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Sin Chadwick solo queda Larroulet: la compleja decisión de Piñera de prescindir de su primo y colaborador cercano PAÍS

Sin Chadwick solo queda Larroulet: la compleja decisión de Piñera de prescindir de su primo y colaborador cercano

Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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El Presidente intentó muñequear hasta altas horas de la noche del último fin de semana por la permanencia de Andrés Chadwick, si no era Interior, en algún otro ministerio, pero la realidad impuesta fue más fuerte que los deseos en este caso. Finalmente, el Jefe de Estado tuvo que deshacerse de su pieza clave en el diseño original y que siempre se pensó para acompañarlo durante los cuatro años al mando. La salida de Chadwick significó no solo una pérdida emocional para el Mandatario, porque un tipo de jefe de gabinete como este no lo hay hoy en el mercado. Finalmente, entre las dos fuerzas internas más predominantes, la de Larroulet fue la que ganó el gallito. No solamente mantiene el poder en las sombras, además instaló a uno de los suyos como número dos del Gobierno de Sebastián Piñera.


Según fuentes de La Moneda, para el Presidente Sebastián Piñera significó un “dolor muy profundo” el haber tenido que decidir seguir, para lo que resta de mandato, sin su asesor directo. El abrazo que le dio a su primo “fue triste”, destacaron desde el gabinete, un espacio en el que meses atrás era inimaginable ver partir a Chadwick desde la cartera del Interior.

La importancia que significaba el exministro para el Jefe de Estado y su entorno, se vio reflejada tras la tormenta que significó para su persona el asesinato de Camilo Catrillanca en agosto del 2018, luego que, ante su baja en la aprobación, y una interpelación de por medio, los demás miembros del comité político salieron a decir que cualquiera, menos él, podía dejar el gabinete, y que estaban todos dispuestos a poner primero su propio capital político sobre la mesa, antes que perderlo a él.

Y es que el nombre de Andrés Pío Bernardino Chadwick Piñera, fue reconocido como una de las vigas de la estructura que se ideó en Apoquindo 3000 y que, previo a asumir el segundo mandato, se vendió como el círculo de hierro, casi perfecto, de protección presidencial. Su capacidad e historia, sumadas a la importancia dentro de su partido, lo terminaron por transformar en un irremplazable. “No existe otro Chadwick”, insistieron reiteradamente en el oficialismo, desde que empezó a sonar su nombre como una de las primeras cabezas que el jefe de Gobierno iba a ofrendar ante la crisis.

Todo aquello explica el por qué del intento del Jefe de Estado de insistir en dejarlo como parte del gabinete, independientemente que no fuese en Interior, esto pese a que todos, desde los más cercanos –incluyendo al propio Chadwick– hasta los asesores secundarios, le recomendaban dejarlo partir. El Mandatario intentó muñequear hasta el final de las reuniones privadas llevadas a cabo durante el fin de semana, pero sin éxito, “por suerte” – señalaron algunos–, quienes aseguraron que, de haber logrado sostenerlo, hubiese solo complejizado aún más el pantanoso escenario gubernamental.

A pesar de caminar con un “ala rota”, luego de los embates que sufrió tras el asesinato de Camilo Catrillanca, donde además de la responsabilidad política que se le imputó tuvo que sortear el diseño de la red de encubrimiento proveniente de Carabineros, el propio Presidente siempre insistió en protegerlo. En aquella ocasión, por orden de la oficina presidencial, se le sacó de escena durante un tiempo, pero luego de aquel episodio nunca se pudo quitar la pesada mochila de ser parte del grupo de ministros peor evaluados del gabinete.

Si bien nunca dejó de ser el operador bajo cuerdas que destrabó en más de una ocasión los proyectos emanados desde la casa de Gobierno, su nombre con el pasar del tiempo fue ensuciándose por diferentes episodios que dieron cuenta de cómo se fue desangrando en el cargo de mayor responsabilidad política luego del Primer Mandatario.

En este escenario, desde La Moneda se diseñó un plan de rescate –o salvavidas, como lo denominaron desde Chile Vamos–, como fue el entregarle la responsabilidad de encabezar las negociaciones que buscaban un cambio institucional en diferentes entidades públicas, pero en el cálculo de La Moneda nunca estuvo la reacción que aquello provocaría dentro de los suyos, que, acusando un difícil escenario en el Parlamento, le pusieron paños fríos a la tarea encomendada. En aquella ocasión, la lectura que se hizo fue que, de haber estado de pie con el aplomo que siempre lo caracterizó, nadie se hubiese atrevido a pasarle por encima en el proyecto de salvataje.

Ya más debilitado, el Presidente, en más de una ocasión, dejó de consultarlo para tomar decisiones que terminó por zanjar con su otro orejero y contrapeso de poder interno: Cristián Larroulet.

Previo a su trabajo de halcón, que lo dejó en la primera línea de los acusados durante la Revuelta de Octubre, estuvo el error que cometió en medio de la discusión sobre la reintegración del proyecto de Reforma Tributaria. Su salida, fuera de todo cálculo, abrió una puerta que La Moneda nunca más pudo cerrar.

De todas maneras, insistieron cercanos al Jefe de Estado, su salida se transformó en uno de los “golpes más duros” que ha debido afrontar tanto en lo emocional como en lo práctico. Atrás quedó la etapa en que parecía imposible ver caminar a la actual administración sin el que fuese el timonel de la fundación Avanza Chile, la oficina donde se preparó el retorno del único Presidente de centroderecha desde el retorno de la democracia.

El gallito fue de Larroulet

“Sin Chadwick solo queda Larroulet”, reconocieron desde Palacio, y con Blumel en Interior el poder en las sombras de jefe de los asesores presidenciales se intensificó. Y es que, a pesar de que la militancia del nuevo mandamás del Interior está en Evópoli, en el oficialismo recalcan que las lealtades del ministro estarían con Larroulet.

Es más, en su rol como Segpres, Blumel tuvo que batallar con la omnipresencia de Chadwick, principalmente en el Senado. Recordada es la intervención del exministro, junto a Marcela Cubillos, para sacar adelante Aula Segura, al igual que las negociaciones con la oposición por la reintegración en la Reforma Tributaria, en cuyo contexto se recuerda su frase que apuntaba a dejar atrás los dogmas, palabras que abrieron una fisura a la reforma estrella del exministro Felipe Larraín, que también era impulsada por Blumel.

El nombramiento de Blumel sería parte de esta nueva estrategia, de marcar un segundo tiempo para La Moneda, poner un rostro más amigable que el de Chadwick, pero, al mismo tiempo, con la salida del primo del Mandatario se escapa su poder al interior del Comité Político. Pese a que muchos apuntan a que Felipe Ward sería la carta para que la UDI perpetúe su influencia en dicho espacio, la experiencia política de Karla Rubilar y la cercanía de Blumel con el Presidente, dejarían a la carta de JVR neutralizada en el dicho comité.

“Con esto no fracasa el modelo inicial diseñado por Chadwick, pero sí perdió poder”, apuntaron desde Palacio. Y es que las rencillas por lograr influir en la agenda del Presidente, entre el exministro y el jefe del segundo piso, eran pan de cada día en La Moneda. A esto se sumó el reforzamiento del trabajo de la Secom y el alzamiento de una figura peso pluma, como es Julio Isamit, pero que trabajó como jefe de gabinete de la Secretaría de Comunicaciones, “otro responsable que ha estado escondido en medio de la crisis”, agregan desde el oficialismo.

Llegó como Segpres, salió como Interior

Lo que se sabe del errático nombramiento que terminó con el ministro Blumel en la cartera del Interior, es que, si bien su nombre estuvo siempre dentro de los posibles que manejaba el Presidente, el del exministro de Bienes Nacionales, Felipe Ward, cumplía con dos condiciones “razonables” –explicaron– por las que optó el Mandatario en primer término. Uno, era de un perfil más blando que el de su antecesor; y dos, que mantenía el poder de la UDI en el cargo más importante de la escala jerárquica al interior de Palacio detrás del Jefe Estado.

Pero todo cambió, y existen dos versiones de los hechos. La primera apunta a que la filtración de su nombre, minutos antes de iniciada la ceremonia, entregó el espacio suficiente para tantear su nombramiento, y que el mismo tuvo una “pésima” recepción en redes sociales, donde se le recordaron intervenciones del tipo «los derechos humanos son una especie de cajero automático que usa la izquierda para sacar plata en un tema que no admite un doble discurso», o en referencia a Camila Vallejo, en su época de dirigenta estudiantil, cuando dijo que «Camilita da para concurso de belleza y nada más. Cualquier diputado UDI la deja en ridículo en elecciones. ¿Se atreverá la miss comunismo?».

La segunda versión, apuntó al largo brazo de Cristián Larroulet, nuevamente. Lo que sí es seguro, es que el actual titular del Interior llegó a la casa de Gobierno investido como ministro Secretario General de la Presidencia, y que luego, ya entrada la mañana, una llamada presidencial cambió su destino.

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