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¿De qué podemos y no podemos hablar/pensar? Opinión

¿De qué podemos y no podemos hablar/pensar?

Eduardo Leiva Pinto
Por : Eduardo Leiva Pinto Académico investigador, Escuela de Periodismo Departamento de Ciencias Sociales Universidad Bernardo O’Higgins Antropología médica, filosofía política, salud global / planetaria
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A partir del revuelo que ha generado la difusión de dos tesis (una de pre y otra de postgrado de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile) que abordan el tema de la pedofilia y que, según la voz mayoritaria, sería impropio hacerlo, es pertinente consultarse, al menos, algunas cuestiones: ¿Qué rol cumplen hoy las ciencias sociales y humanidades? ¿Cómo investigan? ¿Todos los temas pueden ser abordados? Vamos por parte.

Las ciencias sociales y humanidades cumplen un rol primordial en la comprensión de diversos fenómenos: cambio climático, dinámicas migratorias, procesos de interculturalidad, emergencias identitarias y ciudadanías, mundialización/globalización, seguridad y violencia, transformación digital y trabajo, derechos humanos, cohesión y bienestar social, equidad, paz, desigualdades, pobreza, exclusión, entre otros temas.

Su trabajo busca contribuir al diálogo entre los diversos grupos socioculturales; promover principios, prácticas y normas éticas para el desarrollo social, científico y tecnológico; construir una cultura de la paz; promover los derechos humanos, la equidad, el buen vivir, sociedades justas, inclusivas y democráticas; combatir toda forma de discriminación y violencia.

Ahora bien, y a pesar de que el valor social de la investigación sea una condición necesaria para ser éticamente aceptable, no es suficiente. Toda investigación debe desarrollarse de tal manera que incluya el respeto por la dignidad y la preocupación por el bienestar de las personas y de las comunidades participantes. Las investigaciones deben ser igualmente sensibles a los valores de justicia y equidad. Ese es el marco ético que toda investigación, en cualquier ámbito del saber humano, debiera seguir.

En esos términos, la investigación en ciencias sociales y humanidades, guiada por aquel marco ético irrenunciable, es la llamada a pensar el mundo y sus fenómenos; todos los fenómenos que en él ocurren, de larga o corta data, globales o locales, que comprometan a humanos y a estos en sus interacciones y con las otras especies. En ese pensar el mundo, el mundo emerge, se nos hace comprensible, acontece como una realidad vivida y proyectada. En otros términos, el mundo y sus fenómenos son en razón del intercambio experiencial entre materialidades diversas. Las ciencias sociales y las humanidades están ahí para registrar aquel intercambio constitutivo de realidad, y dotarlo de sentido reflexivo o difractivo, en los términos de Karen Barad.

De este modo, y bajo mi manera de llevar el trabajo como humanista y cientista social, se ha de asumir la tarea de leer al mundo de manera rigurosa y sistemática, entendiéndolo a partir de intercambios generativos, mutuo-comprensivos, atendiendo a los múltiples engarces fundados en relaciones de diferencia, y cómo estas trascienden, materializan en fenómenos y acontecimientos concretos.

Las cosas no preexisten a las interacciones, emergen de ellas, asumiendo propiedades particulares, así los fenómenos sociales, emergen de intraacciones específicas (Haraway). En tal ejercicio, habrá mundos que emergerán, y otros serán excluidos, no pudiendo desestimarse las consecuencias de tal exclusión.

El entendimiento de esta relacionalidad generativa del mundo será tarea de las ciencias sociales y humanidades. Aquí jerarquías polares como naturaleza/cultura o humano/animal se tornan problemáticas, abriendo un campo de actuar transdiciplinario que posibilitará, sin duda, mejores comprensiones respecto de aquellos intercambios generativos que se dan a nivel inter o multiespecies.

Entonces, las ciencias sociales y humanidades no podrían privarse de abordar todas las cuestiones que comprometan a los humanos y sus interacciones, he ahí su campo de acción, he ahí cuando el mundo nace, se verifica. Otra cuestión será que aquel ejercicio no se realice ética y rigurosamente, haciendo del pensar un actuar apologético y doctrinario.

Las tesis en cuestión, suponiendo que son más lo segundo que lo primero, ¿debieran ser proscritas?

A mi juicio no, pues, así como no existen cosas previas a que las cosas sean en la interacción, no existen ideas que preexistan a sus posibilidades de existencia verificadas en las interacciones generativas que estas expresan o, dicho de otro modo, las ideas serán si hacen emergen un mundo y sus trayectorias de posibilidad. La idea se permite porque permite al mundo. De este modo, la negación se juega menos en el campo de la censura y más en el de la concreción posible.

No se ha de temer a las ideas, estas crean o destruyen, se ha de temer a los censores, pues a las ideas destructivas se las aborda limitando progresivamente sus campos de interacción, en cambio, el censor resplandece en su acto inquisidor. La luz que proyecta puede ser de tal alcance que enceguezca el pensar, haciendo de la humanidad lo que no ha sido: univocalidad.

He ahí las ciencias sociales y las humanidades.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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