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Julio Rojas, escritor de ciencia ficción: “La mayor interacción humana no será entre humanos”

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Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Rojas, escritor de ciencia ficción y creador de Caso 63, nos habla del futuro cercano, donde la inteligencia artificial será una protagonista clave. A su juicio, en 2026, la IA no solo asistirá, sino que tomará decisiones por nosotros, transformando la política y nuestra autonomía.


En un mundo que se redefine constantemente por los avances tecnológicos, Julio Rojas, escritor de ciencia ficción y creador de la premiada audioserie Caso 63, se adentra en una conversación que podría ser un parteaguas para entender el futuro cercano. Rojas, conocido por su capacidad para imaginar realidades alternas, nos ofrece una mirada única sobre cómo la inteligencia artificial (IA) está cambiando las reglas del juego.

En esta entrevista, el autor habla de un 2026 que cambiará todo. Según él, el impacto de la IA será tan profundo que nuestras decisiones, nuestras relaciones y hasta nuestra forma de vivir estarán mediadas por agentes no humanos. ¿Cómo es esto posible? ¿Qué implicaciones tiene para nuestra autonomía? Rojas argumenta que la IA dejará de ser una herramienta para convertirse en un “tecnosoma”, un amplificador de nuestra voluntad, pero también un poder autónomo capaz de tomar decisiones por nosotros.

En un escenario de disrupción, incluso el mundo político parece quedarse atrás, sin entender los verdaderos retos que nos esperan. Así, la tecnología, lejos de ser una simple herramienta, se perfila como el nuevo contrato social.

A continuación, un extracto de nuestra conversación en Pensando Chile.

Hay una aseveración tuya bastante provocadora. Faltan tres meses para que termine el año 2025 y tú has señalado que el 2026 va a cambiar todo. ¿Qué es lo que va a cambiar?
-Los escenarios de cambios un poco radicales no se dan de 0 a 100, se conjugan debido a la convergencia de muchas variables que son latentes, que empiezan a chocar y que, cuando empiezan a generar relaciones, se producen cambios drásticos. Y son cuatro variables, básicamente. El mundo de inteligencia artificial, que es la estrella, la nueva tecnología de edición génica y de nueva biología, cuya relación con la vida está muy estrecha. Por ejemplo, nuevas proteínas, nueva medicina, todo el mundo de las neurociencias y la posibilidad de interferir en el cerebro humano.

-Lo más popular hasta ahora son los chats de lenguaje generativo. ¿Pero qué viene, lo que está desarrollándose y que aún no vemos?
-Lo primero fueron los chats conversacionales, donde sale data, lógica e inferencias. Luego está la siguiente, que fue el año pasado, y que son sistemas un poco más razonadores y que pueden establecer cadenas de pensamiento. O sea, ya no es como que te da la respuesta inmediata, sino que tú le puedes dar un problema complejo, como ¿cuántos profesores se necesita contratar para una universidad que tiene 8 mil alumnos? Y te dice exactamente cuántos. Y tú podrías hacerlo como un humano y llegar a esa conclusión, pero te demoraría mucho. Y la tercera parte, el mundo de los agentes. Creo que por ahí va tu pregunta.

Hasta ahora, las máquinas nos han facilitado la vida en cuanto a datos, nada más. Pero el mundo agéntico –que ya llegó este año– es cuando se establecen figuras de inteligencias no humanas que empiezan a negociar por ti en el intersticio relacional de Internet, de las compras, con otras inteligencias artificiales. Te pongo un ejemplo muy claro. Cuando querías ir al dentista, tenías que googlear un dentista o, si tenías uno, llamar a la secretaria, pedir una hora, ver si te dan una hora en el trabajo, hacer una serie de logísticas. En el mundo agéntico, será tu agente el que negocie con el agente del dentista, con el agente de la compañía, o sea, hay una capa de relación no humana que se empieza a configurar.

Ahora es muy incipiente, pero a medida que pasan los años, la mayor interacción humana no va a ser entre humanos, sino que va a ser mediatizada por estas entidades fantasmales que nos van a acompañar de una manera invisible, como las constelaciones.

-¿De esto es lo que hablas cuando te refieres al tecnosoma?
-Un tecnosoma es una tecnología de amplificación, soma es un cuerpo y es una tecnología que amplifica el cuerpo. Siempre las tecnosomas, desde hace 4 millones de años, eran estáticos. Una piedra es un puño, una onda es el brazo, un telescopio es el ojo. Son tecnosomas. El tecnosoma de la mente, llamado inteligencia artificial, no es así, porque tiene la posibilidad de tener agenda y poder mejorarse o quizás ni siquiera estoy hablando de que tenga conciencia, sino que va a tener una evolución como entidad y esa evolución puede que sea independiente a nosotros.

-¿Qué pasará con las decisiones?
-Estamos hablando de un nuevo contrato social, donde ya no es un humano el que toma las decisiones, sino que será –mediante un acuerdo– una entidad no humana quien tome las mejores decisiones por ti, desde negociar el mejor vuelo para que te salga más barato o si quieres comprar algo por internet. Será una negociación de agentes, le interesará escanear el producto, revisará cuáles son los beneficios, quién es más barato, escudriñará a todo el mundo, negociará la mejor oferta y, luego, llegará con la situación resuelta y tú solo tendrás que poner el dedo para arriba o para abajo.

Porque después tomará decisiones autónomas, ya que tu agente te conoce tanto, que no le será nada de difícil inferir lo que necesitas o te gusta, todo mientras no hay un cambio demasiado drástico en tu estructura de personalidad. Es una prolongación de ti, un tecnosoma máximo. Eso genera dos cosas, dos advertencias. La primera advertencia es la posibilidad de que caigamos una especie de apatía o de sedentarismo cognitivo, donde no tomamos ninguna decisión y uno queda absolutamente lobotomizado. O la otra posibilidad es que ese tiempo perdido se use para una especie de despegue de inteligencia. Eso dependerá de cada uno.

-Estamos a semanas de una nueva elección presidencial y llama la atención que ningún candidato esté hablando de esto. ¿Te pasa que es como si vivieran en otro planeta?
-Comparto el mismo diagnóstico. Es bastante universal que el mundo político se quedó muy atrás en este escenario donde estamos viviendo un borde histórico, un borde civilizatorio. Son esos momentos. Tienes toda la razón con que no está en el discurso, ni el debate público y político ni en las propuestas.

En la política es frecuente que se hagan proyecciones, comprendiendo que ciertas cosas van a suceder como yo quiero que sucedan. Esto ha sido válido desde la Revolución francesa hasta ahora. Pero una inteligencia no humana rápidamente te puede decir: esto es muy atractivo, pero es completamente inviable y no va a suceder en ningún escenario. Porque he calculado los 644 escenarios posibles de eso, con todas las variables posibles y eso no va a ocurrir, va a ocurrir todo otro. La pregunta es si yo, como candidato, como Presidente, como político o como actor social, sé con certeza que eso no va a ocurrir, ¿cuál será mi discurso de ahora en adelante?

Porque si no me doy cuenta, la IA de otra persona te dirá “lo que está diciendo este caballero es mentira”. ¿Te fijas que cambia el contrato social de los acuerdos y de los escenarios posibles? Ya no hay escenarios voluntaristas, hay hechos. Y es terrible, terrible eso en un nuevo mundo.

-¿Y cuál será el futuro de la desinformación? Hoy es una pandemia. Se dispone de algoritmos para manipular la opinión pública. 
-Ya no podrás manipularlas todas, porque básicamente no puedes meter la mano al torbellino de inferencias. Pero alguien podría decir “de acuerdo, paso, no quiero tomar decisiones informadas, no voy a entrar en ese juego”. Y también va a ser válido, pero va a ser tan válido como alguien terraplanista versus alguien científico, porque a veces las narrativas pueden ser más atractivas que la evidencia. Y yo creo que esa es la gran tensión que se va a producir en este mundo futuro. Que mucha gente va a tener mucha posibilidad de acceder a un mundo de inteligencia, pero puede ser seducida completamente por narrativas, porque son más adictivas… Porque necesitan dopamina, finalmente.

 

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