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Alfredo Zamudio: nuestra política “ha transformado la conversación ciudadana en una transaccional”

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Alejandro Repenning López
Por : Alejandro Repenning López Coordinador Editorial El Mostrador
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El director de la misión en Chile del Centro Nansen para la Paz y el Diálogo sostiene que a Chile le falta diálogo, pero no tiene ni el tiempo ni las ganas de cambiar. Acá sus reflexiones sobre cómo escuchamos y la posibilidad de generar diálogo a partir de esa experiencia.


Alfredo Zamudio, experto en resolución de conflictos y director de la misión en Chile del Centro Nansen para la Paz y el Diálogo, enfatiza que la clave para el diálogo verdadero es saber escuchar. Esta capacidad va más allá de simplemente permitir que el otro hable; es una herramienta de reconocimiento fundamental en un país lleno de emociones e historias que necesitan un espacio para ser contadas.

Zamudio advierte que es “sumamente frustrante” cuando las personas no son escuchadas porque otros asumen conocer sus necesidades o ya tienen la respuesta, impidiendo una comprensión que va más allá de lo superficial.

El principal problema que enfrenta Chile para dialogar no es la ignorancia, sino la falta de voluntad y tiempo. Si bien se han realizado más de 160 talleres de diálogo en el país y el 94% de los participantes ha puesto a prueba las herramientas aprendidas, el obstáculo más grande es la resistencia al cambio (identificada por el 74% de los encuestados), seguida por la falta de tiempo.

Zamudio explica que la escucha atenta es crucial para la estabilidad social, ya que permite identificar a tiempo los factores impulsores del conflicto (como la desigualdad o las injusticias) antes de que sean utilizados por factores gatilladores que puedan hacer explotar la “caldera” social.

El propósito final del diálogo no es alcanzar la unanimidad, sino reconstruir las relaciones y establecer un consenso para poder vivir en desacuerdo. Pese a las dificultades, Zamudio ve a Chile en una situación reversible y sostiene que el país está “bastante bien vacunado” contra la opción por la violencia gracias a su memoria histórica, aunque requiere “refuerzos” periódico.

A continuación un extracto de la conversación que sostuvimos con Alfredo Zamudio.

-En entrevistas y conferencias que has dado, te has referido a que para entablar un diálogo hay que primero saber escuchar. Por lo tanto, uno podría asumir que ahí hay un acto de generosidad. ¿Es así eso? ¿Cuál es tu visión?
-Muchas gracias por ir directo a esto y me encanta esa pregunta. Primero es decir: ¿qué es escuchar? ¿Cómo escuchamos?. Usualmente, uno dice “quiero contarte algo, quiero compartir mi experiencia” y uno no termina y ya alguien está levantando la mano diciendo, esperando para decirte algo. Cuando un país está lleno de emociones, de historias que contarse y no tiene un espacio donde contarlo porque alguien te quiere decir “no, es que yo sé lo que tú estás pensando, yo sé lo que necesitas, yo sé la respuesta”, es sumamente frustrante.

Las personas quieren ese reconocimiento de sentirse escuchados y la escucha es esa herramienta. No necesariamente tienes que estar de acuerdo o aceptar lo que te dicen, pero solamente escucharlo. Escuchar es ir un poquito más allá de lo superficial y hay herramientas y formas de cómo lograrlo.

-¿Y cómo sería eso? Porque, claro, uno entiende que escuchar es dejar hablar al otro. ¿Y cómo son esas herramientas para lograr esta escucha?
-Mira, imagínate, si usualmente estamos en posturas donde uno quiere presentar una idea, usualmente tenemos poco tiempo y hay mucha desconfianza, entonces las personas aprenden a decir una pequeña fracción. Si ese es el único encuentro que tienes, nunca vas a saber cómo llegó la otra persona a esa propuesta o a esa decisión, qué hay en realidad debajo de esto.

En términos de análisis de conflicto, uno tiene que pensar que hay una diferencia entre los factores impulsores de una situación de conflicto y los factores gatilladores, que no son la misma cosa. Los factores impulsores pueden ser desigualdad social, delincuencia, educación, salud, pensiones, injusticias, abusos, derechos humanos, etc. Piensa tú en una caldera que está así vibrando con todo eso y viene algún factor, movimiento, persona o grupo en forma oportunista que dice “yo tengo todas las soluciones; aquí hay que seguirme”. Eso hace que toda la caldera se abra y salga así.

En un proceso de diálogo, si tú logras escuchar atentamente, puedes identificar a tiempo los factores impulsores de las situaciones que pueden hacer que la caldera explote. Si no tienes herramientas, tiempo y voluntad para escuchar, tal vez te caiga como una sorpresa que eso explote así.

Hemos hecho más de 160 talleres de diálogo en Chile junto a más o menos 20 universidades, sociedad civil y muchas otras instituciones. Dos mil 800 personas han participado y casi todas las personas, el 94% de todos esos participantes de los talleres, han probado alguna herramienta en su entorno. Pero ¿dónde les ha ido mal? 74% nos dice que hay una resistencia al cambio.

Ese es el problema más grande que se han encontrado y el segundo más grande es la falta de tiempo. Vivimos en un país con esa dicotomía: estamos muy mal, necesitamos diálogo, pero nos resistimos a cambiar y no tenemos tiempo para escucharnos.

-Asumo entonces, Alfredo, que tu visión de Chile es probablemente que nos falta eso, saber escuchar.
-Yo no diría saber, sino darnos el tiempo. Somos un país hermoso, bonito, en la esquina de América, con todos estos problemas sociales y económicos e históricos que tenemos, pero tenemos muchas capacidades, muchas instituciones y sabemos muchas cosas, tenemos conocimientos ancestrales. Nuestra política, durante las últimas decenas de años, ha transformado la conversación ciudadana en una conversación transaccional. La pregunta es: ¿para qué te voy a escuchar? ¿Para qué me sirve? Chile no es que no sepa dialogar o no sepa escucharse, sino que lo hemos convertido también en un producto de mercado.

 

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