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Los Frei, los Demócratas y la extrema derecha chilena
La victoria del Rechazo no solo abrió camino al ascenso de la ultraderecha en los procesos electorales posteriores, sino que además estimuló la creación de nuevas agrupaciones políticas lideradas por esos sectores conservadores que habían perdido el predominio dentro de la ex Concertación.
Según La historia oculta del régimen militar (1988) de Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda –la obra periodística más completa y minuciosamente documentada sobre la dictadura–, el cuerpo del Presidente Salvador Allende fue trasladado el 12 de septiembre de 1973 desde Santiago a Viña del Mar, donde fue enterrado en el cementerio público de Santa Inés, sin una placa que señalara la ubicación de su tumba.
Ese mismo día, la Junta Militar celebró su primera reunión presencial, a la que asistieron los comandantes en Jefe del Ejército, Augusto Pinochet; la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh; la Armada, José Toribio Merino; y el general director de Carabineros, César Mendoza.
El rol de mando se hace explícito en el documento fundacional del 11 de septiembre de 1973, donde la segunda cláusula del Decreto Ley 1 designó formalmente a Pinochet como presidente de la Junta desde ese mismo día.
El entonces presidente del Senado y uno de los principales opositores políticos al Gobierno de Salvador Allende, el democratacristiano Eduardo Frei Montalva, había identificado tempranamente que el núcleo del poder de la Junta radicaba en Pinochet.
En sus conversaciones con las periodistas Raquel Correa y Elizabeth Subercaseaux recopiladas en el libro Ego Sum Pinochet (1989), el dictador ofrece una curiosa enseñanza al momento de recordar las insistentes llamadas que recibió del expresidente DC el día del golpe:
“¿Saben cuándo vine a quedar en el poder? Les voy a contar cuándo. Fue ese mismo día del golpe. El mismo once. Estábamos peleando en la mañana y se me acerca un oficial y me dice: ‘Mi General, aquí está llamando el señor Frei, y dice que si usted lo necesita está en el teléfono tal, tal y tal’. Una hora más tarde, llama de nuevo. ‘Habla Frei. Dígale al General Pinochet que me voy a cambiar al teléfono tal, tal y tal. Si me necesita para algo me puede encontrar en ese número’. Cuando llamó por tercera vez, le dije al oficial: ‘Dígale al señor Frei que no me interesa. Acá estamos nosotros actuando solos’”.
El primer decreto de la Junta emitido el 11 de septiembre también expone las motivaciones detrás de las actuaciones tildadas como una “misión suprema”: salvaguardar la nación y asegurar su supervivencia frente a “la intromisión de una ideología dogmática y excluyente, inspirada en los principios foráneos del marxismo-leninismo”. El Decreto Ley 2 reconocía implícitamente que, en adelante, la Junta gobernaría por decreto. Por su parte, el Decreto Ley 3 declaró sin ambigüedad un Estado de Sitio en todo el territorio nacional. A ello siguió rápidamente el Decreto Ley 4 que proclamó un Estado de Emergencia en todo el país, estableciendo la división de provincias y departamentos y la designación de sus respectivos jefes.
El 12 de septiembre, se promulgó el Decreto Ley 5 para “precisar” que el Estado de Sitio declarado en respuesta a conmociones internas (Decreto Ley 3) debía entenderse como un “Estado o Tiempo de Guerra”. Entre las justificaciones expuestas en este decreto figuraba “La necesidad de reprimir en la forma más drástica posible las acciones que se están cometiendo contra la integridad física del personal de las Fuerzas Armadas, de Carabineros y de la población en general”. Para tal fin, se añadió una cláusula al artículo 281 del Código de Justicia Militar: “Cuando así lo exija la seguridad de los atacados, los autores podrán ser muertos en el acto”.
Junto con estas definiciones iniciales, surgieron dos preocupaciones urgentes durante la primera reunión de la Junta: por un lado, la necesidad inmediata de conformar un equipo de gobierno. Por el otro, la cuestión más amplia sobre cuánto tiempo pretendía mantenerse en el poder el régimen militar tras el derrocamiento del Gobierno de Allende.
En relación con la preocupación más inmediata, la cúpula militar optó por distribuir los ministerios clave entre las principales ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros representadas en la Junta. Todo indica que tras la estrategia para derrocar al Gobierno no había existido una planificación previa detallada por parte del alto mando respecto de las exigencias prácticas de gobernar después del golpe.
En cuanto al dilema de mediano plazo, las proyecciones iniciales contemplaban prolongar el régimen militar hasta el 4 de noviembre de 1976, fecha en que el mandato presidencial de Allende concluía oficialmente. Para la facción mayoritaria del Partido Demócrata Cristiano que apoyó el golpe, este plazo se consideraba más que suficiente para preparar la reapertura democrática y la convocatoria de nuevas elecciones.
Aunque el golpe implicó un despliegue militar y operativo directo en las principales ciudades del país, las “liturgias del poder” no quedaron del todo suspendidas. Un ejemplo elocuente lo constituye la celebración del tradicional Te Deum que tuvo lugar apenas una semana después del golpe, cuando La Moneda aún humeaba producto del bombardeo.
En aquella ocasión, los miembros de la Junta fueron acompañados por los representantes del Poder Judicial, además de tres expresidentes de la República: Gabriel González Videla (1946-1952), Jorge Alessandri (1958-1964) y Eduardo Frei Montalva (1964-1970), según consta en imágenes de archivo recuperadas por la Cineteca Nacional de Chile, en un documento de invaluable valor para la memoria fílmica y política del país. En aquella oportunidad, Frei dijo a la prensa que asistía para “orar por la paz y la reconstrucción de la patria”.
La presencia de figuras prominentes de la clase política tradicional en este acto ecuménico –que habían respaldado la tesis del derrocamiento– adquirió especial relevancia para la Junta, que desde el comienzo buscó proyectar una imagen de “normalidad”, pese a haber declarado días antes que el país se encontraba en un “Estado o Tiempo de Guerra”. Un ejemplo revelador de este esfuerzo es el Decreto Ley 11, promulgado el 17 de septiembre, que establecía –dada “la necesidad de que el país permanezca paralizado el menor tiempo posible”– que el 19 de septiembre de 1973 sería considerado día laboral para la actividad pública y privada, pese a tratarse de una festividad nacional tradicional.
Años después, cuando la Democracia Cristiana se percató de que los militares y la extrema derecha civil instalada en la burocracia del Estado tenían “metas y no plazos”, pasó a la oposición. Frei Montalva, que había apoyado previamente la tesis del derrocamiento respaldando de manera pública y privada el golpe de Estado, se convirtió así en uno de los principales opositores al régimen.
En 1982, Eduardo Frei padre encontraría la muerte. De acuerdo con el documentado libro de su hija Carmen Frei, Magnicidio, su padre no murió por las complicaciones médicas que lo aquejaban, sino porque fue víctima de un asesinato político perpetrado durante la dictadura de Pinochet por agentes vinculados a los organismos de seguridad. Ante el fallo de la Corte Suprema en 2023 que absolvió a los condenados por la muerte del expresidente, Carmen Frei sostuvo que mantenían la convicción de que su padre había sido asesinado.
Volver al futuro
De cara a la segunda vuelta presidencial del próximo 14 de diciembre de 2025, el expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle ha manifestado su apoyo explícito a la extrema derecha chilena representada por José Antonio Kast. Lo mismo ha hecho el Partido Demócratas, conducido por Ximena Rincón.
Tanto el exmandatario como la facción conservadora escindida de la Democracia Cristiana —y otros actores provenientes de partidos de la ex Concertación— se han desplazado desde los márgenes de la centroizquierda para alinearse hoy como vagón de cola de la extrema derecha. Este movimiento, sin embargo, está lejos de ser nuevo, tanto histórica como coyunturalmente.
Frei Ruiz-Tagle había decidido tempranamente inclinarse por la opción Rechazo en el plebiscito constitucional de salida de junio de 2022. De modo similar, la facción conservadora de la Democracia Cristiana –junto con militantes de la ex Concertación– tomó partido decididamente por el Rechazo el 4 de septiembre de ese mismo año, cuando las directivas de sus partidos de origen optaron por el Apruebo. En este contexto, uno de los casos más emblemáticos fue el de la exministra de Michelle Bachelet, Ximena Rincón, quien asumió un rol central en la campaña de la denominada “centroizquierda por el Rechazo”.
La victoria del Rechazo no solo abrió camino al ascenso de la ultraderecha en los procesos electorales posteriores, sino que además estimuló la creación de nuevas agrupaciones políticas lideradas por esos sectores conservadores que habían perdido el predominio dentro de los partidos de la ex Concertación. Entre ellas, Amarillos y Demócratas. Más tarde, tanto Frei Ruiz-Tagle como dichas colectividades manifestaron su respaldo A Favor de la llamada “Kastitución” en el plebiscito del 17 de diciembre de 2023.
Recientemente, el expresidente recibió a Kast en su casa para respaldar su programa de emergencia, impregnado del inconfundible tufillo de los Decretos Ley dictados en los orígenes de la dictadura, aquellos que, en su momento, el expresidente Frei Montalva apoyó. Este lunes, y en un acto preparado para la ocasión, el Partido Demócratas, liderado por Rincón, formalizó también su apoyo explícito a Kast y a su “Gobierno de emergencia”.
Y es que la historia no se repite, pero rima.
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