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Crítica de cine: Crystal Fairy o San Pedro On the Road La última película de Sebastián Silva

Crítica de cine: Crystal Fairy o San Pedro On the Road

Víctor Minué Maggiolo
Por : Víctor Minué Maggiolo Periodista, Máster en Edición. Universitat Autónoma de Barcelona.
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Víctor Minué. Periodista.


Se requiere oficio y quizás una dosis de experiencia vivencial para intentar con la cámara y el montaje, imitar los efectos alucinógenos de quien toma un cactus San Pedro, sin que el resultado no sea de un lenguaje incoherente, por una experiencia que puede resultar intransmisible. Sebastián Silva logra esto, y además lo hace, con el frágil y pálido actor de Juno (2009), Michael Cera.

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Crystal Fairy & Cactus Mágico, (premio Mejor Director en Sundance 2013), nos propone lo que podría ser un drugtrip – viaje para tomar drogas – de Jamie, un turista estadounidense que juntos a tres hermanos treparán por el norte de Chile para calmar el apetito sicotrópico de su amigo , no sin antes sumarse a la aventura Crystal Fairy (Gaby Hoffman), una gringa neohippie muy esotérica, que pondrá en duda cuál es el verdadero ejercicio psicoexploratorio de Jamie: el que nace de los intestinos de la planta cocinados por un día, o el que resulta de convivir con una personalidad excéntrica, intransable a empatías.

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Hay algunas cosas que llaman la atención. Lo primero es la libertad con que se rodó la cinta, si un guión formal, y con una cámara traviesa que más que filmar, registra  las situaciones y diálogos,  atribuidos en palabras del director a la “improvisación”, y en donde Michael Cera, el otrora virginal y tímido de Juno, ahora extrae desde las oscuridades un humor burlesco de chiste incontinente, en ocasiones cruel, sólo en ocasiones. Al actor siempre lo rodea algo parecido a una candidez inescindible.

Así nos encontramos a Jamie, ansioso e intransigente, cargando su obsesión por las carreteras del desierto chileno y San Pedro de Atacama, capaz de robar a machetazos un cactus a la primera aldeana despistada. Los cómplices son tres  hermanos – hermanos del director Sebastián Silva – que son más testimoniales de lo que la historia hubiese necesitado para ganar en  complejidad. Pero al parecer Silva por la naturaleza experimental del film, buscaba más hilaridad que densidad dramática; reservada para la siamesa sombría Magic Magic, thriller sicológico donde actuó Juno Temple, y que vendría a rodarse después de Crystal Fairy.

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La mujer que – en parte – da nombre a la película Crystal Fairy (en inglés “hada de cristal”), es una chica reconocible en su caricatura: hippie desinhibida, voluntariosa con la espiritualidad, el chamanismo, el arte.  El parecido, parodia voluntaria o no a Frida Kahlo es llamativo no sólo por la espesor de sus cejas, sino por la  inclinación a pintar retratos.  No dejaré de mencionar también, el otro parecido de Michael Cera  – pelo largo esta vez – con el músico estadounidense, Beck. Si uniésemos esa pareja hoy en día, quién sabe qué romance peligroso resultaría,  pero en la cinta de Silva sus personajes no alcanzarán esas posibilidades. Por el contrario, evolucionan en la confrontación, Jamie, lidiando con su egoísmo hasta experimentar algo parecido a la compasión, sin redimirse del todo. Lo mismo Crystal, que aprende a aceptarse lejos de la alharaca metafísica.

La última película del creador de La Nana y Gatos Viejos, suscribe una comedia refrescante, rodada en 12 días, con un minúsculo presupuesto, pero donde se aprecia el oficio madurado de cineasta para convertir  una anécdota en un historia divertida, a veces disparatada, que puede desatar entusiasmos según la historia personal de quién la vea,  y el viaje espiritual que supone a través de la magia de la mezcalina, es un falso pretexto equipado con ingenio para hacernos reír un rato, pasar un buen momento y tomarnos algunas lecciones en serio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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