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Jeannette Jara busca despegarse de Boric sin romper con el Gobierno ni su base oficialista
La candidata oficialista intenta afirmar su identidad mientras la sombra de Boric complica su campaña. Las intervenciones del Presidente, la crisis por el Simce y la acusación contra Pardow reavivan el dilema de Jara: marcar distancia sin parecer ruptura.
A Jeannette Jara le está costando más despegarse del Gobierno que subir en las encuestas. En cada frase, en cada matinal y en cada acto de campaña, su desafío es el mismo: demostrar que no es continuidad, sin que parezca traición. “No soy la continuadora del Gobierno”, repite como mantra, pero la sombra de Gabriel Boric la sigue donde vaya, incluso cuando su propio comando le ruega al Presidente que no se meta más en la campaña.
Mientras Jara trata de construir su identidad, Boric sigue marcando el paso. Y es que el Mandatario ya suma cuatro intervenciones en tono abiertamente electoral, donde –sin nombrarlo– ha apuntado una y otra vez contra el abanderado republicano José Antonio Kast, pese al llamado del comando oficialista a bajar el perfil, algo que a juicio de Evelyn Matthei busca favorecer a Jara, dado que Kast sería más fácil de derrotar en segunda vuelta.
Analistas advirtieron que el Presidente corre el riesgo de “eclipsar” su propia apuesta sucesoria, pero lo cierto es que Boric no parece dispuesto a dejar de hablar. En su entorno lo justifican: “No quiere el síndrome del pato cojo”.
Pero Jara, entretanto, igual ha tenido que salir a hacer frente al fuego cruzado. Primero, con la acusación constitucional contra Diego Pardow, exministro de Energía que el propio Boric tuvo que sacar del gabinete tras el desastre de los cobros de luz. Jara partió con matices, pero terminó dándole luz verde al libelo: “La situación es suficientemente grave para dar cualquier opción”, dijo, quitándole definitivamente el poco piso que le quedaba al ahora exministro.
La derecha celebró el gesto como un desmarque electoral. En el oficialismo lo leyeron como un movimiento táctico para no cargar con el costo del error.
Apenas se calmaba ese frente, vino otro: papelón en el Simce, un error logístico que dejó a más de 200 cursos sin poder rendir la prueba y al Ministerio de Educación, liderado por el también militante comunista Nicolás Cataldo, en el banquillo. Esto, inevitablemente, salpicó a la abanderada.
Jara tuvo que salir al paso. Pidió investigar a fondo y aprovechó de resaltar una de sus propuestas para modernizar el Estado. También aprovechó para lanzar una estocada directa a Kast: “Ojo con los que dicen que le van a pasar la motosierra a todo, porque lo que están haciendo es abrir espacios para el narco y el crimen y para ello no estoy disponible”.
Pero cada frase suya se lee en clave de equilibrio. Si marca distancia, la acusan de oportunismo; si defiende al Gobierno, la tildan de continuista. En ese laberinto político intenta moverse sin romper el pacto de Unidad por Chile ni dañar la investidura de Boric, pero dejando claro que su proyecto no será una “segunda parte” del Frente Amplio.
Jara habla de “una segunda frontera tecnológica”, de drones, sensores y control migratorio. De Carabineros con nuevas atribuciones. De gestión y resultados. En resumen, el lenguaje de quien entendió que el votante ya no busca épica, sino orden. Pero el problema no es su discurso: es la herencia, la pesada mochila que lleva, la de un Gobierno que –como admitió Carolina Tohá– no estaba preocupado de la seguridad al inicio de su mandato.
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