
Las cohabitaciones disfuncionales del litio
Es probable que veamos una compleja litigación, que retrase aún más el ya exasperantemente lento avance de la minería del litio. Eliminar la excepción en nuestra regulación es la única manera de zanjar de una buena vez duplicidades que, la verdad sea dicha, no hay cómo solucionar.
Imagine que Chile fuera un espacio deshabitado aún no descubierto. Usted es el primero y se apronta a fundar una república. ¿Cómo asignar los yacimientos mineros? ¿Vía concesiones transables libremente entre privados o mediante permisos de explotación cuyos tiempos y condiciones maneja el Estado?
La opción a elegir, por supuesto, trasunta una preferencia política. Quienes tenemos un corazoncito más liberal privilegiamos la libertad de acción y que sean las señales de precios las que marquen la ruta. Quienes transitan por la vereda del progresismo, o alguno de sus parientes, prefieren al Estado como arquitecto y recaudador en jefe. Hay argumentos atendibles en ambos lados y no pretendo convencer a nadie con una simple columna sobre este debate más que centenario.
Pero ahora imagine que llega a un territorio ya habitado y con larga tradición minera. Para 117 de los 118 elementos químicos, la asignación es mediante concesiones transables. Solo la asignación de los derechos a explotar litio no ha sido resuelta. Si usted es de quienes prioriza legítimamente el timón estatal, incluso si pudiera demostrar más allá de toda duda que en un territorio virgen esa opción es superior, tendrá que reconocer que la dificultad práctica de hacer coexistir dos modelos en simultáneo es insalvable. Ocurre que al bombear salmuera rica en litio emergen también muchos otros elementos y no es factible concebir dos dueños en simultáneo.
Por desgracia, esta incompatibilidad no es solo hipotética. Lo que acaba de ocurrir en los salares altoandinos de la Región de Atacama ilustrará de forma traumática cuán disfuncional es la coexistencia de 117 elementos concesibles con uno no concesible.
Eramet, gigante de la que el Estado de Francia posee un 27%, invirtió a fines del 2023 US$ 95 millones en concesiones mineras en una zona donde hay gran cantidad de litio. Sin embargo, Enami seleccionó como socio en la explotación del litio presente en esa misma área a Rio Tinto. La indigerible consecuencia de esta duplicidad es que la salmuera contendrá litio que pertenecerá a Enami y Rio Tinto, y un cúmulo de otros elementos –como boro y potasio– que pertenecen a Eramet. Separar la parte de cada cual exige un sofisticado proceso de refinación.
Tan poco trivial es que, en Australia, el país que nos desbancó como principal productor de litio, prefieren enviar sus rocas semicrudas a China para refinarlas allá. Incluso, si Eramet bombeara en un pozo diferente podría reclamar con justicia que sus cohabitantes alteran las características de la salmuera de la que ellos reclaman todo, menos litio.
Es probable que veamos una compleja litigación, que retrase aún más el ya exasperantemente lento avance de la minería del litio. Eliminar la excepción en nuestra regulación es la única manera de zanjar de una buena vez duplicidades que, la verdad sea dicha, no hay cómo solucionar.
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