CULTURA|CIENCIA
Créditos: Archivo
Cuando el TDAH se va de las manos: efectos inflamatorios por falta de acceso a tratamiento
Tal vez debamos buscar mejores maneras de integrar y valorar las características particulares que el TDAH puede aportar, en vez de centrarnos solo en sus dificultades.
Desde la década de los años 90 se hizo muy común escuchar en los colegios expresiones como “déficit atencional”, “niños hiperactivos” o derechamente “niños Ritalín”. Este último término hace referencia al nombre comercial de uno de los medicamentos más usados: el metilfenidato. Este fármaco se administra en dosis pequeñas y ayuda a regular ciertas señales del cerebro en personas que presentan el trastorno.
Con el aumento de diagnósticos y del debate social sobre el tema, también creció el interés científico por entender mejor la fisiología del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH, o ADHD por sus siglas en inglés). Junto con esto, comenzaron a aparecer libros de guía para familias y educadores, como “Niños hiperactivos: Cómo comprender y atender sus necesidades especiales”, “TDAH en el aula” y “Niños desafiantes”, del neurocientífico y psiquiatra Dr. Russell Barkley, uno de los investigadores clínicos más importantes en este campo, quien hoy incluso tiene un canal de YouTube dedicado al tema.
El TDAH se considera una neurodivergencia, es decir, una forma diferente de funcionamiento del cerebro, que se aparta de lo que se observa en la mayoría de las personas. Se ha propuesto que, en ciertos contextos, tener una atención más “dispersa” o cambiar rápidamente el foco ante distintos estímulos pudo haber sido una ventaja evolutiva: por ejemplo, para detectar peligros o cambios en el entorno con mayor rapidez.
Sin embargo, el mundo actual es muy distinto a aquel en el que surgió nuestra especie. Hoy vivimos en una sociedad donde la fauna silvestre está desapareciendo, y donde se valora fuertemente la productividad, la organización rígida y la estandarización. Nos gusta poner números, notas o puntajes para resumir el potencial de las personas. En ese contexto, una forma diferente de atención, como la que se ve en el TDAH, entra en conflicto con las expectativas sociales y escolares.
En general se habla de una desregulación de la atención, porque las personas con TDAH no es que siempre se distraigan: dependiendo del contexto, pueden o no concentrarse, o incluso concentrarse demasiado en algo, en un estado llamado “hiperfoco”. Esta variación hace que se afecten procesos mentales relacionados con el control de la conducta, también conocidos como funciones ejecutivas. Entre ellos están: dirigir y mantener la atención, inhibir impulsos (“esa parte de la mente que te dice que no lo hagas”), usar la memoria de trabajo (recordar información mientras se usa) y cambiar de estrategia o de tarea con flexibilidad.
Por eso muchas personas con TDAH no tienen un problema de capacidad, sino de ejecución: saben hacer las cosas y pueden hacerlas bien, pero en ciertas situaciones les cuesta mucho iniciar o terminar las tareas, o mantenerse en lo que están haciendo. Esto afecta su autovaloración, puede aumentar su estrés y empeorar su bienestar emocional.
Debido a esto, además del tratamiento con medicamentos psicoestimulantes, se han buscado otras alternativas, como el uso de probióticos. Justamente ese fue el punto de partida de un grupo de investigadores de Alemania, Hungría, España, Dinamarca y Suecia, liderados por la Dra. Carmen Schiweck. Entre 2019 y 2021, estudiaron el efecto de probióticos en síntomas asociados al TDAH en personas diagnosticadas, comparando quienes tomaban medicación con quienes no lo hacían, y evaluando cómo evolucionaban sus síntomas.
Sin embargo, el estudio dio para mucho más. Las muestras de sangre que se tomaron al inicio no solo se usaron para el análisis principal, sino que también fueron examinadas para medir los niveles de ciertas sustancias relacionadas con la inflamación y comparar a las personas medicadas con las no medicadas.
En este contexto, inflamación no se refiere solo a algo visible como una rodilla hinchada, sino a una respuesta interna del sistema inmune frente a estímulos que el cuerpo interpreta como dañinos o estresantes. La inflamación, en principio, ayuda a recuperar el equilibrio del organismo (la llamada homeostasis). Pero cuando se vuelve crónica y descontrolada, puede convertirse en un problema y dificultar la recuperación del cuerpo. Esto es justamente lo que el estudio quiso observar: si había señales de inflamación persistente en personas con TDAH, y cómo se relacionaba esto con el uso o no de medicación.
Para esto, los investigadores usaron un panel de biomarcadores, es decir, un conjunto de proteínas presentes en el suero sanguíneo que sirven como “indicadores” de procesos biológicos. Así detectaron factores proinflamatorios en la sangre y encontraron diferencias claras entre personas con TDAH que estaban medicadas y quienes no lo estaban.
En las muestras se identificó un grupo de moléculas de señalización relacionadas con el estrés, que tenían en común la participación de una proteína llamada NF-κB (NF-kappa B). Los autores denominaron a este conjunto “Clúster 6”. Este clúster aparecía aumentado principalmente en las personas con TDAH que no tomaban medicación y que, además, presentaban síntomas de depresión, baja autoestima y dificultades para desenvolverse en la vida diaria.
Recordemos que las personas con TDAH pueden tener problemas para prestar atención, controlar conductas impulsivas (actuar sin pensar en las consecuencias) o ser excesivamente inquietas. Estos rasgos, sobre todo la impulsividad, están asociados a riesgos importantes: se estima que el TDAH sin tratamiento puede reducir la expectativa de vida en al menos 8 años, y aumentar hasta 3 veces la probabilidad de sufrir accidentes de tránsito, que además suelen ser 4 veces más fatales.
Con estos datos, podríamos pensar: ¿no sería obvio entonces que todos deberían tomar medicación? En la práctica, no es tan simple. Hay muchos motivos por los que una persona con TDAH no accede a tratamiento. Uno de los más frecuentes es el costo. Dependiendo de la dosis, la presentación y la marca, el valor mensual del medicamento puede ir desde unos 20 mil hasta cerca de 100 mil pesos chilenos. Para muchas familias, esto es una barrera enorme y afecta la continuidad del tratamiento.
En este estudio se pudo comprobar, con datos concretos, que en ausencia de tratamiento se hace aún más difícil que estas personas participen plenamente en la sociedad. Además, se ven expuestas a niveles más altos de estrés, lo que se refleja en un aumento de factores que activan a NF-κB.
Pero, ¿qué es exactamente NF-κB? Para entenderlo, pensemos primero que no solo nosotros, como personas, necesitamos comunicarnos; nuestras células también necesitan coordinar sus respuestas. Así como usamos distintas palabras para transmitir mensajes diferentes, las células usan distintas señales químicas para activar ciertas “vías de señalización”. Estas vías pueden encender o apagar genes, modificar la estructura interna de la célula o cambiar su comportamiento. Cuando una célula deja de escuchar o responder a las señales de las demás, pueden ocurrir problemas graves, como el desarrollo de células cancerígenas.
NF-κB es una proteína que actúa como un interruptor dentro de las células: cuando se activa, puede encender muchos genes relacionados con la inflamación y la respuesta al estrés. En el estudio se observaron proteínas que estaban en mayor cantidad en la sangre de personas con TDAH que no tomaban su medicación, y muchas de estas señales se asociaban justamente a la activación de NF-κB y a un estrés “patológico”, es decir, dañino para el organismo.
Lo más interesante es que el propio estudio sugiere una forma clara de ayudar a reducir esta inflamación: el acceso al tratamiento adecuado. En las personas con TDAH que sí tomaban medicación, este grupo de señales proinflamatorias no estaba aumentado; al contrario, se encontraba más bien disminuido. Es decir, la medicación no solo ayuda a manejar los síntomas de atención e impulsividad, sino que también podría contribuir a reducir un estado de estrés crónico a nivel biológico.
Esto refuerza la idea, promovida por profesionales como el Dr. Barkley, de que el acceso al tratamiento y al acompañamiento profesional no es un lujo, sino una necesidad para que las personas con TDAH puedan tener un desarrollo más completo y una mejor calidad de vida.
Otro punto importante es que se ha planteado la posibilidad de que el uso temprano y excesivo de tecnología en niños, con la estimulación constante de circuitos dopaminérgicos del cerebro (aquellos relacionados con la recompensa), podría estar relacionado con el TDAH. Sin embargo, estos estudios todavía están en curso y no hay conclusiones definitivas. Aun así, es posible que cada vez veamos más personas con estas características, especialmente si consideramos que el TDAH tiene una herencia en gran medida dominante: los hijos de personas diagnosticadas tienen mayor probabilidad de presentar el trastorno.
Todo esto nos invita, como sociedad, a reflexionar. Tal vez debamos buscar mejores maneras de integrar y valorar las características particulares que el TDAH puede aportar, en vez de centrarnos solo en sus dificultades. Y, al mismo tiempo, asegurarnos de que, cuando una persona lo necesite y lo desee, el acceso a la medicación no sea tan costoso. Esto debe ir acompañado de controles médicos responsables: autorización por parte de profesionales de la salud, receta retenida y controles periódicos, por ejemplo cada tres meses.
Así podríamos avanzar hacia una sociedad donde las personas con TDAH tengan menos estrés, mejor salud y mejores oportunidades para desarrollar todo su potencial.
Artículo original:
Inflammatory biotype of ADHD is linked to chronic stress: a data-driven analysis of the inflammatory proteome.
Enlace del artículo: https://www.nature.com/articles/s41398-023-02729-3
*Este artículo surge del convenio con el Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (CINV).
Inscríbete en el Newsletter Cultívate de El Mostrador, súmate a nuestra comunidad para contarte lo más interesante del mundo de la cultura, ciencia y tecnología.