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Formación universitaria transformadora

Por: Jorge Babul C


Señor Director:

Generalmente se muestra a la ciencia, tecnología e innovación (CTI) como una suerte de fórmula mágica para el desarrollo. En este escenario, incursionar en el arte o la historia se vuelve un lujo y el entrenamiento técnico se transforma en el único paso viable hacia el futuro. Pero, precisamente, el desentenderse del aprendizaje amplio nos puede conducir a un futuro que no queremos. Una educación amplia y general promueve el pensamiento crítico y la creatividad. La innovación no es solamente un asunto técnico, sino uno de comprender cómo la gente y las sociedades funcionan, lo que necesitan y quieren.

En los países desarrollados los resultados de los escolares en los tests internacionales no son muy buenos, sin embargo, lideran en CTI. Sus economías son flexibles, el trabajo está basado en el mérito y están abiertos a las ideas. Adicionalmente, tienen confianza en sí mismos y enseñan esta actitud mejor que las matemáticas. Hay algo poderoso en la valiente confianza en sí mismos: desafiar a los mayores, crear compañías, persistir cuando otros piensan que están equivocados y levantarse cuando fallan. Algunas compañías prefieren a los ingeniosos y apasionados a aquellos que tengan habilidades específicas.

Fortalecer las artes liberales, como propone Edward O. Wilson en “Consilience”, estudioso de la sociobiología y biodiversidad, fallecido recientemente, es central para la formación universitaria de nuestros tiempos. El gran desafío es la integración del conocimiento que hemos adquirido hasta ahora: ciencias naturales y exactas, ciencias sociales y de la comunicación, humanidades y artes. Si logramos realizar un cambio en nuestra educación toda, en este sentido, incluyendo la formación de profesores, tendremos los profesionales creativos que necesitamos para nuestro desarrollo y bienestar de nuestra gente.

Jorge Babul C.
Director
Programa Académico de Bachillerato

Universidad de Chile

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