
Es un imperativo ético y de coherencia limitar las compras militares a Israel
Ganar en autonomía estratégica y en coherencia ética diversificando, al final redundará en el sustento valórico-conceptual de nuestra sociedad, así como en la autonomía (soberanía) y seguridad del país. No es posible transar armas por vidas.
En la última Cuenta Pública, el Presidente Gabriel Boric volvió a condenar el genocidio en Gaza. Tras constantes acciones diplomáticas (respalda acusación de genocidio en contra de Israel en la Corte Internacional de Justicia, no recibe al embajador Gil Artzyeli, le retira la invitación a Fidae, llama a consulta al embajador en Tel Aviv, retira a los tres agregados militares), dijo haber instruido a la ministra de Defensa, Adriana Delpiano, para que le presentara a la brevedad un plan de diversificación de nuestras relaciones comerciales en Defensa para dejar de depender de la industria israelí, agregando que “respaldamos la propuesta adoptada por España de decretar un embargo de armas al Gobierno de Israel”.
El anuncio del Presidente generó críticas de diversos personajes (no todos de derecha) y de algunos medios, aduciendo la posibilidad de “impacto en la relación con EE.UU.”, de una posible “Enmienda Kennedy 2.0”, de “incomodidad del mundo militar”, de diferencias “entre las convicciones personales y el interés nacional”, etc. Incluso, y tras del retiro de los agregados, la llamada “Comunidad Judía” lo acusó de “no responder a una política exterior seria ni coherente, sino que refleja una acción ideologizada que desconoce los intereses estratégicos del país y debilita vínculos clave para la cooperación internacional”, mientras que el Grupo Parlamentario Chile-Israel dijo que es “una acción desproporcionada y parcial” que debilita la política exterior, los vínculos de la Defensa y las capacidades estratégicas.
Palabras más o palabras menos, lo primero que hay que aclarar es que la política de Defensa es subordinada a la política exterior y en esta última, particularmente desde el retorno a la democracia en los 90, ha preponderado el multilateralismo, la solución pacífica de las controversias, el respeto al derecho internacional y el humanitario (incluyendo las civilizatorias Convenciones de Ginebra), la paz y la cooperación.
En este entendido y al conmemorarse el 77° aniversario de la Nakba (éxodo forzado de más 700 mil palestinos de su tierra en 1948), por ejemplo, el canciller Alberto van Klaveren, declaró que “el derecho del pueblo palestino a vivir libre y soberanamente en su propia tierra no es negociable. Es un derecho inalienable, consagrado en la Carta de la ONU (…) Chile cree firmemente en la solución de dos Estados, viviendo en paz y seguridad (…) se trata del único camino posible para alcanzar una paz justa, duradera y sostenible (…)”.
Y recalcó que “la comunidad internacional no puede seguir mirando hacia el costado (frente a lo que pasa en Gaza). Como exigen los principios de humanidad, dignidad y legalidad (…)”, para evitar una segunda Nakba.
Lo que sucede en Gaza es más que una nueva Nakba. De acuerdo con Érika Guevara Rosas, directora general de Investigación, Incidencia, Política y Campañas de Amnistía Internacional, “el alcance del sufrimiento humano en Gaza en los últimos 19 meses es inimaginable y es consecuencia directa del genocidio en curso de Israel. Aparte de un breve respiro durante la tregua temporal, Israel está convirtiendo Gaza, sin descanso ni piedad, en un infierno de muerte y destrucción”.
Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores de China, reafirma esto al decir que “desde China vemos con alarma cómo las fuerzas militares israelíes, con el respaldo logístico y diplomático de los Estados Unidos continúan una campaña militar desproporcionada y devastadora. Cientos de miles de vidas civiles están siendo puestas en peligro, familias enteras han sido borradas del mapa, hospitales, escuelas, refugios y centros humanitarios han sido atacados. El pueblo palestino está atrapado entre los escombros, el fuego cruzado y el abandono internacional”.
Ya el 19 de julio de 2024, “en una sentencia histórica, la Corte Internacional de Justicia determinó que Israel ha cometido múltiples y graves violaciones del derecho internacional contra los palestinos en los Territorios Palestinos Ocupados” e, incluso, por primera vez, declaró a Israel responsable de apartheid e investiga, tras la acusación de Sudáfrica y la concurrencia de varios países, crímenes de genocidio.
Entre la continuidad de los bombardeos con decenas de miles de muertos, heridos y desaparecidos (casi en su totalidad civiles, niños, mujeres), de más del 90% de la infraestructura y de las fuentes productivas destruidas con millones de toneladas de escombro, un bloqueo de la entrada de alimentos y medicinas ha transformado a Gaza en un “infierno en la Tierra”, de acuerdo con Louise Wateridge, portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (UNRWA).
Ante esta realidad y de los principios de nuestra política exterior, es que el Presidente ha planteado la necesidad de “un plan de diversificación de nuestras relaciones comerciales en materia de Defensa, que nos permita dejar de depender de la industria israelí”, de modo de limitar nuestra conexión con un país contrario a nuestros intereses y valores, a nuestra política exterior, pero sin limitar ni impedir la colaboración con el resto de los actores internacionales. Países como Alemania y Francia, por ejemplo, han aumentado sus inversiones en defensa para reducir su dependencia de Estados Unidos tras las divergencias mostradas con la administración Trump o también están los casos de China y Corea del Sur, que han invertido fuertemente en tecnología para disminuir su dependencia y ganar autonomía.
La relación de Chile con Israel como proveedor de armamento ha sido una constante en la política de Defensa desde 1975 (Israel le ayudó a la dictadura a sortear el bloqueo y aislamiento con equipos de comunicaciones y morteros, el misil aire-aire Shafrir Mk.2 de Rafael y hacia finales de esa década se sumaron tanques M-51 y M-50 – Sherman israelí/Iseherman, entre otros).
Sin embargo y a pesar de que fue un buen negocio para algunos, en un contexto geopolítico en constante cambio, incierto, con poli y permacrisis, el imperativo ético expresado en valores y marcos multilaterales hoy es más necesario que nunca en función de la paz y la cooperación internacional. Esto exige, entonces, abordar las relaciones en defensa desde una perspectiva técnica y estratégica, coherente con los valores éticos del país.
El “desacoplamiento” de Israel como fuente de equipamiento militar en función de una diversificación, además de un tema ético de limitar relaciones comerciales de armamento con un país en extremo cuestionado y que contradicen la mayoría de los compromisos internacionales que Chile ha suscrito en materia de derecho internacional, derechos humanos y derecho humanitario (ej., la Cruz Roja denuncia “severos y repetidos ataques en contra de civiles en Gaza”, mientras la Corte Penal Internacional ordena el arresto de Netanyahu por crímenes de guerra y lesa humanidad), es una estrategia clave para aumentar la seguridad, al repartir el riesgo entre diferentes fuentes, lo que reduce la exposición a una única fuente, aumentado la posibilidad de resiliencia ante eventos adversos como sanciones y/o conflictos.
Cada día es más claro que basar la estrategia de Defensa Nacional en un solo proveedor o en un grupo limitado expone al país a riesgos geopolíticos y, por lo mismo, de suministro, afectando la soberanía y la autonomía estratégicas. Esta última, se refiere a la capacidad de un país o entidad de actuar de forma independiente y tomar decisiones estratégicas sin depender excesivamente de otros actores internacionales (reduce la vulnerabilidad a presiones externas).
Para la Unión Europea (UE), por ejemplo, de acuerdo con Josep Borrell, implica la capacidad de la UE para actuar en defensa y seguridad, así como en otros ámbitos, como la economía y la tecnología, de forma “autónoma” cuando sea necesario, manteniendo al mismo tiempo la cooperación con socios internacionales.
Una desvinculación progresiva y estratégica no solo alinearía la política de Defensa con los valores éticos, haciendo más coherente la política exterior (incidiendo positivamente en nuestro poder blando y en nuestra estatura político-estratégica), sino que la diversificación de proveedores permitiría acceder también a tecnología militar de distintas fuentes de similar calidad y homologables/compatibles a la logística existente. Hoy, países como España, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Suecia, Bulgaria, Polonia, China, Corea del Sur, hasta otros más lejanos, como India, entre muchos otros, ofrecen una variedad de productos de avanzada tecnología y eficiencia, producto de la revolución tecnológica y su democratización.
La relación con proveedores privilegiados como Israel o Estados Unidos, aunque es técnicamente ventajosa en algunos aspectos (ej., ya esté el material, hay experiencia previa y formación para su uso), además de condicionamientos políticos, suele implicar altos costos financieros, debido a los límites que significa la dependencia de patentes con alta exigencias y la necesidad de mantener contratos de mantenimiento y soporte técnico con los fabricantes originales.
Este modelo incrementa los costos a largo plazo y limita la capacidad para adaptar estas tecnologías a las propias necesidades y/o el desarrollo propio. Avanzar hacia un sistema de compras más flexible, que contemple licencias de producción local o mercados abiertos, puede ser más eficiente en términos de valor agregado, costo-beneficio y operatividad.
La desvinculación de proveedores como Israel, gradual y planificada, de modo de morigerar el impacto inicial, sobre todo de tecnología más avanzada, como sistema de guerra electrónica, o por los costos y requerimiento de los contratos o de la misma reconversión, puede ser vista también como una oportunidad para potenciar el desarrollo de capacidades locales en la industria de defensa.
FAMAE, ASAMAR Y ENAER, en colaboración con las universidades, están perfectamente capacitadas para suplir parte importante de los requerimientos de nuestras FF.AA. hoy surtidos por Israel, sobre todo de aquel material más básico. Invertir en investigación, desarrollo e innovación tecnológica polivalente podría no solo reducir la dependencia, sino que generaría también empleo, estimularía la economía y posicionaría a Chile como un actor relevante en la producción de tecnología.
Ganar en autonomía estratégica y en coherencia ética diversificando, al final redundará en el sustento valórico-conceptual de nuestra sociedad, así como en la autonomía (soberanía) y seguridad del país. No es posible transar armas por vidas.
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