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La presión norteamericana sobre Venezuela Opinión Archivo

La presión norteamericana sobre Venezuela

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Samuel Fernández Illanes
Por : Samuel Fernández Illanes Académico Derecho U. Central, Embajador (r)
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El resto del concierto latinoamericano está dividido entre indecisos, con declaraciones contrarias a una invasión, lamentando lo sucedido y esperando que no se traspasen los límites marítimos. Para muchos es un régimen indeseable, fracasado, corrupto, con millones de migrantes indocumentados.


Se ha materializado el despliegue de una flotilla bélica sofisticada en el mar cercano a Venezuela, sin sobrepasar sus aguas jurisdiccionales, una decisión destinada a producir reacciones. Así ha ocurrido.

Se busca controlar definitivamente el tráfico de drogas de Colombia a Estados Unidos, vía Venezuela, como terrorismo. Trump declaró que afecta su seguridad y actúa en consecuencia. Controlan los ilegales, aumentan las deportaciones, moviliza la guardia nacional, y refuerza las fronteras. Combate los efectos irreversibles del fentanilo y las drogas de alto impacto sanitario.

Lo amparan convenios vigentes, como: la Convención Única sobre estupefacientes (1961), sobre Sustancias Sicotrópicas (1971), contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas (1988), así como las definiciones de la OMS y las medidas especiales de fiscalización, control, coordinación interestatal, acción judicial contra un crimen internacional, blanqueo de precursores químicos y uso de drogas; además de la Convención de Palermo contra la Delincuencia Transnacional y Crimen Organizado (2000) y sus tres protocolos; y la de Mérida (2003) contra la corrupción (UNCAC), por delitos calificados jurídicamente de transnacionales.

Se acusa a Maduro, Cabello y Padrino López de ser los líderes del “Cártel de los Soles” (las insignias de los generales). Estados Unidos ofrece recompensas de millones de dólares como delincuentes. Define al país como un “narco-Estado” terrorista, susceptible de ser intervenido militarmente. Su ingreso a los BRICS fue retrasado precisamente por estas imputaciones. Hay un gran repudio político de numerosos países y la Unión Europea a una dictadura que viola derechos humanos. Tampoco se acepta a Maduro, por su reelección ilegítima, y se reconoce a Edmundo González Urrutia como el verdadero presidente.

Se procura incentivar alguna reacción, dentro del ejército como de la ciudadanía. No es posible anticiparlo, pues el régimen mantiene casi dos mil generales y las prebendas que los sustentan. La población sobrevive con sueldos miserables y ni siquiera se manifiesta ante la represión omnipresente. Los buques norteamericanos difícilmente la movilizarán. Solo podría haber algún efecto en las cúpulas: infundir temor o eventuales divisiones.

La flota todavía está lejos y es solo una hipótesis. Los discursos contra la “amenaza imperialista”, siempre utilizados, y los desplantes retóricos o la convocatoria de milicianos desordenados sin armamento y el despliegue de tropas en la frontera con Colombia son inconducentes y sin mayores efectos.

Lo único comprobable es la nueva atención mundial sobre Venezuela. Buscó los apoyos predecibles de los países del ALBA y otros afines, como el Grupo de Puebla o Cuba. Rusia y China se muestran prescindentes.

El resto del concierto latinoamericano está dividido entre indecisos, con declaraciones contrarias a una invasión, lamentando lo sucedido y esperando que no se traspasen los límites marítimos. Para muchos es un régimen indeseable, fracasado, corrupto, con millones de migrantes indocumentados, que no lamentarán si termina. No se conocen nuevas acciones ni se divulgarán. En todo caso, Venezuela confronta una situación impredecible, por ahora.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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