Mirar la ciudad es mirar también la historia de la ciencia. En el murmullo de sus calles, en sus luces y sus parques están plasmadas las grandes victorias de la búsqueda humana por comprender el universo. En eso estaba, cuando el anuncio del Premio Nobel de Física me obligó a cambiar este editorial.
En esta edición de Universo Paralelo aprovechamos las Fiestas Patrias para encontrar ciencia en sus protagonistas. Además de empanadas, revisaremos la música y las parrilladas.
Esta edición está dedicada a esos grandes esfuerzos, que se realizan tanto en los grandes polos de desarrollo como en Chile y Latinoamérica, recordándonos que la exploración es una vocación verdaderamente universal.
En el principio solo había hidrógeno y helio. El primero, protagonista de la acidez en una copa de vino blanco; el segundo, un gas insípido como un vaso vacío. Fue todo lo que dejó el Big Bang tras enfriarse el universo: un menú inicial demasiado pobre. Un universo incapaz de brindar gastronomía.
El camino hacia el dominio del átomo comenzó con la física Lise Meitner, quien en 1938 interpretó correctamente los experimentos de Otto Hahn: sorprendentemente, el núcleo del uranio podía partirse, liberando energía. Había nacido la fisión nuclear.
Todos, desde niños, somos, de algún modo, científicos. Como decía Einstein: “La ciencia no es más que un refinamiento del pensamiento cotidiano”. Esta edición de Universo Paralelo está dedicada a los niños. Reunimos historias de infancia de científicos y columnas pensadas también para ellos.
Si uno escucha la palabra extremófilo, bien podría imaginar a un personaje de cómic o a un acróbata de circo. Y no estaría tan lejos. Son, en efecto, verdaderos «malabaristas» de lo improbable.
El cerebro humano contiene unos 100 billones de conexiones entre neuronas o sinapsis. Más que las estrellas de la Vía Láctea y casi tantas como galaxias en el universo observable.
El telescopio espacial James Webb encontró tres objetos que podrían ser las primeras “estrellas oscuras”. Se trata de estrellas alimentadas no por fusión nuclear, sino por la aniquilación de materia oscura, uno de los fluidos más misteriosos del universo.
Nuestro cerebro, afinado para la supervivencia, detecta patrones con entusiasmo desbordado, inventando historias asombrosas. Pero el Universo Paralelo de la ciencia nos ofrece el mejor antídoto: someter cada sospecha al escrutinio de los datos, la evidencia y el pensamiento lógico.