BRAGA
Créditos: Agustina Saubaber.
Ana Gabriela Fernández: “Las políticas para reducir riesgos de desastres no son neutras en género”
La directora de FLACSO Uruguay y especialista en género, desastres y políticas públicas, reflexiona sobre cómo los eventos climáticos y las emergencias humanitarias exponen y profundizan las desigualdades sociales y de género.
Con una trayectoria de casi dos décadas dedicada al estudio y la intervención en temas de género, cooperación internacional y políticas públicas, Ana Gabriela Fernández ha desarrollado su carrera entre América Latina y Europa, abordando las intersecciones entre desigualdad, medioambiente y derechos humanos. En esta ocasión llegó hasta Chile para ser parte del coloquio “Gobernanza para la Reducción del Riesgo de Desastres” organizado por el Programa de Reducción de Riesgos y Desastres (CITRID) de la Universidad de Chile.
Doctora en Género y Diversidad por la Universidad de Oviedo, Fernández ha trabajado en organismos sociales, estatales e internacionales, y actualmente dirige FLACSO Uruguay, donde impulsa investigaciones y programas enfocados en el análisis de las desigualdades estructurales en contextos de crisis y desastres.
Su experiencia en terreno en países como Honduras y El Salvador –tras el huracán Mitch y los terremotos de 2001– marcó su interés por entender cómo los impactos de los desastres se distribuyen de manera desigual entre mujeres, hombres y disidencias. Desde entonces, su trabajo se ha centrado en visibilizar la necesidad de incorporar una mirada de género en la gestión del riesgo y en la construcción de políticas públicas más justas e inclusivas.
En esta entrevista, Fernández analiza cómo los desastres naturales revelan las desigualdades sociales preexistentes, qué rol cumplen las mujeres en los procesos de respuesta y reconstrucción, y por qué es urgente fortalecer la participación comunitaria para enfrentar la crisis climática global.
—¿Qué revela el análisis de los desastres naturales sobre las desigualdades de género en nuestras sociedades?
Lo que revelan es que los desastres no tienen igual impacto en toda la población y tampoco desde el punto de vista de género (…) Los factores de desigualdad como la etnia, la edad, la orientación sexual, la situación económica, lo que viene a hacer el desastre es a tener impactos y agravar desigualdades preexistentes.
Decimos que las desigualdades se construyen socialmente; justamente, entonces, hay situaciones de desigualdad anterior en las sociedades y los desastres lo que vienen es a agravar esas situaciones de desigualdad y a generar impactos desiguales.
—¿Cómo se expresa la vulnerabilidad de las mujeres y disidencias durante y después de eventos extremos como inundaciones o sequías?
Las vulnerabilidades no vienen dadas, también se construyen socialmente. Entonces, ¿cómo se expresa? Bueno, desde el punto de vista físico, las mujeres pueden tener impactos físicos distintos a los de los hombres.
Hay estudios que indican también que cuando hay megaeventos, la esperanza de vida de las mujeres se reduce más en comparación con la reducción de vida de los hombres y está comprobado el aumento de la violencia hacia las mujeres o disidencias tras un evento extremo.
También a consecuencia de todo lo que sucede, las mujeres tradicionalmente somos las cuidadoras por excelencia; hay mayor cantidad de personas que cuidar después de un evento como estos, personas mayores, adultos, niños, niñas, y por tanto, todo esto, hay un trabajo no remunerado que aumenta.
También las mujeres en todas partes del mundo solemos tener situaciones laborales de mayor precariedad y de mayor informalidad. Entonces, volver a las fuentes laborales o volver a tener trabajos que les generen ingresos económicos suele ser más difícil; demoran más en retomar su actividad de generar ingresos, y eso hace que las mujeres se empobrezcan más que los hombres.
—¿Por qué es importante incorporar una perspectiva de género en las políticas de gestión del riesgo y respuesta ante desastres?
Si no tenemos en cuenta esta perspectiva, estamos analizando la realidad de una manera simplemente porque ha sido vista así desde siempre. Es como tener una visión de la realidad que es miope. Incluir la perspectiva de género nos hace ampliar nuestra capacidad de análisis de la realidad y, por tanto, nos va a hacer tener mejores respuestas.
Las políticas neutras no existen desde el punto de vista de género e interseccional, tampoco en las políticas de reducción del riesgo de desastres. Entonces, si nosotros no tenemos en cuenta esto, lo que vamos a estar haciendo en las respuestas, vamos a estar aumentando las desigualdades.
—¿Cómo deberían repensarse los sistemas de respuesta estatal ante emergencias para no reproducir desigualdades de género y clase?
Hay que pensar en respuestas que incluyan procesos participativos en la gobernanza. Yo sé que esto es muy difícil porque a veces, cuando estamos en una emergencia, es muy difícil pensar en un proceso; por eso es muy importante el diseño de esa gobernanza.
Y en esa institucionalidad que se crea a nivel nacional, regional y local, ¿cómo es posible que haya una participación real de estos grupos o de estos colectivos tradicionalmente excluidos?
Es decir, no basta con llegar a una comunidad y convocar a todas las personas para hablar de estos temas, sino que tenemos que colocar el foco e ir a aquellos colectivos que tradicionalmente pueden no sentirse convocados o convocadas para participar.
Es muy importante el respeto de las organizaciones que están en la base de nuestras comunidades, que además tengan la posibilidad de una voz real en estas temáticas.
—¿Qué ejemplos o experiencias regionales destacaría como buenas prácticas en incorporar género en la gestión del riesgo?
Yo te diría que más allá de los gobiernos encontramos experiencias concretas en la sociedad civil. Y aquí creo que cuando yo hablo de poder tener en la gobernanza, la parte de una participación a los distintos grupos de base, también tiene que ver con esto.
Muchas veces en las comunidades pequeñas, en las ciudades también, pero las comunidades más pequeñas o comunidades en entornos rurales, las mujeres son las que permanecen de manera un poco más fija y los hombres son los que se movilizan a trabajar a otros campos o se trasladan a la ciudad.
Entonces, hay algunas medidas de mitigación, como puede ser la plantación de árboles en una ladera para prevenir un deslave, que esto ha sido impulsado por proyectos desde las mujeres.
—¿Qué mensaje enviaría a las nuevas generaciones?
Todas las acciones de participación no solamente sirven porque aportan a la comunidad, sino que nos hacen crecer como personas. A medida que nos vamos involucrando, no solo estamos dando, sino que estamos recibiendo mucho más en esto, que a través de este tipo de experiencias también tenemos estas experiencias colectivas que son las que nos enriquecen.
Necesitamos, estamos en una época de demasiada virtualidad y necesitamos mucho más del contacto humano. Necesitamos mucho más de los gestos de la palabra, del abrazo, y eso hace que vamos a poder trabajar mucho mejor los temas de gestión del riesgo, los temas ambientales.
Es una urgencia que el planeta en el que vivimos no da para más. Este está en su máximo, este tironeo de lo que le estamos produciendo y que somos seres interdependientes.
Interdependientes como humanos, necesitamos de los colectivos y nuestro planeta tanto como nosotros también necesitamos del planeta. No nos podemos creer que somos autosuficientes. Necesitamos de los demás y eso se aprende en la participación.