Opinión
Créditos: El Mostrador.
Desafíos de bienestar animal en Chile frente al cambio climático
El cambio climático afecta directamente el bienestar animal, impactando la producción ganadera y los ecosistemas. El aumento sostenido de temperaturas y humedad genera estrés térmico en animales rumiantes, especialmente en vacas lecheras, comprometiendo su salud, fisiología y productividad a largo plazo.
La mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos, como sequías, olas de calor e incendios forestales, puede interrumpir el acceso crítico a agua y forraje, complicando el manejo sanitario y aumentando la vulnerabilidad de los rebaños a enfermedades, a esto se suma el que los sistemas productivos sean más frágiles ante las perturbaciones climáticas. Dicha fragilidad se traduce en pérdidas económicas concretas para los productores, creando un círculo vicioso entre bienestar mermado y rentabilidad reducida.
En respuesta, un segmento de productores ha visto la relación entre bienestar y mejor producción como un “win-win”, adoptando prácticas más sostenibles, viendo incrementada las ganancias junto con animales de buen estado de bienestar. Estas prácticas incluyen sistemas de pastoreo mejor gestionados, innovaciones en infraestructuras y uso de inteligencia artificial para monitorear a los animales.
Paralelamente, una creciente sensibilidad social respecto al buen trato animal ha impulsado iniciativas legislativas que buscan mejorar las condiciones de vida en la ganadería. Sin embargo, estas políticas enfrentan el desafío de un contexto climático dinámico y cada vez más impredecible. Por lo tanto, es urgente integrar criterios de adaptación y resiliencia climática dentro de las normativas de bienestar animal, asegurando que sean efectivas en el nuevo escenario ambiental, tal como lo han hecho otros países con mesas de trabajo conformadas por productores, el Estado y la academia.
El desafío central para Chile es, entonces, mantener una producción ganadera eficiente y competitiva sin comprometer la calidad de vida de los animales, ni la salud de los ecosistemas que la sostienen. La respuesta requiere desarrollar e implementar estrategias integrales que combinen de manera sinérgica la adaptación al cambio climático, la sostenibilidad ambiental y un compromiso ético y práctico con el bienestar animal. Solo a través de esta integración será posible construir un futuro resiliente y equilibrado para el sector, asegurando su viabilidad económica, social y ambiental frente a los desafíos que impone el clima.
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