Opinión
A 60 años de Nostra Aetate: el legado vivo del diálogo interreligioso
Cabe relevar algunos lineamientos de esta declaración: reforzar el diálogo interreligioso como vía para la paz; combatir la intolerancia religiosa, desde el antisemitismo hasta la islamofobia; y promover la fraternidad universal, entendiendo la diversidad como una riqueza y no como una amenaza.
Este año se cumplen seis décadas de la declaración Nostra Aetate, uno de los documentos más audaces e influyentes del Concilio Vaticano II. Su promulgación fue un acto de coraje espiritual y visión histórica, que inauguró un proceso de apertura y renovación, llevando a la Iglesia Católica a revisar su propia historia, su relación con el judaísmo y las raíces teológicas que durante siglos alimentaron el antisemitismo. En definitiva, un gesto de reflexión y esperanza, que abrió un camino nuevo en la historia del entendimiento entre la Iglesia y el judaísmo.
Impulsada por la visión humanista del Papa Juan XXIII y promulgada por el Papa Pablo VI el 28 de octubre de 1965, la declaración marcó un punto de inflexión en la doctrina católica, al reconocer con respeto las tradiciones religiosas no cristianas, en particular el judaísmo, aunque también el islam, el budismo y otras.
Nostra Aetate rompió con siglos de desconfianza y estigmas, al rechazar la noción de “culpa colectiva” del pueblo judío en la muerte de Jesús y condenar toda forma de antisemitismo. De esta manera, abrió un camino de autocrítica y reconciliación que, en todo caso, tardó décadas en consolidarse, hasta culminar con el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Vaticano e Israel en 1993.
El diálogo judeo-cristiano, sin embargo, no fue lineal ni exento de tensiones. Supuso vencer sospechas de ambos lados y redefinir los límites de la fe frente al otro. Pero de eso se trata el diálogo interreligioso y cívico: de sostener la tensión entre la convicción y la apertura, con el coraje que exige construir confianza allí donde antes hubo recelo.
Seis décadas después, el aniversario de Nostra Aetate invita a reflexionar sobre su vigencia en un mundo atravesado por conflictos religiosos, racismo y polarización. En tal sentido, cabe relevar algunos lineamientos de esta declaración: reforzar el diálogo interreligioso como vía para la paz; combatir la intolerancia religiosa, desde el antisemitismo hasta la islamofobia; y promover la fraternidad universal, entendiendo la diversidad como una riqueza y no como una amenaza.
Hoy, cuando resurgen el racismo, la intolerancia y los discursos odio, incluso utilizando los códigos de la religión o la política, el espíritu de Nostra Aetate vuelve a ser urgente, no como un legado del pasado, sino como una invitación a renovar el coraje moral que la hizo posible. Por eso, al celebrar estos 60 años reafirmamos que la construcción de la paz, la convivencia y la cohesión sigue siendo una tarea urgente, donde la fe tiene mucho que aportar.
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