
El conocimiento científico como compromiso con el país
A lo largo de mi vida científica, he sido testigo de avances notables y también de frustraciones evitables. Pero sigo convencida de que apoyar la ciencia es esencial para que nuestro país avance en dignidad y equidad y logre mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Comprender la naturaleza y el universo que nos rodea ha sido una búsqueda constante de la humanidad. Los conocimientos generados por diversas culturas a lo largo de milenios han modificado nuestras vidas de formas inéditas y nos han permitido enfrentar con éxito circunstancias muy adversas. Por ello, lejos de ser un lujo, generar conocimiento ha sido clave para nuestra supervivencia. Lo vimos con la pandemia de Covid-19, cuando décadas de investigación científica básica permitieron desarrollar vacunas en tiempo récord. No fue casualidad ni milagro: fue el resultado acumulado de una humanidad que invierte en generar conocimiento. En Chile, sin embargo, seguimos tratándolo como algo secundario.
Si bien abundan declaraciones sobre la importancia de la ciencia para el desarrollo integral del país, en los hechos nuestros gobiernos no le han otorgado el apoyo que esta requiere con urgencia. Desconcertante resulta constatar que el actual gobierno acaba de nombrar un cuarto ministro de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación, CTCI, lo que a mi parecer hace difícil conducir en forma eficiente este ministerio en los pocos meses que le quedan al gobierno. Además, se habla de fortalecer la ciencia, pero lo que se entrega es claramente insuficiente: pasar de 0,38% a 0,41% del PIB en inversión en CTCI no es un logro significativo, es una declaración que no logra ocultar una deuda pendiente. Además, los anuncios de avances en inteligencia artificial y modernización de la ley de transferencia tecnológica no representan avances sustanciales y son más bien declaraciones sin mayor impacto real
Para quienes hemos dedicado la vida a la investigación, duele ver cómo se celebra lo insuficiente mientras se desaprovechan capacidades críticas para el país. Durante décadas hemos formado científicas y científicos de excelencia, muchos de ellos reconocidos internacionalmente, pero a quienes no hemos sabido retener ni proyectar. Es triste constatar cuantos de nuestros jóvenes talentos no encuentran un lugar en Chile para desarrollar acá su investigación. Así, jóvenes brillantes, formados con esfuerzo y compromiso, abandonan la carrera científica, emigran o se quedan fuera del país, porque no les ofrecemos acá un lugar para contribuir y ni hemos establecido redes formales de colaboración con quienes se han quedado en el extranjero.
No se trata solo de presupuestos, sino también de falta de compromiso y de prioridades que promuevan una visión de largo plazo. Las y los investigadores en Chile viven entre la precariedad y la incertidumbre. Elaboran propuestas de altísimo nivel que luego no se financian, no por falta de mérito, sino porque no existen políticas de largo plazo para apoyar la generación de conocimiento que el país requiere. Tal es así que por falta de fondos se están descartando proyectos en áreas de gran relevancia para el futuro desarrollo de Chile. Esta es una de las paradojas más crueles de nuestro sistema: se exige excelencia, pero no se garantiza apoyo ni continuidad.
Esta situación es aún más alarmante considerando que la investigación en universidades sostiene buena parte de la ciencia que se hace en Chile. Desde ahí no solo se produce conocimiento, también se forma a nuevas generaciones, fomentando la curiosidad y el pensamiento crítico. Por eso es urgente asegurar financiamiento basal, estable y transparente, que permita sostener capacidades instaladas y proyectar a largo plazo la investigación en las instituciones de educación superior.
La ciencia, además, no puede seguir siendo entendida como un mundo aparte. El conocimiento generado con fondos públicos debe llegar a la sociedad para ser traducido, discutido y apropiado. Si bien es parte consustancial del quehacer científico publicar artículos para difundir los nuevos conocimientos generados – un punto en el que Chile destaca por la calidad de su producción científica – es también necesario generar políticas y recursos que promuevan la divulgación, la articulación de la ciencia con la toma de decisiones y la formación ciudadana. Porque una sociedad que no entiende la ciencia está condenada a repetir errores, a dejarse arrastrar por dogmas, falsedades o intereses de corto plazo.
A lo largo de mi vida científica, he sido testigo de avances notables y también de frustraciones evitables. Pero sigo convencida de que apoyar la ciencia es esencial para que nuestro país avance en dignidad y equidad y logre mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Apostar por la ciencia es apostar por un Chile capaz de pensar su futuro con autonomía. Lo contrario es resignarse a depender del conocimiento ajeno, a mirar desde la orilla cómo otros países se benefician de la generación de conocimiento y definen el rumbo de nuestro propio mundo.
Por ello, incrementar de forma significativa la inserción de científicos y científicas que se han formado tanto en Chile como en el extranjero, aumentar la inversión en CTCI y apoyarla con fondos significativos en las universidades, generar redes de nuevos centros multidisciplinarios a lo largo del país, impulsar la participación empresarial en la generación de conocimiento y mejorar la gestión de ANID, incluyendo asesoría científica constante de todos sus instrumentos, son algunas medidas urgentes que impulsarían nuestro futuro desarrollo como país.
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