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Por qué Chile debe sostener políticas de largo plazo en ciencia, innovación y emprendimiento Opinión

Por qué Chile debe sostener políticas de largo plazo en ciencia, innovación y emprendimiento

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María Angélica Fellenberg
Por : María Angélica Fellenberg Vicerrectora de Investigación Pontificia Universidad Católica de Chile
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El país ha sembrado durante treinta años. Hoy está listo para cosechar. Pero el desarrollo no florece por inercia: necesita riego constante.


Para tener una cosecha abundante, hay que preparar bien la tierra. Hay que sembrar, cuidar, regar y esperar. La investigación científica, la innovación y el emprendimiento tecnológico funcionan exactamente igual: requieren continuidad, visión y tiempo. No se ajustan al ciclo electoral; avanzan al ritmo del desarrollo.

Hace algunos días Chile vivió una elección presidencial que nos conduce a una segunda vuelta. En medio de esa transición, es importante recordar que nuestro país ha logrado algo excepcional para la región: más de tres décadas de políticas públicas relativamente estables en ciencia y tecnología. Desde los años 90, programas como Fondef, Fondap, o la Iniciativa Científica Milenio han permitido construir capacidades que antes no existían. Más tarde surgieron programas públicos que han posicionado a Chile internacionalmente, como Startup Chile en 2010, uno de las primeras aceleradoras públicas del mundo, con más de 3 mil startups apoyadas, y Startup Ciencia en 2020, que abrió una nueva vía para que tecnologías nacidas en universidades se transformen en empresas de base científica.

Ese avance no fue obra de un solo gobierno, sino de una convicción transversal: el conocimiento es una inversión estratégica. Pero esa convicción enfrenta un límite claro. Chile sigue destinando apenas 0,39 % del PIB a investigación y desarrollo, una cifra prácticamente estancada desde hace dos décadas y muy por debajo del promedio 2,7 % de la OCDE. Con ese nivel de inversión, no es posible competir globalmente en productividad, innovación, complejidad económica ni desarrollo tecnológico.

Por eso, más allá de quién resulte electo en diciembre, necesitamos que el próximo gobierno mantenga y profundice esta visión de largo plazo. La ciencia y la innovación requieren financiamiento estable y creciente, apoyo a la transferencia del conocimiento desde universidades hacia la sociedad y la industria, y la consolidación de instrumentos de financiamiento público exitoso. Falta mucho para que Chile alcance su potencial, pero el camino está trazado: tenemos talento, tenemos instituciones y tenemos un ecosistema que ha demostrado funcionar cuando existe continuidad.

El país ha sembrado durante treinta años. Hoy está listo para cosechar. Pero el desarrollo no florece por inercia: necesita riego constante. Si queremos un futuro basado en conocimiento y no solo en materias primas, debemos comprometernos, como Estado y como sociedad, a seguir cuidando lo que hemos construido y a dar espacio a lo que recién comienza a germinar.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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