Opinión
Créditos: El Mostrador.
“Sembrar donde se pisa”
Cuando casi 100 estudiantes de la Serena, Valparaíso, Santiago y Punta Arenas subieron al escenario del Teatro Municipal de Santiago en la Gala Final de la Escuela de Talentos, ocurrió algo más profundo que un concurso artístico. Muchos de ellos estaban pisando por primera vez un espacio que, históricamente, ha sido símbolo de una cultura a la que no todos acceden. Verlos cantar, actuar o bailar ahí —con orgullo, nervio y libertad— es un recordatorio incómodo de que, aunque hemos avanzado, en Chile, el lugar de nacimiento sigue definiendo en gran parte las oportunidades culturales y educativas a las que se puede acceder.
Ese contraste es el punto de partida para una reflexión necesaria. Las empresas solemos hablar de “vincularnos con las comunidades”, pero este concepto solo cobra sentido cuando se traduce en compromisos sostenidos, no en gestos puntuales. Y ese compromiso exige algo básico: quedarse, escuchar y contribuir donde uno realmente opera. Sembrar donde se pisa.
Para Falabella, esto significa que llegar a una nueva ciudad no es solo abrir una tienda. Es asumir que, si formamos parte del desarrollo local, también debemos ser parte de sus desafíos. Por eso, desde hace décadas, nuestro vínculo con las comunidades se construye, sobre todo, a través de la educación: ese espacio que define trayectorias abre horizontes y permite que un niño o niña del extremo sur se plante sobre el mismo escenario que cualquier otro.
El Programa Haciendo Escuela nació hace 56 años con esa convicción. Lo que comenzó apoyando un establecimiento tras el terremoto de La Ligua hoy acompaña a 49 escuelas desde Arica a Punta Arenas. Recientemente sumamos la número 50: la Escuela Pedro Aguirre Cerda, en el marco de la apertura de nuestra nueva tienda en Viña del Mar. Es un hito simbólico, sí, pero también un recordatorio de que esta labor avanza escuela por escuela, territorio por territorio.
Trabajar con foco permite ver resultados. El año pasado, los estudiantes del programa que alcanzaron niveles deseables en lectoescritura aumentaron en 28,6 puntos porcentuales, y en matemáticas, en 27,4 puntos. Son cifras que hablan de un avance académico, pero detrás de esos números vemos algo igual de importante: salas más activas, comunidades más cohesionadas y niñas y niños que descubren que pueden más de lo que imaginaban.
La Escuela de Talentos es parte de ese mismo espíritu. Ofrecer espacios donde los estudiantes creen, se expresen y construyan confianza propia no es un complemento, es educación esencial. Porque no hay desarrollo local sin desarrollo humano, y no hay desarrollo humano sin oportunidades reales para aprender, equivocarse, crear y levantarse.
Por eso, cuando se discute sobre inversión en regiones o crecimiento territorial, conviene volver a lo elemental. Las comunidades no florecen con anuncios, sino con presencia, trabajo cotidiano y voluntad de aportar donde uno está. Sembrar donde se pisa no es una metáfora bonita: es un recordatorio práctico de que el desarrollo es siempre una tarea compartida.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.