Opinión
La primaria cuántica
El escenario es aún más complejo para el sector. La incertidumbre crece con la proximidad de la elección y, en pocos días, se apagará la luz de las encuestas. Así, el termómetro público quedará en silencio y el pulso electoral dependerá más de percepciones que de datos.
En la derecha chilena ya no hay una línea de sucesión clara. Lo que comenzó como una competencia ordenada entre Evelyn Matthei y José Antonio Kast es hoy una primaria improvisada, abierta, sin árbitros ni reglas. Es, pero no es.
Ello ocurre porque, durante octubre, Johannes Kaiser dejó de ser un actor periférico y se transformó en un contendiente real dentro del bloque. Como lo muestra el Monitor de Liderazgos Políticos de Datavoz (ver aquí), su rápido ascenso alteró los incentivos internos y obligó a todos en la derecha a recalcular sus rutas. Ese cambio sugiere que el electorado de derecha se está inclinando hacia un registro más duro e identitario, donde la autenticidad pesa más que la amplitud.
Mientras Kaiser sube como la espuma, Matthei mantiene su desempeño. Ella intentó moverse hacia el centro e incluso hizo guiños a la centroizquierda, pero el espacio al que aspiraba parece haberse encogido más que ampliado, acotando severamente sus posibilidades de remontar en lo poco que queda.
El dato parece claro: la ciudadanía de derecha, en su conjunto, se muestra más cómoda afirmando diferencias que construyendo convergencias. En ese plano, encarnar una sensibilidad capta más atención que ofrecer un programa reflexionado. Por eso Kaiser parece estar subiendo en su sector. ¿Quién representa mejor la idea de autoridad? ¿Quién transmite menos ambigüedad? ¿Quién habla desde un malestar que aún busca cauce? Pareciera que el electorado de derecha dice que no es Matthei y, por lo tanto, entre Kast y Kaiser se disputan el mismo imaginario de orden y firmeza.
El resultado es un escenario de espejos enfrentados. Los candidatos se observan y se reflejan. Cada movimiento de uno reordena al otro. No hay liderazgos estables; hay pulsaciones. Y a medida que se acerca la elección, la lógica del “voto útil” se diluye. El votante de derecha ya no tiene claro a quién fortalecer: si a quien tiene mejores equipos, al histórico candidato o al emergente.
El escenario es aún más complejo para el sector. La incertidumbre crece con la proximidad de la elección y, en pocos días, se apagará la luz de las encuestas. Así, el termómetro público quedará en silencio y el pulso electoral dependerá más de percepciones que de datos. El tramo final será una competencia a ciegas, con algunos tuertos leyendo datos obtenidos casi como contrabando en grupos de WhatsApp.
Confrontados, quien gane esta disputa habrá quizá conquistado la hegemonía interna de la derecha, pero a costa de estrechar el perímetro de su representación. Eso es lo que ocurre cuando una primaria se gana sin reglas: el triunfo puede ser real y, al mismo tiempo, pírrico.
Al final, cuando se apaguen las encuestas y solo quede la urna, la derecha habrá tenido su primaria y no la habrá tenido. Una primaria cuántica: que es y no es.
¿Será también un presagio de lo que viene?
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