Presidencialismo asfixiante e injerencia militar
Se cumplieron ya 20 años de la promulgación de la Constitución del ’80 y el primer año del gobierno de Ricardo Lagos. Si se hace memoria y se analiza fríamente la actual Carta Fundamental, siguen vigentes aspectos que ayer resultaban insoportables:
– Presidencialismo asfixiante, aunque ya no es la carta autoritaria y contraria al pluralismo de 1980. Sí hemos avanzado en la consagración constitucional de la igualdad de hombres y mujeres, vigencia de tratados internacionales que cautelan los derechos humanos, descentralización política, etc.;
– Liberalismo en lo socio-económico que impide un papel más destacado al Estado en su tarea de promover el Bien Común (aunque esto ahora provoca alegría a «liberales» de última hora de nuestra coalición);
– Injerencia militar que consagra un poder autónomo del civil (aunque las reformas al Cosena han paliado esto en algún grado); y
– Inmutabilidad de la Carta Fundamental de no mediar el consenso de una minoría menor incluso al tercio del país en algunos casos.
Los pronósticos electorales para las elecciones parlamentarias no son positivos y, mediante la Constitución del ’80, su sistema binominal y el quórum de reforma constitucionales, al anochecer del 11 de diciembre de este año la Concertación se encontrará con que no ha podido avanzar un paso más en las grandes transformaciones constitucionales que Chile requiere.
Y este clima actual y horizonte de futuro inmediato dificulta plantearnos la gran cuestión que es la razón de ser de un Tercer Gobierno de la Concertación: terminar con la transición política realizando las reformas constitucionales imprescindibles para entrar al concierto de las naciones plenamente democráticas, avanzar en modelo y estilo de desarrollo que logre crecimiento económico con más igualdad y, por último -pero no por eso menos importante-, sentar las bases de un Chile que celebra el Segundo Centenario como país en el umbral del desarrollo.
Si no se lanzan con vigor estas tres históricas tareas, el triunfo concertacionista de enero del 2000 será un absurdo que prolongó seis años más la agonía de una desgastada coalición de gobierno. La historia de México recuerda que la última reelección de Benito Juárez no puso nada, salvo disminuir su figura histórica. En el Chile contemporáneo lo que partió como epopeya con Pedro Aguirre Cerda terminó como comedia con Gabriel González Videla.
¿Qué es y qué quiere ser Chile? ¿Hacia donde va la nación chilena? Las preguntas anteriores debe plasmarse en un nuevo consenso constitucional.
De no abordarlo con enorme fuerza, el 18 de septiembre del año 2010 puede nuevamente encontrarnos adoloridos como en 1910.
Evitar que la historia se repita es tarea del liderazgo presidencial de Ricardo Lagos y de la coalición de gobierno. Marcar el paso nos llevará a la derrota electoral y, lo más grave, a desperdiciar una oportunidad histórica: celebrar el Bicentenario con una Constitución plenamente democrática y una nación reunida en libertad, igualdad y solidaridad.
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