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El Mapocho es la postal. El Maipo, el riesgo que nadie quiere mirar Opinión

El Mapocho es la postal. El Maipo, el riesgo que nadie quiere mirar

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Ricardo Salazar González
Por : Ricardo Salazar González Profesor Asociado PUC Investigador Asociado SERC Chile
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Celebrar el Mapocho es justo. Pero confundir un hito sanitario con seguridad hídrica es un error estratégico. Si el Mapocho demuestra que Chile puede recuperar un río, el Maipo nos recuerda que aún no hemos aprendido a proteger una cuenca completa.


En las últimas semanas abundaron noticias sobre agua con nuevas plantas de tratamiento, debates por desaladoras, anomalías sanitarias detectadas y corregidas, y avances científicos para modelar mejor nuestros sistemas hídricos. Entre todos esos titulares, uno destacó por su tono celebratorio al cumplirse 15 años del saneamiento del Río Mapocho. Y sí, es un logro gigantesco. El proyecto Mapocho Urbano Limpio transformó una herida urbana en un ecosistema vivo. El regreso de aves y biodiversidad, junto a la creación de nuevos parques demuestra que cuando el Estado, la ciencia y las sanitarias empujan juntas, Chile puede cambiar su historia ambiental.

Pero mientras celebramos ese éxito visible, el sistema que sostiene esa bella postal está en alerta roja. La calidad del Mapocho refleja un triunfo urbano; la seguridad hídrica de Santiago, en cambio, depende del Río Maipo, de su caudal, su gobernanza y su salud ecológica. El Mapocho es la foto. El Maipo es la infraestructura natural que alimenta a ocho millones de personas, sostiene la agricultura periurbana, regula ecosistemas y amortigua el cambio climático. Sin embargo, lo tratamos como si fuera inagotable, como si no necesitara cuidados, como si la imagen del Mapocho limpio resolviera el problema estructural. Pero la realidad es otra. El Maipo muestra caudales más bajos, conflictos crecientes por el agua, degradación de sus riberas y una preocupante falta de información moderna. Sin datos actualizados, no sabemos realmente qué circula por nuestra cuenca. Y sin saberlo, no podemos prevenir crisis.

La cuenca Maipo-Mapocho requiere cambios que ningún gobierno ha abordado activamente. Primero, necesitamos un monitoreo moderno y transparente. Mientras no midamos contaminantes emergentes (antibióticos, hormonas, microplásticos, PFAS, pesticidas) seguiremos gestionando a ciegas. Segundo, urge una restauración ecológica del Maipo. No basta con tuberías e infraestructura. Hay riberas degradadas, acuíferos sobreexplotados y pérdida de biodiversidad que amenazan directamente la seguridad hídrica futura. Tercero, Santiago debe avanzar hacia el reúso seguro de aguas residuales. Haber saneado la ciudad fue un hito, pero no es suficiente. Las capitales que enfrentan sequías similares como California o Tel Aviv, recirculan su agua para sobrevivir. Cuarto, debemos impulsar soluciones modulares y energías limpias. No toda innovación hídrica requiere megainversiones. Muchas comunas podrían mejorar mañana su disponibilidad de agua con sistemas solares, híbridos o unidades descentralizadas. Pero nada de esto será sostenible sin una gobernanza real de cuenca. La actual fragmentación conlleva decisiones sectoriales, agendas desconectadas, visiones parciales que no corresponde a la naturaleza integrada del agua. Una cuenca es un organismo vivo, no un organigrama. 

Celebrar el Mapocho es justo. Pero confundir un hito sanitario con seguridad hídrica es un error estratégico. Si el Mapocho demuestra que Chile puede recuperar un río, el Maipo nos recuerda que aún no hemos aprendido a proteger una cuenca completa. La verdadera pregunta no es si podemos sanar un cauce; ya lo demostramos. La pregunta es si podremos hacerlo antes de que el Maipo cruce un umbral irreversible. Porque si Santiago pierde su río, no pierde una postal. Pierde su futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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