CULTURA|OPINIÓN
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“Las mujeres que me habitan”, de Mariana Schkolnik: para aquellas que me inspiraron
Combina rigor literario, sensibilidad crítica y una profunda cercanía. Schkolnik escribe desde un lugar donde conviven la memoria personal, la observación social y la imaginación literaria, logrando una voz propia que interroga cómo habitamos los espacios que la vida ofrece a las mujeres.
“Las mujeres que me habitan”, de Mariana Schkolnik, reúne dieciséis relatos breves que invitan a asomarse con lucidez y sensibilidad a la compleja identidad femenina contemporánea. Desde el prefacio, la autora adelanta la naturaleza íntima y polifónica del libro: “aparecen mujeres que me han habitado, inspirado, emocionado; familiares y amigas, así como los personajes de novelas y biografías que me han formado, que me han moldeado, que me han contenido en momentos difíciles y con las cuales he compartido alegrías y risas”.
Esta declaración inicial funciona como brújula afectiva y literaria: los relatos no solo hablan sobre mujeres, sino que emergen desde ellas, desde la experiencia encarnada de una subjetividad atravesada por memorias, lecturas, vínculos y heridas compartidas.
A lo largo de sus páginas, Schkolnik despliega historias que no solo retratan experiencias diversas, sino que iluminan aquellos hilos invisibles —culturales, emocionales y simbólicos— que condicionan la vida cotidiana del ser mujer. Los textos abordan momentos específicos, a veces íntimos y mínimos, pero que revelan un trasfondo amplio: la pregunta por el origen, las genealogías afectivas, las expectativas sociales, las pérdidas, la política y la fragilidad de los vínculos humanos. Cada relato actúa como una ventana hacia mundos particulares, pero también como un espejo que devuelve preguntas universales.
La autora domina la forma breve con soltura: cada relato avanza con naturalidad, sin perderse en desvíos, y los cambios de escena ocurren con la precisión de una película bien editada. El lector es conducido con mano firme, sin brusquedades, y cada transición respeta la lógica interna del mundo narrado. Esta claridad formal les da a los textos un soporte sólido desde el cual la emoción —en ocasiones contenida, en ocasiones desbordante— puede desplegarse con libertad. En su economía verbal, Schkolnik no simplifica: condensa. La brevedad no es un límite, sino un espacio concentrado donde cada palabra importa.
Los personajes destacan por su verosimilitud y profundidad. Son mujeres (y algunos hombres también) que cargan deseos, miedos, contradicciones y cicatrices; personajes que se sienten cercanos porque están hechos de la misma materia que la vida real. Hay en ellos un reconocimiento inmediato, como si fueran figuras conocidas o voces escuchadas alguna vez. Parte de la fuerza del libro reside justamente en esa capacidad de Schkolnik para observar con atención, para escuchar los matices de la intimidad humana y transformarlos en literatura.
La tensión narrativa se sostiene en conflictos tan diversos como la soledad en pandemia, el exilio y la memoria migrante, la identidad de género, la represión en dictadura, el compromiso político, las fracturas familiares, los viajes transformadores, los desencuentros amorosos y la persistencia del recuerdo. Sin jerarquizar estos temas, la autora apuesta por la intensidad y la densidad emocional de cada texto, logrando que cada relato funcione tanto de manera autónoma como dentro de un conjunto coherente, articulado por una sensibilidad común.
Entre los relatos más memorables destacan “Los buitres”, “Nadar” y “Día de los muertos”. En ellos, Schkolnik alcanza un equilibrio especialmente cuidadoso entre emoción, forma y sentido. Cada escena es vivida: los gestos, los silencios y las atmósferas están trabajados con una precisión que invita a la empatía. Son textos que incitan al lector a acompañar a sus protagonistas en sus dudas, sus hallazgos y sus padecimientos desde distintas voces y lugares.
En “Los buitres”, por ejemplo, la autora construye una tensión íntima y simbólica que crece casi imperceptiblemente, apoyada en imágenes potentes y en la exploración del miedo y la vulnerabilidad en un personaje octogenario. El nombre del cuento actúa como metáfora inquietante de aquello que acecha —lo inevitable, lo no dicho, lo que se quiere evitar mirar— y permite acceder al mundo emocional del personaje de una forma oblicua, cargada de resonancias.
En “Nadar”, la voz protagonista tiene trece años, solitaria y anhelante, cuya mirada conserva la extraña mezcla de ingenuidad y lucidez propia de esa edad. Schkolnik logra capturar con notable delicadeza el tránsito emocional, el desconcierto ante el cuerpo que cambia, la búsqueda torpe de afecto, la necesidad urgente de encontrar un lugar en el mundo.
La natación —acción literal y metáfora a la vez— aparece como una forma de escapar y, al mismo tiempo, de enfrentarse a la propia interioridad. El relato avanza con un pulso íntimo, sin subrayar nada: la autora deja que los silencios, las dudas y los gestos delineen la complejidad emocional de ese momento vital. Es, quizás, uno de los textos más sensibles del volumen.
En “Día de los muertos”, la perspectiva cambia por completo: la historia es narrada por un joven universitario que vive en México, lo que aporta al libro una expansión geográfica y cultural muy significativa. A través de la mirada del narrador se despliega una reflexión de los afectos que persisten y las ausencias. Es un cuento que dialoga con el dolor y el extravío.
En conjunto, “Las mujeres que me habitan” es un libro que combina rigor literario, sensibilidad crítica y una profunda cercanía. Schkolnik escribe desde un lugar donde conviven la memoria personal, la observación social y la imaginación literaria, logrando una voz propia que interroga cómo habitamos —y cómo resistimos— los espacios que la vida ofrece a las mujeres. Es un volumen que invita no solo a leer, sino también a pensar, a recordar y a reconocerse en las historias ajenas. Una obra que celebra la pluralidad de lo femenino y la convierte en un territorio narrativo fértil, necesario y hondamente humano.
Ficha técnica:
“Las mujeres que me habitan”
Mariana Schkolnik
Ediciones de la Lumbre
171 páginas
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