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Asequibilidad, abundancia y el barrio Meiggs
Quizás es necesario mirar el barrio reconociendo su enorme capacidad para dar respuesta a las necesidades de nuestra gente, permitir y favorecer su expansión, incluso su reproducción en otros lugares, e ir avanzando progresivamente para mejorar los aspectos problemáticos.
En medio de las deterioradas posibilidades electorales de la izquierda en el mundo en general y en Chile en particular, me han llamado la atención dos situaciones que en principio no parecen relacionadas, pero lo están.
Por una parte está el éxito del alcalde electo de Nueva York, Zohran Mamdani, un recién llegado que derrotó de manera sorprendente al establishment del Partido Demócrata. Lo hizo con una agenda de izquierda que no está enfocada en cuestiones culturales, sino en un elemento central y casi exclusivo de su campaña, que es el del acceso de la población a bienes y servicios básicos a bajo costo: la asequibilidad.
La campaña de Mamdani llamó a este valor affordability, llamando a enfrentar el hecho de que una mayoría heterogénea de neoyorquinos de ingresos medios y bajos, que incluye trabajadores asalariados, jubilados, emprendedores, inmigrantes, jóvenes profesionales y otra gran variedad de grupos sociales, tiene en común el que los ingresos que reciben no resultan suficientes para pagar el arriendo, los alimentos, el transporte, los seguros de salud, el cuidado de los niños y otros bienes y servicios que han subido fuertemente en los últimos años, mientras los ingresos se estancaban.
Las soluciones que propone el alcalde son discutibles, pero creo que la temática del acceso a bienes y servicios como centro de la oferta política es novedosa y muy relevante para un proyecto político de izquierda.
He leído recientemente un libro que tematiza bien este problema a partir de otro valor. Lleva por título Abundance, o abundancia, de los autores Ezra Klein y Derek Thompson.
El libro contiene un crítica a la política de izquierda por negarse a reconocer las inmensas oportunidades que la modernidad ofrece en términos de posibilitar el acceso a una amplia disponibilidad de bienes y servicios como producto de los avances tecnológicos y sociales, incluyendo el enorme crecimiento económico ocurrido en el llamado sur global en los últimos cuarenta años.
La política progresista contemporánea, según Klein y Thompson, se encontraría presa de una mentalidad basada en el temor de las élites educadas, la percepción de una gran necesidad de protección y una noción general de escasez de recursos que ha contribuido a generar sociedades mezquinas, ideales para el surgimiento del resentimiento y la ultraderecha.
Esto se expresa en lo que en Estados Unidos se conoce como NIMBYism, es decir, el concepto de que las clases profesionales ya establecidas se resisten de manera sistemática a la construcción de nuevas viviendas, infraestructura y proyectos de energía que mejorarían el acceso de las personas de estratos medios y bajos a mejores y más abundantes bienes y servicios.
El exceso de regulaciones protectivas y las amplias posibilidades legales que se ofrecen a las personas de ingresos medios altos y altos de oponerse y entorpecer el avance de los proyectos impide el despliegue de las enormes posibilidades que hoy tenemos, por primera vez en la historia de la humanidad, de contar con una abundancia que sea ecológicamente equilibrada y socialmente inclusiva.
Estas reflexiones pueden ser útiles para pensar en cómo puede la izquierda chilena reconectar con un amplio sector del electorado que parece haberla abandonado. No parece viable ningún proyecto político que pretenda representar a quienes sienten la carencia de recursos y que no les ofrezca prosperidad.
Permítaseme un ejemplo: trabajo en el límite entre el barrio universitario del poniente de Santiago y el barrio Meiggs. Me impresiona ver la profusión de noticias negativas que permanentemente se publican sobre esta parte de la ciudad. Durante un tiempo, la gran polémica fue la de los llamados guetos verticales, edificios masivos que ofrecen departamentos de bajo costo, pero con servicios limitados y aparentes problemas de convivencia. Otro tema sonado en los medios ha sido el comercio ambulante, la venta de alimentos sin controles sanitarios, el juego clandestino y, más recientemente, la cuestión de crimen organizado y la ilegalidad reinante en algunos sectores del barrio.
Todo lo anterior es parte de la verdad y muchos de estos problemas son reales, pero me parece que esta visión enfatiza la mirada desde afuera, la de la misma élite reticente a los cambios que se critica en Abundance y en la campaña de Mamdani. Hay otra versión de la historia de este barrio. Se trata de una zona extraordinariamente dinámica, donde miles de personas de bajos ingresos acuden diariamente a trabajar, comprar y vender cosas, divertirse, alimentarse y ganarse la vida.
En pocas décadas el sector se ha llenado de viviendas, de comercio pequeño y de grandes cadenas, de enormes edificios de importadoras chinas que ofrecen todo tipo de bienes a muy bajos precios, también muy criticados por cierto. Recientemente se han instalado hoteles modernos y baratos, algunos de gran tamaño, supongo que para atender a los viajeros que utilizan el sector como un lugar de paso.
Sus calles parecen desordenadas, pero también son muy entretenidas. Está lleno de inmigrantes de los orígenes más diversos, la oferta culinaria es variada y accesible y recientemente he visto aparecer buses argentinos, supongo que atraídos por la oferta de bienes baratos que se ofrecen de manera exuberante, y cuyo bajo precio se explica en parte por la relativa informalidad.
El desorden, los conflictos, e incluso algunos niveles de ilegalidad, parecen ser un componente ineludible del dinamismo de este tipo de lugares, donde se entremezclan elementos económicos, sociales y culturales diversos y donde al mismo tiempo hay tanta creación e intercambio de riqueza. Es el caso histórico de los barrios más interesantes de Nueva York, como Harlem en la época de Renacimiento de los años veinte, o el East Village, o el legendario barrio de Palermo en Buenos Aires. Estos barrios, que hoy se han gentrificado, aún son recordados con nostalgia por su época más vital y creativa (y peligrosa).
La pregunta es: ¿por qué el barrio Meiggs y sus alrededores siguen siendo tan atractivos a pesar de toda la publicidad negativa?
Probablemente, la respuesta tenga que ver con las ideas antes planteadas. Es un lugar donde reinan la abundancia y la asequibilidad, dos valores que están entre los más importantes para la gran mayoría de chilenos comunes, que tienen remuneraciones bastante bajas.
De algún modo, este barrio simboliza los problemas, pero también las oportunidades de los tiempos que enfrentamos. Hasta ahora, la visión de la élite educada y progresista respecto de esta área de la ciudad parece ser completamente negativa. Urbanistas, salubristas, periodistas, el municipio y las agencias públicas miran al barrio como un enorme problema, casi como una mancha en medio de una ciudad que aspira a ser ordenada y moderna.
Pero se olvidan de que esa ciudad a la que aspiran no puede ser pagada por la mayoría de los ciudadanos. Las soluciones asequibles para ellos no van a cumplir siempre con los estándares ideados en las cátedras o tomados de algún organismo internacional. Estoy convencido de que una gran ciudad está tan viva como su barrio más desordenado.
Quizás es necesario mirar el barrio reconociendo su enorme capacidad para dar respuesta a las necesidades de nuestra gente, permitir y favorecer su expansión, incluso su reproducción en otros lugares, e ir avanzando progresivamente para mejorar los aspectos problemáticos. Se trata de organizar paulatinamente su funcionamiento, pero sin disminuir su dinamismo, que parece ser parte de la solución al mismo tiempo que la causa de sus problemas.
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