Sequía electoral pone más presión a Kast
¡Hola!, bienvenidos a una nueva edición de +Política, cuando ya se cumple una semana del histórico triunfo de José Antonio Kast, quien ocupará el sillón presidencial y, al parecer, varias dependencias más de La Moneda, junto a la primera dama, durante los próximos cuatro años.
- Mientras en Palacio analizan las alternativas para que el Presidente electo viva en la sede gubernamental, dos excancilleres comentan a +Política sus impresiones sobre la configuración del escenario internacional. La incógnita en materia de relaciones exteriores es si el nuevo Gobierno privilegiará o no un enfoque bilateral en desmedro del multilateralismo.
En el plano interno, se anticipa una “luna de miel electoral”, ya que los chilenos volverán a las urnas recién en octubre de 2028, una diferencia diametralmente opuesta a lo que vivió el Gobierno del Presidente Boric: entre 2022 y 2026 hubo seis elecciones. Este hecho pone nuevamente una presión adicional a la administración entrante para centrar su agenda en las promesas de campaña, sin la distracción de los procesos electorales.
En la vereda opuesta, el mundo progresista comienza lentamente a digerir la derrota histórica.
- Por una parte, tres documentos buscan dar respuestas al “fin de ciclo” luego de las elecciones del pasado domingo y, por otra, varias voces, particularmente desde el socialismo, plantean que la debacle partió hace al menos ocho años, cuando la Nueva Mayoría optó por apoyar a Alejandro Guillier y darle un portazo a Ricardo Lagos.
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¿Énfasis bilateral o multilateral? La mirada de dos excancilleres sobre la política exterior del nuevo Gobierno
Heraldo Muñoz y Roberto Ampuero están en veredas opuestas, pero comparten un elemento: ambos fueron los encargados de conducir la política exterior de Chile de forma sucesiva. Muñoz lideró la Cancillería durante el segundo Gobierno de Michelle Bachelet, labor que luego fue asumida por Ampuero, quien fue nombrado al mando del Ministerio de Relaciones Exteriores por Sebastián Piñera en 2018.
- Las reflexiones de los excancilleres sobre la política exterior chilena parten de un diagnóstico compartido: el orden internacional atraviesa una etapa compleja, de fragmentación e incertidumbre, que debilita las certezas sobre las que Chile construyó su inserción global en las últimas décadas. Sin embargo, más allá de este punto de partida común, sus énfasis y propuestas divergen de manera significativa, revelando dos aproximaciones distintas frente al nuevo escenario internacional.
Heraldo Muñoz sitúa el multilateralismo como el eje estructurante e irrenunciable de la política exterior chilena. Para el excanciller, no se trata solo de una tradición diplomática, sino de una condición de resguardo frente a un mundo crecientemente dominado por la acción unilateral de las grandes potencias. “Un bilateralismo puro nos puede dejar a merced de los más fuertes, de acciones unilaterales, de los países que tienen poder de coacción”, señala.
- En un contexto marcado por la imposición unilateral de aranceles, la fragmentación geopolítica y la erosión del comercio global, Muñoz defiende el multilateralismo económico y político como el principal instrumento para “defender los intereses de Chile, y para asegurar un mundo basado en reglas y respeto al derecho internacional”. Aunque reconoce el caos actual, identifica señales de recomposición gradual, como los diálogos entre el CPTPP, la Unión Europea y ASEAN, y propone reforzar alianzas con países “like-minded” (afines) para defender la democracia y los derechos humanos, siempre desde un anclaje multilateral.
Roberto Ampuero, en cambio, pone el acento en el agotamiento práctico del multilateralismo clásico y en la necesidad de adaptar la diplomacia chilena a una realidad más fluida y transaccional. El exministro de RR.EE. manifiesta que el multilateralismo fue una “necesidad estratégica” para Chile durante décadas, pero al mismo tiempo sostiene que hoy convive con su propio debilitamiento, visible en la “parálisis de organismos, la erosión de consensos y la primacía del interés nacional por sobre las reglas compartidas”.
- Para Ampuero, el mundo no avanza hacia bloques cerrados, sino hacia una geometría variable de alianzas, donde las grandes potencias compiten y cooperan selectivamente. Desde esta lectura, plantea que el multilateralismo sigue siendo relevante, pero no puede ser asumido de forma dogmática: “Nuestra inserción multilateral no debe ser dogmática sino realista y pragmática, es decir, privilegiar los asuntos que contribuyan a nuestros intereses”, afirma.
La diferencia central entre ambas exautoridades radica en el peso relativo asignado a principios versus pragmatismo. Mientras Muñoz enfatiza el riesgo político y estratégico de relativizar el multilateralismo –pues ello expone a Chile a relaciones asimétricas–, Ampuero subraya que insistir en esquemas rígidos puede limitar la capacidad de adaptación del país. Para este último, Chile debe diversificar vínculos, reducir dependencias y aprovechar sus ventajas estructurales –estabilidad institucional, credibilidad internacional, red de acuerdos comerciales y recursos estratégicos– para construir alianzas funcionales en ámbitos como seguridad, migración, narcotráfico y crecimiento económico.
- En síntesis, Muñoz defiende una política exterior anclada en la protección de un orden basado en reglas, mientras Ampuero propone complementarla con una diplomacia flexible, selectiva y orientada a intereses.
Ambas visiones reflejan de cierta forma el dilema central que enfrenta la conducción de la política exterior de Chile por los próximos cuatro años: cómo equilibrar principios, reglas e intereses en un sistema internacional en transformación.
Luna de miel electoral aumenta las expectativas sobre el desempeño de José Antonio Kast

Foto: Agencia UNO
Cuando hay elecciones, todo se lee en clave electoral. Cada decisión del Gobierno, cada movimiento de la oposición, se interpreta como una forma de incidir en la decisión de la ciudadanía.
Entre 2022 y 2026 se vivió un periodo de “anormalidad electoral”. En todo ese lapso los chilenos sufragaron en seis oportunidades.
- La primera elección de dicho periodo ocurrió el 4 de septiembre de 2022, día fatídico para el oficialismo, ya que por una abrumadora mayoría fue rechazado el texto propuesto por la Convención Constitucional.
- En mayo del año siguiente, el impulso a un nuevo proceso constitucional obligó a los chilenos a elegir a los consejeros constitucionales, quienes redactaron el segundo texto que también fue rechazado en diciembre de 2023.
- El año 2024 estuvo marcado por la elección de alcaldes, concejales y consejeros regionales y gobernadores regionales.
- Finalmente, este año tuvieron lugar las primarias presidenciales en junio y, luego, las elecciones generales para renovar la Cámara de Diputadas y Diputados, la mitad del Senado y, por supuesto, elegir un nuevo Mandatario.
En cambio, el nuevo Gobierno vivirá una suerte de sequía electoral, ya que los primeros comicios que le tocará ejecutar serán las elecciones de alcaldes, concejales, consejeros regionales y gobernadores, recién a finales de 2028.
- “En rigor es una vuelta a la normalidad electoral”, señala a +Política un analista ligado a la derecha. Al menos desde el regreso a la democracia, no hay precedentes de la seguidilla de elecciones de los últimos cuatro años.
La vuelta a la normalidad pone más presión al Presidente electo, ya que no tendrá el factor elecciones como un elemento distorsionador de su gestión, por el contrario, la cancha estará despejada para desplegar su agenda.
El principio de la derrota de la izquierda

Foto: Agencia UNO
“He decidido renunciar a la aspiración de alcanzar nuevamente la Presidencia de la República (…), no soy un caudillo”.
- La frase es del expresidente Ricardo Lagos y fue pronunciada el 10 de abril de 2017, después que el Comité Central del Partido Socialista (PS) optara por apoyar al entonces senador por Antofagasta Alejandro Guillier, para convertirse en el candidato de la Nueva Mayoría y competir contra Sebastián Piñera por la Presidencia de la República.
Luego del triunfo histórico de José Antonio Kast, son varias las voces en la ex Concertación que recuerdan el portazo a Lagos como el hito que marca el inicio de la debacle en la izquierda y que hoy tiene su punto culminante con la derrota de Jeannette Jara.
- “En ese momento el PS y el resto de los partidos oficialistas se convirtieron en un pacto netamente electoral y abandonaron el proyecto país que unió por décadas a la centroizquierda chilena”, dice a +Política una histórica militante socialista. “La coalición se dejó llevar por quien marcaba más en las encuestas y no por quien era el mejor candidato”, complementa en privado otro adherente del sector.
De acuerdo con la encuesta CEP noviembre-diciembre 2016, publicada en enero de 2017, Guillier alcanzaba el 13,9% de las preferencias, mientras que Lagos marcaba un 4,6%.
- Otro de los factores que ha surgido como incipiente autocrítica es que las directivas del PS y del resto de los partidos oficialistas, poco a poco, comenzaron a ser controladas por “ingenieros electorales”, en otras palabras, liderazgos que con calculadora en mano tomaban decisiones para optimizar el rendimiento electoral. “Abandonaron el trabajo territorial, el vínculo con las juntas vecinales”, señala una fuente de +Política.
También es mencionado como sintomático del abandono de un proyecto colectivo el rol secundario que hoy tiene, por ejemplo, el Instituto Igualdad, creado al alero del PS como derrotero de ideas del sector. Lo mismo ocurre con Fundación Chile 21, ligada al PPD. Varias voces críticas señalan que ambos think tanks se convirtieron en una suerte de consultoras para asesoría legislativa y dejaron de ser centros de reflexión. “Ya no mueven la aguja”, dicen.
- Sin duda, tras masticar la rabia por la derrota histórica, vendrá inevitablemente el tiempo de la autocrítica. La incógnita es si el bloque apostará a que el péndulo electoral les dé nuevamente la oportunidad de volver al poder o si realmente serán capaces de articular un proyecto convocante que perdure más allá de los cuatro años de mandato.
De hecho, ya han aparecido esfuerzos de carácter teórico-conceptual para explicar la derrota (ver nota siguiente).
Derrota electoral, crisis de representación y el desafío de la rearticulación: las reflexiones del progresismo en tres documentos

Foto: Agencia UNO
“Renovar la esperanza”, de la Fundación por la Democracia; “El fin de un ciclo, ¿qué esperar ahora?”, de Giorgio Jackson; y “Reflexión de la Dirección Nacional del Frente Amplio”, son tres documentos que han circulado en los últimos días entre militantes y adherentes de izquierda.
- Aunque los tres documentos han sido formulados desde dimensiones distintas, en conjunto configuran una reflexión que va desde la contención coyuntural hasta la interpretación estructural del momento político chileno.
Para la Fundación por la Democracia, ligada al PPD, la derrota es leída como síntoma de una crisis profunda de la centroizquierda y el progresismo, marcada por la fragmentación, la dilución identitaria y la incapacidad de articular mayorías sociales estables.
- Asimismo, el triunfo opositor no es presentado como un accidente coyuntural, sino como el resultado de la incapacidad de la política de ofrecer certezas y protección.
- El documento sostiene que no basta con la buena gestión ni con la defensa del pasado reciente: se requiere una decisión estratégica para reconstruir un proyecto común con identidad clara, vocación de mayoría y capacidad de gobernar con eficacia. En ese sentido, la seguridad, crecimiento económico, modernización del Estado y la profundización de la democracia aparecen como ejes centrales de una nueva propuesta socialdemócrata.
Por su parte, el texto del exministro Jackson entiende la derrota electoral como el cierre de un ciclo político iniciado con las movilizaciones de 2006 y que tuvo su punto culminante en el estallido social de 2019.
- Jackson plantea que la pandemia, el doble fracaso constitucional, el bajo crecimiento, los cambios demográficos, la expansión del crimen organizado y la transformación del ecosistema comunicacional habrían alterado de manera decisiva el país y su electorado.
- En un acápite especial, menciona los casos Convenios y Monsalve como dos elementos negativos para el Gobierno.
Finalmente, el documento “Reflexión de la Dirección Nacional del Frente Amplio” surge como una respuesta interna a la militancia del partido y busca levantar la moral tras la derrota, preservar la cohesión y reafirmar la identidad del proyecto.
- El texto sostiene que los resultados no representan un mandato conservador ni un rechazo a las conquistas sociales alcanzadas, sino una expresión de la alternancia y de malestares persistentes no resueltos.
- En ese escenario, el énfasis está puesto en defender el legado del Gobierno de Gabriel Boric, subrayar los avances logrados en condiciones adversas y reafirmar la necesidad de unidad amplia del progresismo frente al avance de la ultraderecha. La autocrítica aparece, pero de forma acotada y diferida, proyectada hacia un proceso interno futuro más que asumida como un quiebre estratégico inmediato.
Los tres documentos convergen en que el desafío no se reduce a corregir errores tácticos ni a esperar una nueva alternancia favorable, sino que lo que está en juego es la capacidad del progresismo para comprender el fin de un ciclo, reconstruir identidad, recomponer vínculos sociales y articular un proyecto político creíble, capaz de disputar mayorías en un país profundamente transformado.
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