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Libro “1988 – 1968: de la Transición al ‘68 en Chile”: La historia desde un espejo retrovisor CULTURA|OPINIÓN

Libro “1988 – 1968: de la Transición al ‘68 en Chile”: La historia desde un espejo retrovisor

En el libro caben casos de transformaciones profundas, políticas, económicas, sociales, culturales, cuyo carácter de reciente, las vincula directamente con el estado actual de tales dimensiones. Dimensiones que, por cierto, están lejos de presentarse separadas, o como resultado de una supuesta pureza de sus actores vistos como eminentemente, esencialmente o excluyentemente, políticos, sociales o artístico culturales.


Los historiadores solemos asumir que todo libro de historia se escribe y lee atendiendo al hoy. Que todo libro de historia es también un libro de actualidad. Y podemos suponer que uno de historia reciente lo es de modo particular. Esa noción, es lo que a este libro que comentamos, le da su sentido, y lo hace efectivamente un libro, un cuerpo compuesto por artículos, distinto a un mero conjunto de artículos que comparten básicamente un periodo. Hay una idea que unifica en la edición, y que se lleva hasta al título. La fecha más reciente, va antes que la más remota. De esta manera, nos invita a revisar la historia como quien mira desde el espejo retrovisor, no perdiendo de vista el presente, apreciando el tránsito desde lo que se dejó atrás, y advirtiendo incluso, que, al mirar los objetos lejanos, estos están más cerca de lo que aparentan.

[cita tipo=»destaque»]Esta última parte remarca el eje central de debatir sobre la elaboración, y en este caso también la difusión, del conocimiento sobre la historia reciente. Qué cabe a los historiadores, cientistas sociales, profesores, instituciones de educación, y qué cabe a los museos, a la hora de exponer interpretaciones, análisis, reconstrucciones de la historia reciente.  La respuesta no es fácil, y por ello amerita un debate. Porque la revisión de la historia incomoda. Puede resultar incluso odiosa. O ser vista hasta como desubicada. Si un mito nos une, la historia puede dar sentido a grandes aguafiestas[/cita]

En el libro caben casos de transformaciones profundas, políticas, económicas, sociales, culturales, cuyo carácter de reciente, las vincula directamente con el estado actual de tales dimensiones. Dimensiones que, por cierto, están lejos de presentarse separadas, o como resultado de una supuesta pureza de sus actores vistos como eminentemente, esencialmente o excluyentemente, políticos, sociales o artístico culturales. Acá, en estos abordajes, los procesos y sujetos no se separan en casillas esenciales. Si leemos los artículos, notaremos que acá, la cultura es política, el arte es político. La política es cultural. Los movimientos sociales están conectados a la estructura de clase, y no dejan de relacionarse con lo político, la política, los partidos y el Estado. En uno de los textos, la clase media es también, y fundamentalmente, una construcción político cultural, identitaria, ideológica. Citando a Thomson, se dice que las clases, en general, se producen también culturalmente, como una experiencia que codifica en la conciencia las relaciones de producción. Cuando se trata la radicalidad de los métodos de lucha obrera en los largos sesenta, se analiza cómo hay una cultura de clase que no es homogénea, que tiene corrientes, que no se somete mecánicamente a las direcciones de la política, que no deja de ser conflictiva para dichas direcciones, pero tampoco corre por caminos esencialmente desconectados de los partidos y sus discursos relativos a las disputas por el Estado y la memoria. Y sobre los partidos y la izquierda, se hace notar que lo que hemos conocido como ¨la renovación socialista¨ es en realidad una pluralidad de renovaciones desatadas a partir de un trauma, donde unas resultan más ganadoras que otras, que siguen mutando, porque ningún actor queda petrificado en ningún momento de su tránsito.

A partir de este tipo de enfoques, si hay algo que convierte a este libro en más que un conjunto de artículos y columnas, es que estos comparten una idea de la historia reciente, y que ésta tiene que ver con articular perspectivas que hagan el trabajo de la crítica, del desborde de lo que había comenzado a volverse rígido en la interpretación de esa historia. El anclaje con dirección al presente es funcional a esto último, y se confirma en la tercera parte del libro destinada a columnas de opinión que debatieron en torno a la polémica suscitada por la exposición del museo histórico nacional: ¨hijos de la libertad¨, y que incluía referencias a Pinochet como actor de una determinada discursividad referida al concepto ¨libertad¨.      

Esta última parte remarca el eje central de debatir sobre la elaboración, y en este caso también la difusión, del conocimiento sobre la historia reciente. Qué cabe a los historiadores, cientistas sociales, profesores, instituciones de educación, y qué cabe a los museos, a la hora de exponer interpretaciones, análisis, reconstrucciones de la historia reciente.  La respuesta no es fácil, y por ello amerita un debate. Porque la revisión de la historia incomoda. Puede resultar incluso odiosa. O ser vista hasta como desubicada. Si un mito nos une, la historia puede dar sentido a grandes aguafiestas. Porque independiente de los detalles concretos en el modo en que la citada muestra se realizó, y que pueden ser objeto de muchas precisiones, hubo un dato central acá. Hubo un agravio en el hecho que se señalara que el dictador, que muchos asumimos como un tirano, un criminal, enarboló una idea de libertad. Que la libertad, la democracia, la política no tienen en la historia una sola definición, sino que son dimensiones que se llenan de contenido a partir de una lucha histórica y una construcción de la memoria.

¿Podemos aspirar a que se pueda tratar, por ejemplo, las nociones de libertad del pinochetismo sin que las redes sociales crucifiquen a alguien? ¿Podemos aspirar a debatir sobre el golpe del 73 sin que terminemos proponiendo un nuevo artículo octavo contra las memorias que no nos gustan?  Me parece que eventos como este lanzamiento, en este museo, con este libro, permiten, al menos, debatir sobre historia reciente en conexión absoluta con los dilemas y apuestas del presente. Una vieja canción de un rockero brasileño hablaba de la perspectiva temporal como ¨un museo de grandes novedades¨. Porque el tiempo no para, porque una y otra vez el pasado retorna como novedad, porque está con nosotros hoy, y en ese hoy es siempre, irremediablemente, político y conflictivo.  Al igual que la gente que se dedica a escribir historia y que hoy nos invita a leer este libro.

Andrés Estefane, Carolina Olmedo, Luis Thielemann, editores, 1988 – 1968: de la transición al largo 68 en Chile. Ariadna Ediciones, 2019, Santiago, 303 páginas

Víctor Muñoz Tamayo. Dr. en Historia. Académico de la Universidad Católica Silva Henríquez

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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