pocas logran trascender.
Veamos algunos fracasos recientes: BeReal, la app francesa que en 2022 replanteó la forma en la que compartimos contenido, hoy es un fantasma digital. Su propuesta -una foto espontánea al día- no soportó la rutina: lo que al principio era novedoso se volvió monótono, y su base de usuarios se fue a piso. Algo similar ocurrió con Clubhouse, que durante la pandemia se convirtió en un fenómeno global con sus salas de audio en vivo. Sin embargo, la falta de mejora continua y la rápida reacción de colosos como Twitter (hoy X) e Instagram para imitar el formato, hicieron que su éxito no se sostuviera.
En estos y más casos, el problema es el mismo: una propuesta que logró generar curiosidad pero que no supo mantener la atención. En una industria donde, además, las redes sociales grandes replican funciones populares en cuestión de meses e innovan con nuevas bastante seguido.
Pero no todo es fracaso. TikTok, con menos de una década de vida, ha logrado no sólo consolidarse como red social, sino que también liderar el escenario digital en varios países. Llegó en 2017 bajo un formato poco común: videos cortos creados de manera rápida y sencilla. En pocos años se transformó en la app más influyente de todas, atrayendo marcas, influencers y generando preocupación en sus competidores, quienes tuvieron que copiar de manera evidente el exitoso formato (reels de Instagram y shorts de YouTube). Su triunfo se explica por dos factores: un algoritmo impecable con una híper personalización -algo adictiva- que democratiza la “viralización” y simplifica la creación de contenidos. A diferencia de los fracasos que repasamos, TikTok no fue una moda: propuso una nueva forma de crear y consumir contenidos.
En menor medida, Discord también representa un éxito sostenido. Lo que partió como una plataforma para gamers se expandió a comunidades de todo tipo, consolidando un espacio donde la conversación en grupo se siente más privada y cercana. Su secreto ha sido enfocarse en la construcción de comunidades y maximizar sus funciones de coordinación e interacción en contextos tanto casuales como laborales.
La década, entonces, nos enseña algo clave: las redes sociales que ganan son las que leen mejor la evolución del consumo de contenidos de los usuarios. BeReal quiso empujar la autenticidad con una rutina “forzada”, pero para lograrlo se necesita más que un recordatorio diario. Clubhouse creyó que nos conectaríamos a diario incluso post-pandemia, pero las demás redes sociales la superaron con creces. En cambio, TikTok entendió la fragmentación de la atención con entretenimiento y Discord captó la necesidad de pertenencia en un mundo de interacciones superfluas.
Las redes que sobreviven son las que logran convertirse en un hábito. Las que no lo logran, mueren con la misma rapidez con que se descargan. En los próximos años veremos nuevos intentos, promesas de originalidad e innovación, pero pocas tendrán lo necesario para superar las pruebas más duras de todas: conquistar la rutina y atención de sus usuarios.
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