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Venezuela, una tensa espera
Lo que suceda en Venezuela en las próximas semanas puede marcar la relación de Estados Unidos con nuestra región durante el resto del período de Trump. Una operación quirúrgica que saque a Maduro y restablezca la democracia, podría tener un efecto dominó en Cuba y Nicaragua.
Desde agosto, se ha ido instalando una flota de más de una docena de buques de guerra de Estados Unidos frente a Venezuela, incluyendo el portaaviones Gerald R. Ford y cazas F-35 en Puerto Rico. Este despliegue suma unos 15.000 efectivos como parte de la operación “Lanza del Sur”, oficialmente dirigida contra el narcotráfico.
No olvidemos que el gobierno de Trump ha designado a varios carteles como organizaciones terroristas, incluyendo recientemente el “Cartel de los Soles”, al cual pertenecería Maduro, según las autoridades norteamericanas, lo que posibilita el uso de medios militares para combatirlos. En ese sentido, en estas semanas se han destruido al menos 22 embarcaciones tanto en el Caribe como en el Pacífico, con unas 80 personas muertas (presuntos narcotraficantes según Estados Unidos).
Esta es la mayor presencia militar estadounidense en la región desde la invasión de Panamá en 1989. Aunque oficialmente el propósito es hacer frente a la narcocriminalidad y no se ha declarado intención de invadir, subsiste la duda por la acumulación de fuerzas.
Al comienzo se pensaba que todo era una maniobra más bien mediática y de impacto cosmético, pero a medida que han ido pasando las semanas se ha ido instalando la incertidumbre sobre su real alcance y consecuencias. Esto se ha acentuado con el arribo del portaviones, el más poderoso de la flota estadounidense. Como sabemos, los portaviones se movilizan acompañados de toda una flotilla y son fundamentales para mantener la capacidad operativa de reacción rápida de Estados Unidos en diversos puntos del globo. Por tanto, y salvo que haya la posibilidad de un conflicto, la dinámica es que estén en permanente movimiento. En circunstancias ordinarias no permanecen estacionados por mucho tiempo en una misma área y el costo de hacerlo repercute en el esquema de despliegue mundial y la política de defensa y seguridad de los Estados Unidos.
Este 29 de noviembre la presión se acentuó, debido al anuncio de Trump de cierre unilateral del espacio aéreo venezolano. Es decir, ninguna aeronave puede volar en Venezuela bajo riesgo de ataque. Varias aerolíneas internacionales (Iberia, TAP, Latam, Avianca, Plus Ultra, Turkish Airlines, Gol) suspendieron vuelos tras esta medida, dejando aún más aislado a ese país. Junto con ello, Trump advirtió que podrían iniciarse acciones terrestres “muy pronto”.
Por eso que se ha acentuado el nerviosismo, especialmente en el régimen de Maduro. ¿Qué quiere el gobierno de Trump? ¿Dar una señal de que si no hay cambios, tanto en materia criminal como política (Trump acusa al régimen venezolano de ser un narco gobierno), podría intervenir por las armas? ¿Es entonces una maniobra de presión para empujar por cambios que podrían incluso estimular una cesión pactada del poder o derechamente una defenestración de Maduro? ¿Y qué tipo de acciones bélicas podría asumir Estados Unidos? ¿Bombardeos selectivos en tierra o alguna operación para capturar o neutralizar a Maduro, Cabello y otros jerarcas chavistas?
Venezuela no es Panamá. Es un país extenso que además cuenta con una capacidad militar importante. Por lo mismo, cualquier ataque podría no solo ser costoso en términos humanos, también podría alargarse y extenderse, en circunstancias que el mismo Trump llegó al poder con la promesa de retirar a su país de todos los conflictos que no tengan que ver directamente con su seguridad o con la competencia con China.
Lo que parece evidente es que tener una flota frente a Venezuela debe tener algún rédito y hasta ahora, más allá de destruir algunas lanchas que serían de narcotraficantes, no hay nada que mostrar. ¿Estaría dispuesta la administración Trump a retirar su portaviones después de algunas semanas sin nada que exhibir? ¿Qué está pasando tras bambalinas?
La mayoría de los analistas, a los cuales me sumo, coinciden que las posibilidades de alguna acción han aumentado y que un repliegue sin ningún resultado por parte de Estados Unidos es cada vez menos probable
El gobierno de Trump busca dar varias señales, algunas de las cuales ya están en ejecución. En primer término, la militarización del combate contra los carteles narcos. Como lo mencioné, ya van varias lanchas destruidas con sus tripulaciones tanto en el Pacífico colombiano como en el caribe de este país y venezolano.
Otra señal es demostrar que nuestro hemisferio es una zona de interés principal para la seguridad de los Estados Unidos. Marco Rubio, secretario de Estado, afirmó que su país tiene “todo el derecho a operar militarmente en su hemisferio” y rechazó que Europa pueda cuestionar la legalidad de sus acciones en el Caribe. Rubio insistió en que la operación busca interrumpir el tráfico de narcóticos y desmantelar organizaciones criminales transnacionales, rechazando cualquier interferencia externa en la política de defensa estadounidense.
En otras palabras, esto es la reedición de la diplomacia norteamericana regional que persistió hasta la Guerra Fría: considerar este hemisferio, particularmente América latina, como el área de su influencia indiscutida. Si hace unos meses forzaron a Panamá a sacar a las empresas chinas en las concesiones portuarias a ambos lados del canal, en este caso estarían escalando para sacar a chinos, rusos, cubanos e iraníes de una potencia en hidrocarburos y que tiene un peso regional importante a pesar de su menoscabo acelerado en los últimos años.
En la eventualidad de acciones armadas, ¿cuál sería la reacción latinoamericana? En lo que se refiere a la diáspora venezolana, esta que representan casi un tercio de la población del país, apoya mayoritariamente una intervención con 64%. Al interior del país el porcentaje bajaría al 34% aunque es más difícil de saber y sin duda que ante la posibilidad de ser víctimas de esos ataques, existe una mayor reticencia.
En el resto de la región, una encuesta de octubre de 2025 revela que el 53% de los latinoamericanos apoyan una intervención militar de Estados Unidos en Venezuela para destituir a Nicolás Maduro. A nivel de los gobiernos, el cambio de clivaje en curso hacia la derecha está aumentando el aislamiento chavista y restando oposición oficial a alguna intervención.
Colombia, Brasil y México en la última cumbre CELAC-UE en la ciudad colombiana de Santa Marta a comienzos de noviembre, suscribieron una declaración que declara el Caribe como zona de paz, sin lograr sumar al resto de la región. En caso de un ataque armado estadounidense al territorio venezolano, está prácticamente descartado alguna reacción militar de estos países, pero sí podrían prestar algún apoyo logístico y material a Venezuela, así como político, alejándolos de Estados Unidos, congelando cualquier acercamiento estratégico con esta nación e incluso privilegiando otras alianzas defensivas, por ejemplo incorporando a China y Rusia en esa dimensión.
En el mismo Estados Unidos una encuesta de noviembre CBS News y YouGov deja en evidencia que 70% de los estadounidenses está en contra de una acción militar en Venezuela y más importante aún, 3/4 de los entrevistados considera que cualquier intervención bélica debería contar con la aprobación previa del congreso.
Lo que suceda en Venezuela en las próximas semanas puede marcar la relación de Estados Unidos con nuestra región durante el resto del período de Trump. Una operación quirúrgica que saque a Maduro y restablezca la democracia, podría tener un efecto dominó en Cuba y Nicaragua, alterando radicalmente el panorama político regional. En un escenario óptimo, tres dictaduras podrían dejar de serlo.
Pero aquello requiere de la conjunción de varios factores y un mínimo derramamiento de sangre. De no ocurrir eso, las cosas podrían enredarse y quedar peor, sin contar con el precedente de intervenir en un estado soberano, que Estados Unidos ya no podría reprochar a otros (aunque en el nuevo orden en configuración los paradigmas han cambiado).
Finalmente, hay una mínima posibilidad de otro escenario: que sea otra fanfarronada o finta del presidente Trump para obtener concesiones de distinta naturaleza y dar mensajes en un juego mayor a varios destinatarios, incluyendo a su audiencia interna.
Wait and see.
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