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El sello poético y atormentado de las dos grandes obras de Eliseo Subiela El cineasta fue cremado este lunes en Buenos Aires

El sello poético y atormentado de las dos grandes obras de Eliseo Subiela

Si «Hombre mirando al sudeste» cuestionaba nuestra sociedad y sus desvaríos normalizados, «El lado oscuro del corazón», en tanto, fue una elegía cinematográfica dedicada al amor, la poesía y a esas dos urbes hermanas del Río de la Plata, tan diferentes y con tanto en común: Montevideo y Buenos Aires.


Hay películas que pueden marcar a un adolescente latinoamericano a principios de los 90 para siempre. «Hombre mirando al sudeste» (1986) y «El lado oscuro del corazón» (1992), del prolífico cineasta argentino Eliseo Subiela, fallecido esta Navidad, son un ejemplo perfecto.

La primera cuenta la historia de Rantés (Hugo Soto), un paciente que aparece en un manicomio y que asegura venir de otro planeta para investigar «la estupidez humana», de forma tan convincente que hace dudar al siquiatra (Lorenzo Quinteros) de su propio oficio y hasta su vida.

Incluye una escena para la historia, cuando Rantés desgrana un cerebro humano en un lavamanos, mientras comenta sobre la vanidad. Este filme tuvo su propio plagio infame en Hollywood, con K-Pax (2001).

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Si «Hombre mirando al sudeste» cuestionaba nuestra sociedad y sus desvaríos normalizados, «El lado oscuro del corazón», en tanto, fue una elegía cinematográfica dedicada al amor, la poesía y a esas dos urbes hermanas del Río de la Plata, tan diferentes y con tanto en común: Montevideo y Buenos Aires.

En esa película, un soberbio Darío Grandinetti interpretaba a Oliverio, un poeta (inspirado en Oliverio Girondo) que vende su talento literario a agencias de publicidad mientras buscaba a «la mujer que vuela», entre poemas de Juan Gelman y música de Fito Páez.

Incluye un cameo del vate uruguayo por excelencia, Mario Benedetti, declamando en alemán (Benedetti fue al Colegio Alemán) en un bar donde nadie la da bola, mientras la histórica Nacha Guevara hace de «la muerte». Gracias a esta película, muchos jóvenes de Chile o Colombia vieron por primera vez el «subte» porteño, los bares de San Telmo o las calles de la Ciudad Vieja montevideana.

Como película, ganó el Festival de Montreal (1992) y el Premio Fipresci en el Festival de La Habana, el mismo año. También fue nominado al Goya en la categoría de mejor película extranjera de habla hispana. Grandinetti se llevó un premio como mejor actor en Biarritz y Subiela el año siguiente en Bergamo, Italia, como mejor realizador.

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Sellos

Ambas llevan además el sello de su cinematografía: el realismo mágico (o la ciencia ficción) y las relaciones atormentadas. También bastan para inscribir a Subiela en el firmamento fílmico mundial.

Por desgracia, el resto de sus obras nunca alcanzó estas alturas. La misma «El lado oscuro del corazón» tuvo una lastimosa secuela en 2001, que pasó por los cines con más pena que gloria. Otras parecieron remedos o autoplagios de la misma historia, como No te mueras sin decirme adónde vas (1995, también protagonizada por Grandinetti, con música de Pedro Aznar), Despabílate amor (1996, otra vez con Grandinetti como frontman, y que incluye nuevamente poemas de Mario Benedetti en su guión) – y Lifting de corazón (2005).

Subiela también se caracterizó por iluminar en sus protagónicos a actrices trasandinas como Sofía Gala (la hija de Moria Casán), en El resultado del amor (2007), o Antonella Costa (No mires para abajo, 2008), la pareja del cineasta local Che Sandoval (Te creís la más rica…) e histórica protagonista de Garage Olimpo (1997).

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Fallecido la madrugada del domingo a los 71 años, el realizador fue cremado este lunes en el cementerio Jardín de Paz de la localidad de Pilar, en las afueras de Buenos Aires. El fallecimiento había sido confirmado el domingo por su colega Gabriel Arbós como portavoz de la Asociación General de Directores Autores Cinematográficos y Audiovisuales (DAC).

Nacido en Buenos Aires el 27 de diciembre de 1944, estuvo fuertemente influenciado por clásicos del cine argentino como Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio. A los 17 años hizo su primer cortometraje, Un largo silencio (1963). A los 24 años ingresó como director creativo en la agencia de publicidad Radiux Publicidad, donde realizó sus primeros films publicitarios, un ambiente que recuerda en El lado oscuro del corazón.

Fue militante de la Juventud Peronista y montonero, el sector más radicalizado del peronismo en los años de plomo. Su llegada definitiva al cine se produjo en 1980 con la película La conquista del paraíso. Fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa (1990) y miembro honorario de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (1995). Además en 2005 obtuvo una beca de la Fundación Guggenheim. Casado con Mora Moglia, tuvo tres hijos: Guadalupe, Eliseo Ignacio y Santiago.

En los últimas semanas no estaba bien de salud y había sufrido un ataque al corazón el pasado septiembre. Su último trabajo fue «Paisajes devorados», en 2012.

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