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Rosita Rodríguez: “Enseñar a personas privadas de libertad es una de las experiencias más humanas” PAÍS Luis Felipe De la Vega

Rosita Rodríguez: “Enseñar a personas privadas de libertad es una de las experiencias más humanas”

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Luis Felipe de la Vega
Por : Luis Felipe de la Vega Investigador educativo.
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Rosita Rodríguez, directora del Liceo TP de Adultos de Antofagasta y Premio LED 2025, reflexiona sobre los desafíos de educar en contextos de encierro y la urgencia de políticas de reinserción con continuidad y dignidad.


En esta nueva entrevista con personas que trabajan día a día en educación, entrevisté a Rosita Rodríguez Contreras, quien actualmente es directora del Liceo Técnico Profesional de Adultos Antofagasta, que se encuentra ubicado en Centro de Cumplimiento Penitenciario Concesionado de Antofagasta. Además de directora, Rosita es doctora en educación y recibió recientemente el Premio LED 2025 en la categoría Inclusión y equidad. Nuestra conversación se centró en la formación de personas que se encuentran privadas de libertad.

-¿Cómo es enseñar a personas privadas de libertad? ¿Qué desafíos presenta?
-Enseñar a personas privadas de libertad es una de las experiencias más humanas y desafiantes que alguien puede vivir. Es trabajar con personas que, más allá de sus historias y errores, están buscando construir o reconstruir un camino que muchas veces se quebró cuando eran niños o jóvenes. En el penal, la sala de clases se convierte en un espacio de autonomía y de dignidad; es un lugar donde vuelven a sentirse personas, estudiantes.

Dentro de este espacio los desafíos son diarios y latentes. Hay situaciones que cambian de un momento a otro, por ejemplo, restricciones de ingreso, trámites, traslados, y la carga emocional que ellos y nosotros cargamos. Pero también está la enorme recompensa de verlos avanzar, aunque sea un poco, y descubrir que todavía tienen algo que ofrecer y construir.

Mis estudios doctorales solo reafirmaron esta convicción: la educación tiene el poder de resignificar espacios donde pareciera que todo está perdido, y que detrás de cada estudiante, existe una historia que merece una segunda oportunidad.

-¿Cuáles son los principales desafíos que tiene dirigir un establecimiento que se encuentra en un recinto penitenciario?
-Dirigir una escuela dentro de una cárcel es liderar en condiciones que nadie te enseña en la formación inicial. Cada decisión involucra más instituciones de las que uno imagina, y, además de lo propiamente pedagógico, todo debe pensarse considerando la seguridad, la logística y las realidades humanas del encierro.

El desafío mayor es lograr que el “tiempo penitenciario” y el “tiempo educativo” dialoguen sin que uno anule al otro. A veces se puede y a veces no. Y debemos aprender con el ejercicio diario que, por mucha logística y dedicación que se ponga a una idea en particular, pueda ocurrir que debamos reprogramar y avanzar.

-A su juicio, ¿qué valoración hace la sociedad chilena a la educación en el contexto en que usted se desempeña?
-Creo que la sociedad chilena todavía mira la educación en contexto de encierro desde la distancia. Para muchos, la cárcel es un mundo ajeno y cuesta reconocer que ahí también viven personas que necesitan y merecen oportunidades educativas. En muchas ocasiones se vive del estigma y las personas que se forman aquí se les asocia al principalmente con el castigo que recibieron.

Sin embargo, cuando uno entra al penal, entiende que la educación no es un beneficio: es un derecho y, muchas veces, éste es el único espacio que les permite volver a sentirse parte del mundo. Desde mi perspectiva, aún falta mucho para visualizar el hecho que invertir en educación en contexto de encierro no es un gesto de “bondad”, sino una decisión profundamente humana.

-A partir de su experiencia laboral y trabajo de investigación, ¿qué políticas educativas son las que más se necesitan en Chile?
-Chile necesita políticas que crean realmente en la Educación para Jóvenes y Adultos (conocida como EPJA) y en la inserción. Cuando hablo de inserción, me refiero a un proceso integral y sostenido, que va mucho más allá de que una persona “finalice sus estudios” o “termine la condena”. Inserción significa la posibilidad de vivir y disfrutar de un lugar legítimo en la sociedad, con herramientas reales para ejercer derechos, asumir responsabilidades y construir un proyecto de vida posible. Este reconocimiento y valorización no debe realizarse desde el discurso, sino desde las prácticas concretas.

Principalmente, se debe proteger el tiempo educativo dentro del penal, porque, sin continuidad, no hay aprendizaje posible. Además, tiene que existir una formación especializada para quienes trabajamos en estos contextos, porque éste no es un espacio para improvisar, ni tampoco para quienes deseen algo tranquilo. Se necesita energía, creatividad, y mucho compromiso. Además, se tiene que potenciar una articulación entre todos los actores sociales que forman parte de quienes se encuentran cumpliendo condena: los programas de reinserción social, Gendarmería, las redes de apoyo y los distintos estamentos que supervisan y acompañan los procesos educativos. Parte de mi investigación doctoral demostró en este contexto que, cuando el Estado asegura continuidad, pertinencia y dignidad, los estudiantes responden. No se trata de dar más, sino de dar bien, exigir y entregar calidad.

-¿Existen o se han desarrollado políticas educativas que usted considere que son especialmente relevantes para Chile? ¿Cuáles destacaría?
-Sí, ha habido avances que agradecemos profundamente quienes trabajamos en este ámbito. Destacaría las Nuevas Bases Curriculares para la EPJA, que permiten trabajar de forma más flexible con personas adultas, y los lineamientos de educación en contextos de encierro, que han dado mayor claridad al rol educativo dentro de las cárceles.

También valoro los esfuerzos recientes por fortalecer la reinserción desde una mirada integral. Son pasos importantes, pero aún queda camino. Estas políticas necesitan continuidad, recursos y una implementación real en cada penal del país, no solo en el papel. Por lejos, nuestro contexto educativo sigue siendo el menos visto y analizado.

-¿Cuáles son sus expectativas sobre las políticas educativas en el próximo gobierno? ¿Qué recomendaría al próximo presidente?
-Espero que el próximo gobierno ponga a la EPJA de la Educación Continua en Contexto de Encierro ECE en un lugar más central. Que entienda que educar en contextos vulnerados no es un favor, es una política de Estado que impacta directamente en la seguridad, la convivencia y las oportunidades futuras. Le recomendaría escuchar más a quienes estamos en estos espacios. Las soluciones están ahí, en la experiencia acumulada de docentes, directivos y estudiantes que día a día sostienen aprendizajes en circunstancias muy complejas.

Recomendaría también garantizar condiciones mínimas para funcionar: infraestructura básica, dotaciones completas y formación especializada. Y, sobre todo, políticas que no cambien cada cuatro años, sino que permitan construir trayectorias reales de inserción educativa.
La educación en contextos de encierro cambia vidas. Yo lo veo todos los días. Solo hace falta que el país también lo vea.

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