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Araucaria: el árbol que une territorios y simboliza la fuerza de algunos destinos turísticos Turismo Créditos: El Mostrador.

Araucaria: el árbol que une territorios y simboliza la fuerza de algunos destinos turísticos

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Las araucarias, presentes en Chile, Argentina y Brasil, se han convertido en un símbolo natural de patrimonio cultural en Sudamérica. Desde los bosques milenarios en La Araucanía hasta el pino Paraná en el sur brasileño, su figura une territorios, comunidades y destinos turísticos.


En Chile, la Araucaria araucana es mucho más que un árbol nativo: es un emblema nacional cargado de significado cultural, histórico y ecológico. Declarada Monumento Natural en 1976 y protegida por ley debido a su vulnerabilidad, la especie domina los paisajes cordilleranos de La Araucanía, el Biobío y parte de Los Ríos, dando forma a parques nacionales de enorme relevancia turística como Conguillío, Tolhuaca, Villarrica y Nahuelbuta.

Su importancia se manifiesta en múltiples dimensiones. En lo cultural, es un árbol sagrado para el pueblo mapuche, que ha construido parte de su identidad y cosmovisión en torno a él. El piñón, su semilla, ha sido alimento básico por siglos y sigue presente en festivales, ceremonias y gastronomías locales. El ciclo del piñón marca calendarios comunitarios y tradiciones que atraen turismo cultural e intercultural.

En lo ecológico, la araucaria forma bosques milenarios capaces de resistir temperaturas extremas, sequías y erupciones volcánicas, funcionando como refugio de especies endémicas y como indicador del cambio climático. Muchos ejemplares superan los 1.000 años, convirtiéndose en monumentos vivos que fascinan a científicos y visitantes de todo el mundo.

En lo turístico, su imagen se ha transformado en un sello visual de La Araucanía y de la región andina del sur de Chile. Sus siluetas aparecen en campañas, rutas escénicas, señaléticas y productos locales, reforzando el carácter identitario del destino. Senderistas, fotógrafos, montañistas y familias viajan cada año para recorrer paisajes dominados por estos gigantes, especialmente alrededor del volcán Llaima y del Parque Conguillío, considerados entre los escenarios naturales más impresionantes de Sudamérica.

La araucaria como símbolo sudamericano

Más allá de Chile, la araucaria es también un símbolo regional. En la Patagonia argentina, especialmente en Neuquén y sectores de Río Negro, la Araucaria araucana marca el ritmo visual del paisaje. Villa Pehuenia, Caviahue y Aluminé han desarrollado parte de su identidad turística alrededor de estos árboles prehistóricos, que dan nombre a rutas, festividades y experiencias de naturaleza.

Sudamérica cuenta además con otra especie nativa: la Araucaria angustifolia, típica del sur de Brasil. Conocida como pino Paraná, fue durante siglos el árbol emblemático de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul, y forma parte esencial del paisaje cultural brasileño. Hoy enfrenta amenazas por la tala histórica y el avance urbano, convirtiendo su conservación en un eje importante de la agenda ambiental. En menor medida, su presencia se extiende hacia Paraguay y el noreste de Argentina, donde se utiliza de manera ornamental y productiva.

A esto se suma la expansión ornamental de especies como A. heterophylla y A. columnaris, presentes en ciudades desde Montevideo hasta Lima, Bogotá y Quito. En plazas, avenidas y jardines botánicos, estas araucarias se han convertido en un sello visual asociado a elegancia y monumentalidad. En Montevideo, Punta del Este, Viña del Mar, Cartagena o Guayaquil, son parte del paisaje costero y uno de los árboles más fotografiados de paseos marítimos y parques históricos.

Un símbolo que trasciende fronteras

La araucaria es uno de los árboles vivos más antiguos del planeta. Su longevidad —con ejemplares que superan el milenio— y su resistencia a condiciones extremas la han convertido en un emblema global de resiliencia. No es casual que festivales internacionales de turismo, como Festuris en Gramado (Brasil), la utilicen como árbol ceremonial en sus programas de sostenibilidad y cooperación internacional.

Este año, en la ceremonia del Árbol de la Integración de Festuris, una araucaria fue plantada en homenaje a Costa Rica, país reconocido por su compromiso con la sostenibilidad y las energías limpias. Durante el acto, autoridades locales y representantes de la industria turística destacaron el carácter simbólico del árbol como puente entre culturas y destinos que buscan fortalecer sus políticas ambientales.

La ceremonia también rindió homenaje al periodista Wilson Sierra, impulsor del proyecto en 2015, cuyo legado fue reconocido por su familia con la instalación de una placa conmemorativa en los pabellones del Serra Park.

En Gramado, la araucaria es parte del ADN paisajístico: sus copas en forma de paraguas dominan cerros, rutas escénicas y parques. El piñón marca la gastronomía regional en otoño e invierno y refuerza el vínculo entre naturaleza, cultura y turismo. Por ello Festuris la utiliza desde hace una década como símbolo de unión y sostenibilidad.

Naturaleza, turismo y futuro

Para los organizadores, el acto de plantar una araucaria es más que un gesto protocolar: representa la continuidad, resiliencia y responsabilidad compartida ante los desafíos ambientales. “Aunque parezca pequeño, cada aporte ayuda a transformar el planeta”, señaló Marta Rossi, cofundadora del evento.

En un contexto global donde el turismo debe conciliar desarrollo, identidad y preservación, la araucaria emerge como un recordatorio de que los destinos no solo ofrecen experiencias: también custodian patrimonio natural y cultural.

Aunque cada país ha construido su propia relación con estas especies, la araucaria opera como un puente biocultural entre naciones. En Chile y Argentina se la venera como herencia ancestral; en Brasil es símbolo regional y motivo de conservación; y en el resto del continente aporta carácter al espacio urbano.

En un mundo donde los destinos turísticos buscan diferenciarse a través de su naturaleza y su identidad, la araucaria se alza como un símbolo compartido que habla de fortaleza, historia y vida. Un gigante silencioso que, desde el sur del continente, ha conquistado el imaginario de toda Sudamérica.

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