Yo opino
Créditos: El Mostrador.
Prevención de Violencia de Género en el marco de la Ley 21.369
La Ley 21.369 que regula el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género en las instituciones de educación superior, ha permitido ir evidenciando aquella violencia que debemos condenar en educación superior. Sin embargo, tras esta nueva conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer nos interpela a mirar más allá de las estrategias puramente punitivas y trasladarnos a lo que tal vez no nos es tan evidente. Esta Ley contempla un eje importante en prevención precisamente porque más allá de las necesarias condenas (mirada reactiva) están nuestros propios prejuicios, nuestros sesgos, nuestros estereotipos, nuestros micromachismos y tantos otros que hemos normalizado y que en suma contribuyen en el surgimiento de casos de violencia más evidentes y a veces más extrema.
Si ya sabemos que un varón que ejerce violencia de género “es un hijo sano del patriarcado”, entonces ¿Qué elementos del entorno donde se desenvuelve este varón posibilitan expresiones de violencia más evidentes? El Iceberg de la Violencia de Género nos permite entender este fenómeno como un continuo, como una cadena de violencias simbólicas normalizadas que nace con acciones cotidianas menos visibles o evidenciables.
En esta vereda podemos entendernos como personas sin responsabilidad frente a la aparición de formas evidentes de violencia, no obstante, desde la prevención que mandata esta Ley la invitación es a preguntarnos: ¿cómo nos relacionamos con el lenguaje sexista?, ¿qué opinamos sobre la publicidad sexista o sobre el humor sexista?, ¿ejercemos prácticas de invisibilización, desvalorización o trivialización del trabajo femenino?, ¿cómo nos vinculamos con los celos, con las prácticas de control y con el chantaje emocional en relaciones de pareja?, ¿evidenciamos las brechas de género en nuestros entorno?, ¿cuál es nuestra postura frente a los “piropos”?, ¿qué nos pasa cuando nos encontramos con personas no se ajustan a los llamados mandatos de género?, ¿qué hacemos frente a una discriminación arbitraria por razones de género o cuando nos enfrentamos a cuestiones sobre consentimiento?
Cuando normalizamos fenómenos previos a manifestaciones más evidentes de violencia, si tenemos responsabilidad porque el conjunto de nuestras acciones, más las de nuestro entorno y más la desigualdad de género estructural, se transforman en terreño fértil para la ocurrencia de aquella violencia evidente que hoy sancionamos gracias a las facultades que nos imprime esta Ley de la República.
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