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¿Una discusión acelerada para decidir la eutanasia en nuestro país? Opinión Imagen referencial (generada con IA).

¿Una discusión acelerada para decidir la eutanasia en nuestro país?

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Ignacio Sánchez Díaz
Por : Ignacio Sánchez Díaz Profesor titular, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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La discusión en profundidad de estos temas, que son esenciales para una sociedad, no puede realizarse de manera urgente y acelerada. La escucha de todas las voces y la prudencia es lo que se requiere hoy para abordar la discusión del término de la vida.


Sí, efectivamente esto es lo que ha solicitado el Presidente de la República al Parlamento. Aunque parezca increíble, esto significa que el Poder Legislativo tendrá solo seis días hábiles (al leer esta columna ya quedarán algunos días menos) para analizar y votar una ley que define el bien más preciado que tenemos, la vida. Esto es inaceptable, ya que el proyecto de ley se ha discutido de manera muy intermitente y esporádica en los últimos cinco años, por lo que nada explica este apresuramiento que solo traerá complicaciones, confusión y en especial polarización en el país.

Todos sabemos que los debates valóricos, en especial cuando se refieren a la dignidad de la persona y el derecho y cuidado de la vida, son muy complejos y con miradas muy diversas, lo que requiere diálogo, escucha y en especial un análisis en profundidad del ser humano, su sentido de existencia y en especial de su trascendencia.

Una reflexión crucial al discutir este tema es que la dignidad humana es una propiedad intrínseca de toda persona, independientemente de sus capacidades, condiciones y etapas de su vida. La discusión entre la autonomía y la capacidad de decidir de las personas sobre su cuerpo y su vida es muy relevante. A esta, hay que agregar la capacidad de decidir con independencia de su situación económica y, en especial en nuestro país, de su plan de salud, porque debiéramos coincidir en que toda vida humana supone el reconocimiento de la igualdad en dignidad y derechos.

Desde sus orígenes, la medicina se ha orientado a prevenir las enfermedades y promover la salud, asistir a los enfermos, aliviar el dolor, el sufrimiento, y a cuidar a los incurables. El acompañamiento en los momentos de enfrentar la muerte es parte integral de las labores y del acto médico. Por esto, un acto médico compasivo es el que busca aliviar el sufrimiento, sin terminar con la vida del paciente. Es necesario recordar que adelantar la muerte nunca ha formado parte de la práctica de la medicina.

En esta discusión, es preciso recalcar que los Cuidados Paliativos integrales se orientan a proporcionar una vida digna hasta la muerte natural, sin presentar un sufrimiento incontrolable. Esto debe estar al alcance de todos los pacientes, como un imperativo ético y de equidad para quienes sufren, centrado en la dignidad de la persona. Es importante recordar que la adecuación del esfuerzo terapéutico es una decisión consensuada entre el equipo de salud y la familia.

En la práctica clínica, en pacientes terminales se pueden evitar o suspender determinadas medidas terapéuticas por ser desproporcionadas en sus efectos y resultados. Esto es lo opuesto al denominado “ensañamiento terapéutico”, que obviamente se debe evitar. De esta manera, la medicina requiere mantener su misión inicial, que debe estar centrada en la salud integral del paciente y en especial en el respeto de la dignidad de toda vida humana, sin excepciones.

Así, el derecho a morir con dignidad no puede depender del plan de salud de cada paciente, lo que deja a los más vulnerables desvalidos y fuera de los avances de la ciencia y la medicina. Por esto, previo a discutir la eutanasia con carácter de urgencia, requerimos una propuesta robusta de cuidados paliativos amplios e integrales, que logren obtener el alivio del dolor físico, psicológico, social y un apoyo espiritual del paciente terminal. Si bien este enfoque está en íntima relación con un derecho humano fundamental como es la vida, esta aproximación clínica no está disponible para todos quienes hoy la requieren a largo y ancho de nuestro país.

En suma, el derecho a morir con dignidad no debe depender de las opciones disponibles para cada paciente, lo que deja a los más vulnerables desvalidos y fuera de los avances de la ciencia. La vida es un bien superior, un derecho humano fundamental, indisponible, el cual se debe cuidar independientemente de las características del paciente. Por esto, se requiere contar con todas las condiciones para acompañar de manera integral a la persona en su camino de final de la vida, abordando el dolor y sufrimiento físico, la angustia, soledad, los trastornos psicológicos y el acompañamiento espiritual.

Como se puede apreciar, la discusión en profundidad de estos temas, que son esenciales para una sociedad, no puede realizarse de manera urgente y acelerada. La escucha de todas las voces y la prudencia es lo que se requiere hoy para abordar la discusión del término de la vida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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