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Gonzalo Contreras: “Hoy se juzga el valor de la obra por su contenido moral, como en el siglo 19” CULTURA Crédito: Cedida

Gonzalo Contreras: “Hoy se juzga el valor de la obra por su contenido moral, como en el siglo 19”

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Nicolás Bernales Lyon
Por : Nicolás Bernales Lyon Escritor y columnista literario. Ha publicado el libro de cuentos "La Velocidad del agua" (Ojo Literario 2017), por el cual se adjudicó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura en el área de creación. En 2023 publicó la novela "La geografia dell` esillio", Edizioni Ensemble. Roma.
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A mediados de agosto la Universidad Diego Portales reeditó “La ciudad anterior” en su colección Recta Provincia, donde se han publicado, entre otros, a Enrique Lihn, Carlos Droguett, Diamela Eltit, José Santos González Vera, Germán Marín y Marta Brunet.


En la literatura chilena, Gonzalo Contreras ocupa un lugar incómodo: demasiado exigente para ser “popular”, demasiado elegante para la etiqueta de “realismo social” y demasiado consistente para desaparecer en el fárrago de las modas. Desde La ciudad anterior (1991), ese debut que descolocó a más de uno al demostrar que en Chile se podía narrar con una prosa ascética, densa y misteriosamente contenida, Contreras ha perseverado en un territorio que otros han evitado: el de la indagación obstinada en la condición humana.

Ocho novelas después —El nadador, El gran mal, Mecánica celeste, Los asaltantes del cielo y ahora El verano y toda su ira (2025), entre otras—, la crítica ha aprendido lo que sus primeros lectores ya sabían: que Contreras no escribe para complacer ni para exorcizar demonios de sobremesa, sino para recordarnos que la literatura, cuando es verdadera, no es un entretenimiento, sino un espejo que deforma y a la vez aclara. Carlos Peña lo dijo recientemente con cierta solemnidad académica: “Contreras escribe para comprender lo que, de otra forma, se nos escaparía del todo”. Una frase impecable, aunque uno sospecha que al propio Contreras le incomodaría tanto halago.

Pero su influencia va más allá de los libros. Durante dos décadas, su taller literario ha funcionado como una cantera: por ahí han pasado nombres como Pablo Simonetti, Carla Guelfenbein y Matías Correa. Y así, de manera casi subrepticia, Contreras se ha convertido en un raro espécimen dentro de la literatura chilena: un escritor que, a los 67 años, sigue ampliando su obra sin rebajarla, que rehúye de las coyunturas y que, en un país tan aficionado a la coyuntura, representa una anomalía persistente.

Este 2025 ha sido un año agitado para Contreras. En enero lanzó su octava novela, El verano y toda su ira, con buena recepción tanto del público como de la crítica, y a mediados de agosto la Universidad Diego Portales reeditó La ciudad anterior en su colección Recta Provincia —donde se han publicado, entre otros, a Enrique Lihn, Carlos Droguett, Diamela Eltit, José Santos González Vera, Germán Marín y Marta Brunet. Hoy lo entrevistamos, no tanto para hablar de su “trayectoria” (palabra a la cual él probablemente se resista), sino para poner a prueba esa incómoda brújula ética y estética que lo ha acompañado desde el comienzo.

La ciudad anterior apareció en un momento crucial de la historia chilena, cuando el país comenzaba a salir de la dictadura. A más de tres décadas de esa primera edición, ¿cómo crees que ha envejecido la novela? El crítico Héctor Soto afirma en el prólogo: “No es verdad que La ciudad anterior haya sido una novela tan intemporal como muchos creímos inicialmente.” ¿Se leyó correctamente en su época o sientes que su lectura hoy puede activar nuevas interpretaciones?

– El momento de la aparición de La ciudad anterior fue sin duda muy propicio, e irrepetible. Salíamos de la dictadura luego de un larguísimo paréntesis cultural, por lo que cabía la pregunta de si la acogida de la novela se debía a una coyuntura favorable o a sus valores intrínsecos, cuestión que yo también me planteé. Me cuesta mucho referirme a mi propia obra, pero creo que en las palabras de Héctor Soto hay mucho de verdad. La novela se debate entre la intemporalidad y la circunstancia en que fue escrita. Dudo mucho de la teoría estructuralista de que la obra “fue hecha por las fuerzas sociales de la época” y aquello de la muerte del autor. Creo que en la ejecución de la obra hay un misterio, que va más allá de la voluntad o las intenciones del autor. Creo que hay que escribir con intenciones difusas o tentativas, de manera que las lecturas sí pueden variar en el tiempo.

– Por su parte, Carlos Peña te definió como ese tipo de escritores que está en una constante búsqueda:Aquellos que conciben la literatura y la escritura de novelas como una forma de indagación en la condición humana”. Subrayó el uso de una sensación de extrañeza en el mundo y el manejo del tiempo, de una temporalidad condensada, que atrapa a los personajes en el presente. ¿Te reconoces en esa idea de búsqueda constante? ¿Cómo dialogan para ti la extrañeza, la temporalidad y la naturaleza humana dentro de ese camino?

– Creo que el motivo central de la narrativa será siempre ese impulso que está en nosotros mismos, que es saber, aproximarnos a esa pregunta central, “quién es el otro”. El otro en su alteridad respecto de mí, aquello en que somos distintos, esa alteridad impenetrable que nos desvela. La novela trata sobre el mal, y el mal no es otra cosa que el daño que podemos hacernos los unos a los otros, todo eso en el tiempo de nuestro transcurso porque inexorablemente vamos cambiando, para bien o para mal.

– Esta reedición por parte de la Universidad Diego Portales convive con la reciente publicación de El verano y toda su ira, tu novela más reciente. Volver a publicar tu primera novela bajo este contexto sin duda te debe llevar a pensar en el camino recorrido. ¿Cómo sientes que ha evolucionado tu escritura desde aquella primera novela hasta El verano y toda su ira?

– Mi escritura ha cambiado, sin duda. Se ha vuelto menos deliberada, más jugada a lo que ocurre en el momento mismo de la escritura. El resultado, creo yo, es una prosa con más respiración, más orgánica. Creo que eso se percibe si cotejamos La ciudad con El verano; hay aproximaciones distintas al fenómeno de la escritura. Eso me alegra.

– Desde 1991 hasta hoy, el ecosistema literario ha cambiado notablemente: ¿Cómo ves ese cambio desde tu experiencia? ¿Ha cambiado también la manera en que se recibe, se lee o se valora una obra como la tuya?

– Todo ha cambiado, de manera radical, en los últimos veinte años. El lector ha cambiado, la cultura ha cambiado. Esta cultura en que se juzga el valor de la obra por su contenido, por su pertinencia con problemas sociales, ha sido devastadora. Hoy día no sabemos y no queremos precisar qué es una buena novela, qué es una buena obra de arte, como si el arte hubiera de ser juzgado por su contenido edificante o no. Hoy día se juzga el valor de la obra por su contenido moral, como ocurría en el siglo XIX. Nos saltamos todo lo que se hizo en el XX.

Ficha técnica:

La ciudad anterior.

Ediciones Universidad Diego Portales.

227 pág.

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