La inclusión se refuerza con la ley
Señor director:
He leído con atención la carta de Julieta Zuñiga sobre la Ley 21.015. Valoro que, a días de la Teletón, volvamos a discutir inclusión laboral con seriedad. Pero no comparto su diagnóstico general.
Desde Fundación Tacal, y desde mi experiencia de años trabajando con personas con discapacidad y empresas, puedo decir con claridad que la ley sí ha abierto oportunidades reales. No es perfecta. Ninguna política pública lo es. Pero antes de esta norma, la puerta estaba cerrada para demasiadas personas. Hoy, al menos, existe una obligación concreta que empuja a mirar talentos que antes no se consideraban.
Es cierto que hay empresas que han buscado atajos. Tampoco me gusta. Pero reducir el efecto de la ley a esas malas prácticas es injusto con miles de trabajadores que entraron al mercado formal gracias a ella. También es injusto con las organizaciones que han hecho las cosas bien, invirtiendo en ajustes razonables, capacitación, acompañamiento y cambio cultural.
La inclusión no ocurre sola. La ley es un marco. Lo que hace la diferencia es el trabajo detrás. Hay que salir a buscar a las personas, preparar a los equipos, adaptar procesos, convencer a jefaturas, sostener el empleo en el tiempo. Eso es pega. Pega difícil, a veces ingrata. Y sí, es más fácil reclamar que hacerla. Pero cuando se hace, los resultados aparecen.
He visto empresas que partieron cumpliendo por obligación y terminaron transformando su manera de contratar. He visto personas que pasaron de la informalidad o del encierro a un salario estable, con seguridad social, con proyección. Esas historias existen y no son excepciones.
Coincido en algo con la carta: la inclusión no puede limitarse a fechas simbólicas. Pero la respuesta no es desarmar la ley, sino fortalecerla. Supervisar mejor, apoyar más a las empresas que quieren hacerlo bien, sancionar a las que no. Y, sobre todo, profesionalizar la intermediación laboral y el acompañamiento. Sin eso, cualquier cuota se vuelve papel.
La Ley 21.015 no es el final del camino. Es un piso que costó años construir. Si lo miramos con honestidad, veremos que ha movido la aguja. Aún falta mucho, sí. Pero no volvamos atrás.
Atentamente,
Andrea Zondek
Presidenta Fundación Tacal