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Cinsault chileno: la cepa estrella del vino patrimonial Gastronomía

Cinsault chileno: la cepa estrella del vino patrimonial

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Hoy, el Cinsault chileno vive su mejor momento. Premios internacionales, altos puntajes, creciente interés enoturístico y una nueva valoración por parte del consumidor y productores. Porque el futuro del vino chileno también se escribe desde sus cepas más antiguas.


Durante décadas fue una cepa secundaria, casi invisible. En Chile, el Cinsault vivió a la sombra de variedades más “nobles”, utilizado como apoyo para dar color o volumen a otros vinos, conocido incluso por nombres coloquiales como cargadora. Hoy, ese mismo Cinsault protagoniza un renacer patrimonial que lo ha llevado desde el secano olvidado del sur hasta los más altos reconocimientos internacionales.

El auge del Cinsault está directamente ligado al concepto de vino patrimonial, una categoría que pone en valor no solo la uva, sino también la historia, el paisaje, las prácticas agrícolas y la cultura local. Muchas de estas parras no son conocidas por su nombre “oficial”, sino por denominaciones populares heredadas de generación en generación, reflejo de un vínculo afectivo profundo con el territorio.

Uno de sus lugares emblemáticos es el Valle del Itata, la zona vitivinícola más antigua de Chile, donde el Cinsault echó raíces tras su introducción masiva luego del terremoto de Chillán de 1939. Allí, en suelos pobres, lomas graníticas y viñedos de secano sin riego, la cepa encontró una expresión única: vinos de menor grado alcohólico, frescos, tensos, con fruta roja viva, acidez natural y un carácter profundamente ligado al paisaje.

En el Itata, hablar de Cinsault es hablar de agricultura familiar, de viñedos que resisten sin riego, de vendimias manuales, de vinos honestos que expresan lugar antes que moda.

Del anonimato a los 95 puntos

El año 2025 marcó un antes y un después. En su último reporte sobre vinos chilenos, el crítico estadounidense James Suckling otorgó 95 puntos a Carmen D.O. Loma Seca 2023, del Valle del Itata, el puntaje más alto que ha concedido a un Cinsault en toda su carrera, estableciendo un récord histórico para la cepa a nivel mundial.

Suckling lo describió como un vino “irresistible”, de perfil “tenso y lineal”, confirmando que el Cinsault chileno —bien trabajado y con identidad de origen— puede competir al más alto nivel global.

Para Ana María Cumsille, enóloga jefe de Viña Carmen, el reconocimiento valida una visión de largo plazo:
“Carmen D.O. nace de la idea de elaborar vinos de forma más artesanal, con mínima intervención, destacando el origen, los suelos, la gente y la herencia vitivinícola. Muchos de estos viñedos tienen más de cien años, y eso les da un carácter irrepetible”.

El sur se hace escuchar

El fenómeno no se limita a una viña. En los Decanter World Wine Awards 2025, el sur de Chile volvió a sorprender al mundo. La Causa Blend 2022, proyecto de Familia Torres en Itata, elaborado con Cinsault, País y Carignan, fue elegido Best in Show, la máxima distinción del certamen y el mayor reconocimiento internacional que ha recibido un vino del Itata.

La crítica fue clara. Amanda Barnes MW, presidenta regional del concurso para Chile, señaló que estos premios “son una señal inequívoca de una mayor apreciación por las regiones del sur, olvidadas durante mucho tiempo”, destacando el trabajo artesanal, la colaboración con pequeños productores y la revalorización de cepas patrimoniales como el Cinsault.

Para Miguel A. Torres, este resultado es fruto de décadas de convicción: “Estoy convencido de las extraordinarias cualidades naturales de los valles chilenos. El Itata demuestra que, a escala humana y con trabajo manual, se pueden hacer vinos de clase mundial”.

De cepa patrimonial a vino transversal

El desarrollo del Cinsault chileno también se vive a escala local, en concursos y ferias que conectan vino, comunidad y turismo. El Concurso Interregional de Vinos de Coelemu, realizado en enero, reunió cerca de 160 muestras de pequeñas producciones de Itata y otros valles del país.

En la categoría Cinsault, el primer lugar fue para Trifulca Cinsault 2024 (Los Castaños, Coelemu), seguido por Arnaldo Hinojosa Castillo Cinsault 2023 (Caravanchel, Coelemu). Un reconocimiento que no solo premia calidad, sino también persistencia, oficio y arraigo territorial.

Este tipo de certámenes cumple un rol clave: acercar el mundo del vino a las comunidades locales, fortalecer el enoturismo rural y dar visibilidad a productores que mantienen viva una tradición centenaria.

El Cinsault ya no habita solo el nicho del vino patrimonial. Hoy cruza escalas y estilos. Desde proyectos campesinos como Doña Elita, Trifulca o Guarilihue Familiar, hasta grandes marcas que lo incorporan con una mirada contemporánea.

Ejemplo de ello es Diablo, que irrumpió en la categoría de espumantes con Diablo Spark Rosé, elaborado 100% con Cinsault, además de Diablo Luminous Rosé, nacido en el Valle del Maule, donde la cepa crece a pie franco. Espumantes y rosados frescos, vibrantes, pensados para nuevas ocasiones de consumo y para un público más amplio.

Este tránsito confirma la versatilidad del Cinsault: funciona como vino tranquilo, espumante, rosado, incluso como base de blends complejos, sin perder su identidad fresca y gastronómica.

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