
Kast vs. Matthei: sin lugar para dos gremialistas
La UDI y el Partido Republicano saben que, con el fortalecimiento del otro, su propia supervivencia está en juego. Y mientras ambos repiten que su camino es el verdadero, todo indica que, por ahora, no hay lugar para dos gremialistas.
En esta época de retroceso democrático, los líderes de ultraderecha se han convertido en actores políticos relevantes y con claras posibilidades de llegar a La Moneda. Esto ha generado un duelo entre dos viejos conocidos: Matthei versus Kast, o sea, la UDI versus el Partido Republicano.
¿Hasta qué punto este duelo representa una disputa entre dos proyectos distintos de país? ¿O más bien asistimos a una pugna por ser herederos de un mismo legado?
Los mellizos separados
“En el fondo, la razón por la que siempre estuve en política no se limitaba a la UDI como partido; eran las ideas que la motivaban. Y eso lo veo mucho más claro en el Partido Republicano que en la UDI (…). Y Kast representa el tipo de político y las ideas que siempre quise promover y defender”.
Con estas palabras un alto dirigente de la derecha me explicó por qué se salió de la UDI para unirse a las filas del Partido Republicano. Era el verano del 2023 y estaba entrevistando a líderes políticos de ambos partidos. Yo ya sabía que la UDI y el Partido Republicano son hijos de un mismo padre y de una misma religión: Jaime Guzmán y el gremialismo. Cuentan con las mismas redes, cultura política e inspiraciones doctrinarias. A la vez, cuentan con principios políticos prácticamente idénticos.
Mi interlocutor no solo reconocía esas coincidencias, sino que también asumía que ambos se disputan el mismo electorado. Y es justamente en ese plano, el electoral, donde la necesidad de diferenciarse no pasa tanto por las diferencias ideológicas, sino por la brecha que ha significado la figura de Kast.
Ideológicamente, ambos partidos coinciden en la necesidad de restaurar el orden después de la crisis de hegemonía que significó el estallido social. La estrategia común ha sido invocar la figura de un pasado idealizado y postular una agenda de únicamente tres temáticas: seguridad, control migratorio y crecimiento.
Sin embargo, a diferencia de la UDI, la influencia carismática de José Antonio Kast ha permitido al Partido Republicano adoptar métodos más disruptivos y antagónicos para aplicar la misma agenda y, a la vez, afirmar una mayor pureza ideológica.
El carisma de la pureza ideológica
A pesar de que Matthei ha intentado endurecer posiciones haciendo llamados para restituir la pena de muerte, su liderazgo no logra alejarse de los modales institucionales. En cambio, Kast, mostrándose imperturbable y confrontacional, se distancia de las formas tradicionales de la política. Para él, la renovación del proyecto gremialista no se da restaurando la legitimidad de una forma de hacer política desgastada, sino mostrándose disruptivo y de frente.
Por ejemplo, cuando Matthei acusa a Kast de no respetar a las mujeres o de lanzar campañas “asquerosas” en su contra, Kast, en vez de entrar en conflicto con ella, responde que “(los republicanos) siempre hemos dicho las cosas de frente (…). Nunca haríamos una campaña en contra de quienes no son nuestros adversarios políticos”. Esta respuesta no es casual. Por un lado, reafirma un discurso auténtico y sincero donde él lidera y no se victimiza y, por otro lado, destierra a Matthei de su capacidad de liderar el sector.
Se trata de una cuestión de estilo político contemporáneo: como en todos los partidos de ultraderecha exitosos en el mundo, Kast representa al líder que entrega la coherencia ideológica, en este caso, la del gremialismo chileno. Es el arquetipo de la “figura paterna” para la radicalización de sus seguidores. Su imagen opera en términos de autoridad carismática, y su legitimidad reside en su posicionamiento de santidad, heroísmo y características individuales.
¿Cordón sanitario? Los problemas de Chile y la experiencia internacional
La evidencia internacional –desde la perspectiva de la ciencia política– sugiere que, cuando la ultraderecha y la derecha tradicional pactan e inician acuerdos programáticos e ideológicos, la ultraderecha termina absorbiendo a la derecha tradicional, ya que no busca acuerdos. Como dijo Daniel Matamala, “la ultraderecha no hace alianzas, exige sumisión”. Argentina, Brasil y Francia han sido ejemplos de esa absorción por parte de la ultraderecha y de cómo ha sido arrastrada por los discursos radicales ultra.
La experiencia internacional también demuestra que, si la derecha tradicional decide aplicar un cordón sanitario, como si se intentara contener una enfermedad, puede ser eficaz para evitar que la extrema derecha avance en sus posiciones. No solo en el discurso, sino también a través de una política de aislamiento acordada juntamente con el resto de los partidos democráticos, incluidas la socialdemocracia y la izquierda.
Cuando eso sucede, la ultraderecha, si bien puede crecer, se mantiene aislada de la toma de decisiones y las esferas altas de poder, y la derecha tradicional sigue viviendo. El caso del AfD en Alemania es el más emblemático. Este partido ha sido excluido de cualquier alianza de Gobierno federal desde la derecha tradicional, CDU, a todo el espectro político a su izquierda.
Podríamos preguntarnos si, tal como en Alemania, debería también existir un cordón sanitario en Chile frente a la ultraderecha, pero el problema acá es uno que la ciencia política usualmente no considera: la génesis de la ultraderecha chilena.
A diferencia de la AfD, cuyo surgimiento la aleja de los principios y programas de la CDU, y a diferencia de Milei o Bolsonaro, cuyo origen es ajeno a la derecha tradicional, Kast y el Partido Republicano no han inventado su propia mitología. Por el contrario, buscan reencarnar el proyecto original de la UDI popular, pero sin el desgaste de la política tradicional.
¿Hay espacio para dos? La herencia es supervivencia
Entonces cabe preguntarse: ¿cómo aplicar un cordón sanitario si ambos son hijos de un mismo legado? En Chile, el conflicto entre la UDI y el Partido Republicano no es ideológico, sino de disputa por la representación de una única tradición gremialista. Si se disputan la misma gente, la misma ideología, el mismo programa, las mismas redes e historias, entonces, ¿hay espacio para que ambos partidos puedan coexistir?
La UDI y el Partido Republicano saben que, con el fortalecimiento del otro, su propia supervivencia está en juego. Y mientras ambos repiten que su camino es el verdadero, todo indica que, por ahora, no hay lugar para dos gremialistas.
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