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Cuando internet se cae para todos: la lección simple detrás de un problema complejo Opinión Cedida

Cuando internet se cae para todos: la lección simple detrás de un problema complejo

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Francisca Arenas R.
Por : Francisca Arenas R. Ingeniera Civil y MBA, Pontificia Universidad Católica de Chile, Corporate Governance, Institute of Directors (IoD), Reino Unido.
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Vivimos en una red global donde todo está conectado. Eso nos hace más fuertes, aunque a veces también signifique que los problemas se noten más. La tarea no es desconectarnos, sino entender mejor esta interdependencia y seguir fortaleciendo el ecosistema que hace posible nuestra vida digital diaria.


El martes 18 de noviembre muchos pensamos lo mismo: “¿Qué pasó ahora? ¿Por qué nada funciona?”. X no cargaba, ChatGPT no respondía, Canva se congelaba, incluso algunos videojuegos dejaron de funcionar. Todo al mismo tiempo, en todo el mundo.

La explicación estaba en un actor del que la mayoría de la gente nunca ha escuchado: Cloudflare. Es una empresa que trabaja en segundo plano para que miles de sitios y aplicaciones funcionen más rápido y estén protegidos. No la vemos, pero está ahí, sosteniendo gran parte del tráfico que usamos todos los días.

Lo que ocurrió ese día es un buen recordatorio de algo muy simple: en internet, nada está solo. Todo está conectado.

Para entenderlo, pensemos en algo cotidiano: Si en una ciudad grande se corta un semáforo importante no solo se afecta esa esquina. Se producen tacos en calles cercanas, después en avenidas, y al final la congestión llega a barrios completos. No es porque la ciudad esté mal hecha, sino porque está profundamente interconectada.

Lo mismo pasa en el mundo digital. Cuando un servicio clave como Cloudflare tiene un problema, el “taco” se multiplica en decenas de aplicaciones que dependen de él. No es que esas aplicaciones sean débiles. Es que todas comparten la misma infraestructura, tal como compartimos calles y autopistas.

Algunas personas podrían pensar: “Entonces, ¿no sería mejor depender menos de la nube?”. Pero en realidad, la nube existe precisamente para darnos más seguridad, más velocidad y más disponibilidad. Sin ella, muchas de las cosas que hoy damos por sentadas —trabajar desde cualquier parte, comprar online, usar IA, ver series, almacenar fotos— simplemente no serían posibles.

Esto no fue un fracaso de la nube. Fue una muestra de lo grande y complejo que es el sistema que sostiene nuestra vida digital.

Y aquí aparece algo importante: la resiliencia no se construye aislándonos, sino coordinándonos mejor. Tal como una ciudad aprende de un corte masivo para mejorar su red de semáforos, el mundo digital aprende de cada caída para fortalecer sus sistemas, sus protocolos y su comunicación entre equipos.

También es un recordatorio de que, detrás de cada plataforma que usamos, hay personas trabajando para que todo vuelva a la normalidad cuando algo falla. Ingenieros que revisan códigos, equipos que monitorean redes, especialistas que responden a incidentes. La inteligencia artificial ayuda, sí, pero las decisiones, la creatividad y la capacidad de resolver siguen siendo profundamente humanas.

Al final, lo que muestra este episodio es algo sencillo: vivimos en una red global donde todo está conectado. Eso nos hace más fuertes, aunque a veces también signifique que los problemas se noten más. La tarea no es desconectarnos, sino entender mejor esta interdependencia y seguir fortaleciendo el ecosistema que hace posible nuestra vida digital diaria.

Y quizás, de paso, recordar que incluso en un mundo lleno de tecnología, lo humano sigue siendo el punto de apoyo cuando algo se detiene.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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