Opinión
Ley Hijito Corazón: ¿cómo avanzamos hacia un nuevo paradigma de los cuidados?
El Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados busca cambiar el paradigma de cuidado, históricamente comprendido como una responsabilidad delimitada a la esfera privada de la familia y que, en la práctica, se ha consolidado como el trabajo no remunerado de miles de mujeres.
El proyecto de ley denominado “Hijito Corazón”, actualmente en tramitación en el Congreso, busca enfrentar el abandono familiar de personas mayores especialmente vulnerables, proponiendo, entre otras medidas, endurecer las sanciones.
Sin desconocer que nuestro país enfrenta enormes desafíos debido al acelerado envejecimiento poblacional y el aumento de la longevidad, enfocarse en las sanciones para quienes no pueden hacerse cargo de un familiar mayor va en contra de los principios del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, y podría crear más barreras para que las mujeres puedan libremente decidir si quieren o no cuidar.
Además, no toma en cuenta que, ante la inexistencia o escasez de alternativas de apoyos para enfrentar los requerimientos de cuidados complejos, y en muchos casos sin desearlo, el abandonar suele ser la única opción que ven cientos de familias.
El Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados busca cambiar el paradigma de cuidado, históricamente comprendido como una responsabilidad delimitada a la esfera privada de la familia y que, en la práctica, se ha consolidado como el trabajo no remunerado de miles de mujeres.
Existe evidencia abundante de que esta profunda desigualdad de género en materia de cuidados –la cual se refleja, por ejemplo, en datos como que en promedio las mujeres destinan diariamente dos horas más que los hombres al trabajo no remunerado, según la II Encuesta Nacional del Uso del Tiempo– tiene profundas consecuencias sobre el desarrollo, autonomía económica, personal, y la calidad de vida de las mujeres.
Es urgente avanzar hacia un nuevo enfoque, donde el cuidado sea:
1) Un derecho social, garantizado por el Estado, lo que implica buscar soluciones donde no se vuelva únicamente a colocar a la familia –y con ello a las mujeres– como responsables exclusivos del cuidado, sino que conlleve buscar nuevas alternativas, que se sustenten en los principios de corresponsabilidad social y apoyos en la vejez.
2) Una responsabilidad social, en la cual se busque la integración intergeneracional, creando espacios virtuosos de apoyo y ayuda mutua entre los distintos actores del cuidado.
Y 3) una tarea que también considera a las personas mayores (y los que ahora no lo somos) desarrollando estrategias que nos permitan tener un buen envejecimiento, con conexiones y redes de apoyo bien consolidadas a lo largo de la vida, que permitan afrontar eventuales necesidades de cuidado o de acompañamiento.
Lo anterior nos lleva a que como sociedad colaboremos desde distintas posiciones a transitar desde un modelo feminizado y familista de cuidado hacia un modelo más equitativo, sostenible, centrado en la autonomía y en la responsabilidad de todos los actores: el Estado, el mercado, la sociedad civil, la comunidad y, por supuesto, las personas mayores.
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