Publicidad

Integración latinoamericana: ¿dónde estamos?

Publicidad

Nuestro país es uno de los grandes beneficiarios y «usuarios» del TM80. La Aladi es el primer proveedor y el tercer cliente mundial de Chile, y representa un mercado potencial que reúne el 90% del PIB y el 90% del comercio de América Latina, al tiempo que es un gran importador de manufacturas.








Se acaban de cumplir veinticuatro años de vigencia del Tratado de Montevideo de 1980 (TM80), que junto con crear la Aladi estableció el marco jurídico para los acuerdos comerciales que regulan los intercambios entre los doce países miembros. En este tiempo ha demostrado ser un instrumento de gran utilidad, que mediante los principios de pluralismo, flexibilidad y convergencia, ha propiciado un entendimiento comercial bilateral y subregional muy dinámico, basado en la realidad de cada país, sin forzar etapas ni imponer esquemas, como había sido la inviable tónica de la Alalc.



Sus frutos están a la vista: el comercio intra-regional se cuadruplicó, las inversiones externas crecieron siete veces en parte para aprovechar ese dinamismo, y la participación de la región en el comercio internacional creció, aunque moderadamente. Los intercambios entre los doce miembros (los cuatro del Mercosur, los cinco de la Comunidad Andina, México, Chile y Cuba) ascienden a cuarenta y tres mil millones de dólares, de los cuales casi la cuarta parte corresponde al comercio exterior de Chile con la región.



Nuestro país es uno de los grandes beneficiarios y «usuarios» del TM80. La Aladi es el primer proveedor y el tercer cliente mundial de Chile, y representa un mercado potencial que reúne el 90% del PIB y el 90% del comercio de América Latina, al tiempo que es un gran importador de manufacturas.



El proceso de integración comercial por esta vía ya está prácticamente finalizado en lo se refiere a intercambio de bienes, puesto que el grado de liberalización alcanza a cerca del 90% de los productos y llegará a casi 100% en dos años más.



Esta una base muy importante, que se articula a partir de los acuerdos entre la Comunidad Andina y el Mercosur, Chile y México. Pero no es suficiente. Hay que asumir la corrección del déficit de integración que aún tenemos, ya que hasta ahora han primado más los aspectos arancelarios por sobre la cooperación en la rica gama de temas que podrían potenciar las economías y la posición internacional de la región en un complejo Siglo XXI.



¿Qué viene ahora? Necesariamente se debe producir un upgrading desde el área de preferencias de la Aladi, a una zona de libre comercio, que esta organización ha denominado «Espacio de libre Comercio», incorporando los servicios, las inversiones, compras públicas, disciplinas comerciales y temas de competitividad.



La dimensión política del proceso es la que permitirá producir las sinergias en todos los campos necesarios, como lo ha propuesto el actual presidente de la Comisión Permanente del Mercosur, Eduardo Duhalde. Es decir, más allá de lo arancelario-comercial, la voluntad de asumir la integración energética, la integración financiera y la integración física, y el avance hacia formas cooperativas entre los estados para resolver controversias, complementar las estructuras productivas, y abordar todos los aspectos que coadyuvan a tener proyectos comunes y posiciones internacionales compartidas.



Estamos hablando de lo que es la esencia de un proceso de integración: un proyecto político sinérgico, con base económica para la paz y la cooperación, con el fin de obtener un desarrollo social equilibrado y sostenible que nos de una posición en el mundo.



Es evidente que de haber existido un verdadero proceso de integración, las devaluaciones de la reciente década, las crisis de pago, la crisis regional de energía, los problemas de infraestructura, de telecomunicaciones e interconexiones eléctricas que restan competitividad a nuestras empresas no se habrían producido, o habrían tenido un impacto bastante menor y desde luego se habrían administrado de otra manera.



Ejemplos existen, como la Unión Europea que ya ha entrado en la fase superior de la integración política respetando su diversidad interna. Nosotros estamos lejos de ello, pero desde la Cumbre de Iguazú, por voluntad de siete países, soplan buenos vientos para irnos aproximando a nivel de toda Latinoamérica más rápidamente al objetivo del Tratado de Montevideo: la creación de un Mercado Común, que más tarde probablemente llegará a ser como una «comunidad de comunidades» estructurada a partir de los esquemas sub-regionales existentes.





Héctor Casanueva. Embajador de Chile ante la Aladi y el Mercosur

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad