
Arriagada y la desinformación en tiempo electoral: “La gente no cree en datos, cree en emociones”
“Así como existe la derecha radical, también hay una izquierda radical. El tema es que esos dos caminos sirven mucho en las redes, dan mucho que hablar, pero tienen una debilidad muy fuerte, que es que los está escuchando la gente convencida”, advierte el vicerrector de Comunicaciones UC.
En conversación con El Mostrador, el investigador y académico de la Facultad de Comunicaciones UC, Eduardo Arriagada, abordó el debate sobre el fenómeno de las campañas basadas en desinformación, a propósito de la polémica que dejó la acusación de la candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, contra los representantes del Partido Republicano.
Arriagada, experto en la industria informativa y redes sociales, destacó la importancia de las estructuras de conversación para analizar el real impacto de este tipo de campañas en tiempos electorales. En ese sentido, además señaló que, si bien la denuncia es un camino que hay que seguir, la clave está en hacer un giro hacia la construcción de confianza en las redes.
“Si tú usas las redes sociales con más inteligencia, empiezas a escuchar a la gente y a interactuar, logras generar confianza y ahí se puede dar una dinámica muy distinta. Estamos todavía al comienzo de la campaña y la solución pasa sobre todo por cambios de estrategia y entender que esto no es el siglo XX”, dijo.
-¿Qué impacto tienen estas campañas hoy día, en términos reales, en lo que se podría traducir como preferencia electoral?
-Las redes hoy día son como un canal troncal en que la gente se está informando, pero las redes son mucho más complejas de lo que los analistas en general presentan. La gran debilidad que usan los medios es que toman datos como globales. Por ejemplo, es como si tomara todo lo que se está diciendo por WhatsApp y con eso tratara de estudiar lo que pasa entre los chilenos, cuando en realidad los grupos de WhatsApp son grupos muy separados.
En las redes sociales cualquier nodo puede convertirse en un nodo relevante, pero es muy fácil confundir, por ejemplo, un bocinazo, un insulto en la calle y una carta a El Mercurio. Entonces, las medidas de alcance, que son las que se están usando y las que los medios están reproduciendo, tienen muy poco sentido a nivel de estudio.
Lo más importante en una red social es la estructura de la conversación. ¿Quiénes están conversando con quiénes? ¿Quiénes les hacen caso a quiénes? Y ese tipo de datos no aparecen con los likes, no aparecen con los retuits, no aparecen con los replays directamente, tiene que ser un replay a ciertas personas.
Por ejemplo, sobre el tema de la inmunología. El mundo antivacunas era enorme, era más de la mitad de la gente que hablaba en la época de la pandemia, pero tenían repercusión cero, y la gente se vacunó pasivamente porque los veían a todos como gente aislada. En este mundo que estamos analizando hay mucho de eso, entonces yo tomaría con pinza muchos de los datos que se están usando, porque hay un círculo vicioso.
En relación con la polémica en estos días, así como existe la derecha radical, también hay una izquierda radical. Y a las dos les va muy bien. El tema es que esos dos caminos sirven mucho en las redes, dan mucho que hablar, pero tienen una debilidad muy fuerte, que es que los está escuchando la gente convencida. Entonces hay que ver qué va a pasar cuando venga la campaña.
-¿Es posible hoy día regular de manera exitosa para disminuir las campañas de desinformación en un contexto electoral?
-Es muy difícil. Aunque lo lógico acá sería no caer en el juego, es decir, yo creo que es necesario que la candidata Matthei mantenga esa línea de denunciar, cambie en su entorno a gente que ha estado jugando juegos parecidos, porque yo he visto cosas de la UDI muy parecidas contra Jara, el anticomunismo. Si aquí el tema es qué juego van a jugar las candidaturas, el juego radical o el juego de encontrarnos los que pensamos muy distinto, que es lo característico de la democracia.
Piensa en la campaña pasada, Boric contra Kast. Boric se la jugó con los arbolitos, cambió un discurso e hizo que esta gente que era atemorizante o radical en su sector no se entusiasmara con esa campaña, y se retiraron.
Si tú usas las redes sociales con más inteligencia, empiezas a escuchar a la gente y empiezas a interactuar, logras generar confianza y ahí se puede dar una dinámica muy distinta. Estamos todavía al comienzo de la campaña y la solución pasa sobre todo por cambios de estrategia, de entender que esto no es el siglo XX.
En el caso de Matthei, no creo que las redes sean anticentro, lo que sí hacen las redes es crear identidades muy fuertes. Entonces se tiene que crear una identidad en torno a la candidatura de Matthei que evidentemente no se puede conseguir siendo bipolar.
Lo que no veo es una calidad profesional en esos temas y me sorprende mucho que a esta altura del partido la derecha –que tenía una ventaja muy grande– esté cediendo el protagonismo de esta elección. La verdad que, si uno miraba en términos de números, era una elección que les parecía fácil, pero se pueden enredar muchísimo si siguen así, y lo divertido es que ese camino lo está promoviendo la misma derecha.
-Parece sorprendente que a estas alturas del 2025 estemos hablando de que no hay profesionalización en el uso de las redes por parte de la política…
-Es que, si tú lo piensas, la política no necesariamente está tratando de ser racional, la política quiere usar la campaña para conseguir sus fines. Entonces, esto es como big data, si tú no haces un destilado de little data y con eso haces insight significativo para cambiar tu discurso, en realidad no generan mayor impacto.
-¿Cuál es la diferencia entre impacto y alcance?
-El alcance en el fondo es cuando puedes llegar a mucha gente, a una cantidad enorme de gente. Por ejemplo, te siguen miles de personas, pero esas miles de personas están hablando entre ellas.
En la estructura de la conversación, hay una parte que se llama el componente gigante de la conversación y una estructura central. En la estructura central están los que de verdad están interactuando y están conversando.
Por ejemplo, en los estudios que hicimos durante la última elección presidencial, se ve muy claro que Kast en un momento estaba totalmente en el borde de la conversación y logró meterse en el centro. Cuando ganó la primera vuelta estaba en la mitad de la conversación, había logrado que todos hablaran con él. Y el que lo superó en la mitad de la conversación, que se metió en la estructura, terminó siendo Gabriel Boric en la segunda vuelta. Eso para mí es el impacto.
Lo más importante es la centralidad, la centralidad tiene dos caras. Una cara es que gente relevante con la conversación te hace caso y te considera relevante. Otra es que estás conectado con gente que piensa diversamente y no está en un nicho. La mezcla de esos dos aspectos es relevante para quienes están haciendo el trabajo bien hecho.
Por supuesto estas cosas son relativas, pero en el fondo lo importante es quiénes son los que están moviendo la aguja. Y lo más bonito que tiene eso es que, cuando tú tienes esa estructura, puedes pescar a esa gente y ver qué dicen, es decir, cómo se refieren a las cosas.
En definitiva, yo creo que es muy importante ordenar esto. Le conviene a Kast, le conviene a Jara y a Matthei. A las tres candidaturas les convendría limpiarse de ese tipo de recursos de campaña sucia, porque el problema en democracia no es ganar la elección, es gobernar al día siguiente.
La única posibilidad de hacer democracia de verdad es volver a encontrarse. Y este tipo de campañas limitan muchísimo.
-Es complejo frenar el fenómeno de la desinformación en una coyuntura electoral cuando se viraliza…
-El problema de la viralización es que no hay eficiencia con el tema del fact-checking, porque la gente no cree en datos, cree en emociones. Entonces el fact-checking es una respuesta a la gente que ya cree en algo. Pienso que la única solución es construir confianza, la confianza se construye con un tono esperanzador y no jugar el juego radical.
Hoy día en el marketing político hay gente que se dedica a mentir y es algo que se ha hecho toda la vida, desde el origen de la democracia. El tema es que la desinformación hace mucho daño y los que tienen que controlar esto son los medios, son las organizaciones civiles.
-¿Cómo evalúas el hecho de que los mismos conglomerados políticos emitan sus propios informes para evaluar el tema de las campañas de desinformación en redes?
-Es que hay un tema ahí sobre cómo lograr coherencia, no basta simplemente decir “este lo está haciendo mal”.
El Papa juntó a un montón de influencers para hablar de esto y justamente dijo que el problema no son las redes. Usó una idea muy bonita, que había como que retejer las redes, pensando en las redes de los pescadores. Es decir, no son una cosa mágica hecha por la naturaleza, uno sigue a quien quiere seguir, uno tiene que aprender a usar esas redes.
El problema es que estas tecnologías siempre en un primer momento son aprovechadas por los abusadores. En los años 90, los tutsis fueron asesinados masivamente por los hutus en las ciudades de Ruanda donde había radio, porque se propagó una mentira, y se usó esa tecnología para mentir. Las quemas de brujas no nacen en el medioevo, son de la modernidad. Después de la imprenta, los libros que más se vendieron fueron aquellos que decían que las mujeres eran brujas y había que quemarlas. Es decir, siempre ha habido un momento en que el abusador aprovecha la tecnología para hacer daño.
Estamos en ese momento difícil del cambio, en que los abusadores, los que saben mentir, están aprovechando el espacio. Pienso que la inteligencia artificial, que todos le temen, va a ser parte de la solución de esto, pero falta. Entonces para esta campaña creo que lo que tenemos que hacer es tratar de animar a los candidatos a ser más inteligentes, porque lo importante va ser el día siguiente a la elección, y eso se juega hoy día.
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